Si se filtran todas las acusaciones y personalizaciones, si se filtra incluso el debate teórico, se puede llegar a una conclusión prácticamente indiscutible: el outsider no capacitado para el cargo llegó a la presidencia porque los gobernantes precedentes hicieron las cosas mal. “Lo anterior fracasó”, es un punto de consenso compartido hasta por los propios fracasados, con las reservas para las psiquis de cada caso.
Ahora bien, aunque decirlo parezca una verdad de Perogrullo, fracasar deslegitima. Las ideas económicas de los gobiernos precedentes están deslegitimadas. Lo notable, en todo caso, es que las ideas de reemplazo también son fracasadas. No es la primera vez que hay neoliberalismo. Parece raro que lo disruptivo del presente sea solamente una vuelta al pasado.
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Pero no es verdad que no hay novedades. Lo nuevo es que el neoliberalismo del pasado era políticamente culposo. El primero necesitó una dictadura, el segundo un engaño -“si decía lo que iba a hacer no me votaban”, reconoció Carlos Menem- y el tercero se vendió como la revolución de la alegría y, finalmente, como el reino del gradualismo. La Libertad Avanza, en cambio, prometió lo que está cumpliendo. Es un poco inútil bucear en razones ideológicas, LLA gobierna como resultado del hartazgo social por la inestabilidad macroeconómica. El malestar social no era con la distribución del ingreso o con el PIB estancado, esos son debates de politizados, era con la inflación. No decimos nada original, lector, pero tenga paciencia porque es una introducción necesaria.
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Es verdad que una de las causas de la inflación es la “monetización del déficit fiscal”, es decir, un aumento de la cantidad de dinero no neutralizado, absorbido, por el “posterior” cobro de impuestos. Sin embargo, esta es una lectura absolutamente incompleta del fenómeno en tanto sólo describe un efecto, no una causa. La verdadera causa se encuentra en la falta de dólares equivalentes para esos pesos. En la economía local la inflación es esencialmente “cambiaria”. El mecanismo de transmisión a precios es el tipo de cambio. No hace falta alta teoría, cualquier comerciante sabe que si sube el dólar suben todos los precios de la economía. Esto no quiere decir que la suba del dólar sea la única causa de la inflación, la puja distributiva existe hasta incluso en el mismo precio del dólar, solo que es la causa principal.
El problema central, entonces, es que, tras décadas de alta inflación, la economía local se quedó sin moneda. Existe una moneda para el grueso de las transacciones y otra para la reserva de valor. Esta anomalía es la que provoca que los dólares nunca alcancen debido a que no sólo se necesitan divisas para financiar el déficit externo, sino también para que sean el equivalente de la suma de todos los excedentes generados por la economía. Este fenómeno es literalmente la mal llamada “fuga”, la dolarización de los excedentes, la FAE, la Formación de Activos Externos. Y esta es la relación entre deuda y fuga. No se toma deuda para “fugarla”. Se toma deuda porque en una economía sin moneda no hay dólares que alcancen. En esta dinámica se sintetiza la trampa de la inestabilidad.
Ahora bien, lo único positivo que trajo la irrupción de LLA es un nuevo consenso de que la economía necesitará muchos años de equilibrio fiscal para reconstruir su moneda. Esto tiene que quedar muy claro incluso para los gobiernos que sucedan al presente y debe ser parte de cualquier plan superador. Pero el problema para el corto y el mediano plazo está en otra parte. Cansados de que les digan que no tienen plan, los economistas de LLA se sinceraron y dijeron que “el plan es el superávit fiscal”. Dicho de otra manera, el único plan es el superávit interno.
Este fiscalismo extremo, ante que una visión contable tiene una fuerte raíz ideológica. El Estado es el enemigo indirecto, el verdadero enemigo, el principal, son los impuestos. Aquí se encuentra la afinidad empresaria con los modelos anti Estado, aunque a muchos los perjudiquen, y también la clave del éxito de las propuestas políticas anti impuestos. Pero para pensar la economía el fiscalismo es una concepción excesivamente primitiva. Sin dudas cualquier plan económico de estabilización debe incluir la búsqueda del equilibrio fiscal, pero el sólo superávit no puede ser la única meta. Aquí se repetirá hasta el cansancio que el objetivo de la política económica es “la conducción del ciclo económico”. Si, por ejemplo, la estabilización demanda una etapa inicial de contracción para acomodar precios relativos, se tiene que tener claro que la recesión no puede durar para siempre. El objetivo de la política económica no son los indicadores como fines en sí mismos, sino la evolución de la producción y el trabajo, evolución que en última instancia determina la vida cotidiana de las personas.
¿Pero, por qué es primitivo el fiscalismo? Volvamos a la inflación. Los economistas de LLA creen que si hay superávit fiscal, entonces se reduce la cantidad de dinero y eso baja la inflación. Mentira… no son tan tontos. Los que entienden un poquito más saben que lo que en realidad sucede es que cuando se reduce el Gasto, la economía se contrae y, en consecuencia, hay menos dinero demandando dólares, lo que significa una mayor estabilidad del tipo de cambio y por lo tanto de los precios. La pregunta del millón es ¿alcanza esa contracción del Gasto para equilibrar la cantidad de pesos con los dólares que la economía efectivamente tiene y con los dólares que demanda? Los economistas de LLA dicen que sí, pero al mismo tiempo saben que sin nuevo financiamiento externo el plan no cierra. Y también vislumbran, aunque no lo asuman, que no habrá nuevo financiamiento sin devaluación. La diferencia con el FMI es que al Fondo no le importa lo que pasa el día después de devaluar.
La conclusión provisoria es que la verdadera estabilización es un largo camino que demanda que la cantidad de dólares que la economía genera sea creciente a la vez que se va recuperando la función de reserva de valor de la moneda para disminuir la demanda de dólares como reserva. La solución de fondo, entonces, debe ser productiva y macroeconómica a la vez. Ajustar el Gasto hasta provocar una recesión histórica sólo calma las aguas por un tiempo, pero significa recaer en la trampa de la inestabilidad, en la rueda de devaluaciones y nueva vuelta inflacionaria. En el presente el problema de la trampa es el piso social al que se llegó en términos de ingresos y pobreza, lo que augura un horizonte de conflictividad creciente frente a la nueva ronda de ajuste que disparará la próxima devaluación. La recesión purificadora, el dolor social y la distribución regresiva del ingreso, no pueden ser el único plan económico. Y por supuesto por esta vía no se llegará a la ansiada estabilización. La sociedad es un volcán.