Si sólo se analiza la variable central, el gobierno precedente perdió las elecciones porque no pudo controlar la alta inflación, lo que habría alterado al extremo el humor social. Tras la amplia victoria en el balotaje de LLA, el gran cambio de la gestión Milei-Caputo en economía fue pasar de una inflación mensual alta con bajo desempleo en octubre pasado a otra inflación mensual alta, pero con alto desempleo en el presente. El gran “logro” autopercibido, que demanda hacer la “pequeña” salvedad de excluir el shock inicial derivado del salto devaluatorio del 118 por ciento, con una inflación acumulada del 65 por ciento en el primer cuatrimestre, sería la efectiva desaceleración desde enero, pero a cambio de provocar un verdadero derrumbe de la actividad económica.
En abril, la suba del IPC fue similar a la de octubre, 8,8 contra 8,3, cuando se perdieron las elecciones. La tendencia decreciente comenzó en enero y hasta ahora nunca se detuvo. Como ya se dijo en este espacio, el gobierno se volvió pragmático y decidió postergar algunos aumentos de precios regulados, tarifas, para evitar que se frene la tendencia decreciente. De acuerdo a la medición de varias consultoras, en mayo la inflación de no regulados, especialmente alimentos y bebidas, se estacionó en torno al 1 por ciento semanal y el IPC podría cerrar el mes con una suba de entre el 5 y el 6 por ciento. Sigue siendo una inflación muy alta y problemática, pero no puede negarse que se aleja de los dos dígitos, lo que seguramente pondrá exultante al oficialismo y sus satélites.
En jerga económica podría decirse que a partir de enero comenzó a funcionar a full la “Curva de Phillips”, que como se sabe es sólo empírica y establece una relación inversa entre desempleo e inflación. De la curva de Phillips es posible derivar una “tasa de sacrificio”, es decir cuántos puntos de aumento del desempleo se necesitan por cada punto de baja de la inflación. La tasa de sacrificio significa gente que se queda sin ingresos, disminución de la masa salarial, caída del consumo y caída crítica de la actividad que, a la vez y al final del camino, supone caída de la recaudación y de la sustentabilidad fiscal del modelo.
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Para los sectores de ingresos medios que no perdieron el trabajo, es posible que la pérdida de ingresos derivada del shock inflacionario solo haya significado ajustar algunos consumos excedentes, o ser más cuidadosos en las compras cotidianas. Quizá hayan renunciado a la educación privada o a la medicina prepaga. En el peor de los casos es posible que experimenten alguna descapitalización consumiendo ahorros. Para los más pobres el panorama es siempre más sombrío. Como destacó la politóloga Mayra Arena, en las barriadas populares el recorte del poder adquisitivo, y ni hablar si se pierde el empleo, significa cambiar de dieta, comer menos alimentos frescos y más secos, más carbohidratos. Significa perder una comida diaria e irse a dormir con “dieta líquida”. La descapitalización implica vender los pocos bienes que se poseen. En los casos extremos, el aumento más que proporcional de la indigencia sobre la pobreza que ya muestran las estadísticas significa tener que asistir a comedores por un plato de comida. Mientras esta demanda crece, desde el gobierno y las usinas mediáticas se demoniza a los sectores que se caen del sistema y se desfinancia, y también se demoniza, a los comedores y a quienes dedican su tiempo a gestionarlos por simple altruismo. Hablar de “tasa de sacrificio”, entonces, deja de ser un mero concepto teórico y pasa a expresar dolor social puro ¡Qué “h…” que tiene señor Presidente para impulsar “el ajuste más grande de la historia”! Es una suerte que los empresarios aplaudidores lo sigan aplaudiendo. Cuando llegue la hora la sociedad que los votó los recordará a todos.
Mientras esto ocurre en la argentina profunda, mientras la casta canta y baila en el Luna Park, todos los nubarrones que asomaban sobre la cotización del dólar se transformaron en tormenta esta semana. En solo cuatro ruedas desde el pasado viernes las cotizaciones paralelas se dispararon en torno al 20 por ciento, una “minicorrida” si es que se detiene. Algunos economistas sostienen que dólares paralelos rozando los 1300 no es un número para preocuparse porque tras la devaluación de diciembre los precios de la economía se acomodaron en enero a esa cotización de la divisa y nunca bajaron.
Resta ver qué sucede en las próximas ruedas, pero algunas anomalías del modelo comienzan a expresarse. La primera es que efectivamente una depreciación de la cotización oficial que corre muy por debajo de la inflación comienza a generar expectativas de devaluación. No hace falta que lo señales los mismos economistas ortodoxos que acompañan al modelo. La segunda es la tasa de interés. Los partidarios de tasas de interés reales positivas, como quien escribe, debieron escuchar estos meses que la tasa bajaba y sin embargo el dólar permanecía estable. Pero esta afirmación significaba caer en una trampa de nominalidad, por que las tasas bajaban, pero se mantenían reales positivas en dólares. La última baja de tasas dispuesta por el Banco Central, más el inicio de un cambio de expectativas sobre la cotización del dólar y la sostenibilidad fiscal del modelo cambiaron el escenario y la tendencia.
En términos más generales puede decirse que en una economía cuya moneda no es reserva de valor lo que hay que seguir es “la ruta del excedente”, adonde va la plata de reserva. Las expectativas de devaluación del 2 por ciento mensual del oficial a mediano plazo que se consolidaron en enero significaron que existía una tasa real positiva en dólares a pesar de que perdía contra la inflación en pesos. Este fenómeno, junto al cambio de expectativas de los financistas por el nuevo gobierno, se expresó en la revaluación de bonos soberanos y acciones, en colocaciones a plazo en pesos y en un dólar estable. Pero como a pesar de la fuerte recesión que provocó una baja de las importaciones --del 23,8 por ciento en el primer cuatrimestre del año, lo que originó un saldo comercial de 6157 millones de dólares-- la acumulación de reservas estuvo por debajo de lo esperado. La nueva baja de la tasa de referencia disparó salirse de las colocaciones en pesos y el incipiente comienzo de su dolarización parcial. Bastaron cuatro ruedas de suba del dólar para que se pierdan meses de rendimientos positivos en pesos, lo que vuelve a confirmar que en la economía local el que apuesta al peso siempre pierde. En los próximos días se sabrá si estos movimientos fueron apenas un reacomodamiento o un punto de inflexión del modelo, con el inicio de una nueva aceleración de los precios por la suba del dólar y de la brecha.-