Por qué todas las teorías inflacionarias se caen en la Argentina

En los últimos años se aplicaron políticas ortodoxas y heterodoxas que fueron un retundo fracaso a la hora de enfrentar el problema de la inflación. 

10 de julio, 2022 | 00.05

En los últimos años se aplicaron políticas ortodoxas y heterodoxas contra la inflación y todas coincidieron en su fracaso a la hora de enfrentar el problema. El reconocimiento de que el problema inflacionario es multicausal no es condición suficiente, aunque necesaria, para enfrentarlo. No es el ajuste fiscal ni los fallidos pactos de "caballeros" los que solucionarán el problema de la inflación, que en números ya supera el 60 por ciento y se sigue espiralizando. 

No tener en cuenta las expectativas de la población, frente un convulsionado contexto político y económico, y las avivadas del empresariado que sale a la pesca en río revuelto, impide iniciar cualquier tipo de análisis para el caso argentino. Reducir lo que en Economía se denomina "inercia inflacionaria" llevará mucho tiempo y los paliativos en esa situación no alcanzan. 

Si no se revierte la indexación de la economía, todos los planes de estabilización de precios continuarán siendo inefectivos. Con contratos de alquileres con aumentos pautados con ajustes semestrales, tasas de interés reales (por encima de la inflación) positivas, constantes expectativas de aumentos salariales formados a partir de la inflación pasada y movimientos del dólar pautados también por encima de la suba de pecios son algunos de los factores estructurales que aceleran esa inercia. 

El resultado son remarcaciones "preventivas" constantes para ganarle la carrera a la inflación y una pérdida en el poder adquisitivo de los ingresos de los hogares, a los que pauperiza; o lisa y llanamente, el desabastecimiento de productos.

Un aproximación técnica de esa tendencia de mediano plazo se publica como inflación 'núcleo', la cual refiere a un conjunto de bienes y servicios (incluyendo los regulados por el Estado) que no son afectados por factores estacionales o cambios coyunturales. Suele interpretarse entonces que cuando la inflación núcleo es significativamente inferior a la cifra general se está ante un proceso de desaceleración de precios. La única excepción fue el macrismo, que fogoneaba los precios con alzas exorbitantes en los servicios públicos, lo que rompía con esa línea de supuesta causalidad. 

Las especulaciones con precios y abastecimiento estuvieron esta semana a la orden del día, en medio de las tormenta financiera que desató la intempestiva salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía. En este caso se requiere un mayor control sobre el sector comercial que sacó tajada sobre la situación de incertidumbre. También están los que solo buscan cubrirse en medio del vendaval. Un ejemplo simple lo ofrece el economista Andrés Asiain: "Así, si un empresario tiene previsto aumentos del 30 por ciento en su alquiler, que pagar un crédito a una tasa del 40 por ciento y aumentos salariales del 35 por ciento, tiene que aumentar sus precios entre 30 y 40 por ciento para no ir a la quiebra".

La inflación núcleo reduce el impacto de bienes y servicios con comportamiento estacional y con precios sujetos a regulación o con alto componente impositivo e incrementa la participación del resto de los rubros. El objetivo es aislarla de variaciones que se relacionan a factores más vinculados con la coyuntura. 

De acuerdo con los últimos datos que publica el INDEC, la inflación núcleo se encuentra aún por encima del nivel general, lo que indica que todavía se está lejos de una desaceleración en los precios. En mayo el índice de precios al consumidos arrojó un 5,1 por ciento, acumulando en el año un incremento de 28,3 por ciento. La inflación núcleo para ese mismo mes fue de 5,2 por cieno y acumuló un 28,9 por ciento. Si se compara con igual mes del año pasado, el nivel general registra un alza de 60,7 por ciento (todavía resta el dado de junio) y la núcleo, un 63,2 por ciento. 

Más allá de las comparaciones técnicas, la inercia inflacionaria responde además a otros factores más vinculados con las expectativas que con la coyuntura. En este sentido juega en contra también el ancla del acuerdo con el Fondo Monetario, que obliga al país a una receta inflacionaria, como es actualizar en términos reales la tasa de interés y el tipo de cambio, lo que retroalimenta el alza de precios.

Las expectativas estuvieron esta semana atizadas por parte de un pequeño pero poderoso grupo de empresarios que buscaron desestabilizar la economía, tanto desde lo político como desde lo financiero, a través de una apreciación del dólar. No es solo la suba del dólar los que los favorece en cuanto ingresos, especialmente de parte de aquellos con mercados en el exterior, sino por el alto impacto inflacionario en la economía. 

Aún cuando el tipo de cambio se mantiene en términos reales no solamente en los mismos valores de enero de este año, como exige el Fondo, sino también en los mismos de enero de 2018 (93,50 puntos frente a los 93,65 de hace dos años y medio), el Banco Central terminó convalidando una mayor apreciación del valor nominal de la divisa estadounidense (2,5 por ciento en solo una semana), mientras el mercado paralelo operaba en niveles insólitos para presionar por un salto mayor. 

Si se mantiene el cumplimiento con el Fondo Monetario de atar el dólar a la inflación para mantener la "competitividad de la economía", la expectativa sobre el billete verde se mantendrá indefectiblemente al alza y, por añadidura, también lo hará la inflación. 

La inercia inflacionaria implica proyectar la inflación pasada hacia adelante, por lo cual se requiere un congelamiento temporal de precios que frene esa inercia y permita reacomodar otros precios indexados, como los alquileres, créditos y salarios. Las compensaciones salariales hacia atrás enlazan inflación pasada y la inflación presente, lo que solo termina siendo una suba nominal, porque la inflación se termina comiendo la mejora conspirando contra la política de ingresos. 

Ningún análisis puede contemplar que el problema de la inflación se soluciona en cinco minutos, pero no puede tomarse demasiado tiempo para dar una señal concreta en esa dirección. Los programas de precios de referencia pueden tener un efecto positivo en el corto plazo, al igual que congelar los precios regulados (como prepagas, por ejemplo), mientras se avanza en un programa de más largo aliento con una fuerte coordinación del equipo económico. Quedar a merced de la "buena predisposición" del empresariado por poco o mucho tiempo no puede ser la solución, como tampoco ahogar la economía con medidas de ajuste. 

 

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