El Gobierno estableció una meta ambiciosa para el año que viene: reducir la inflación al 60%, según lo estableció en el Presupuesto 2023. Sin embargo, economistas consideran poco probable que este objetivo se cumpla y cuestionan algunas de las vías sugeridas oficialmente para lograrlo.
Las incógnitas sobre las formas con las que se pretende alcanzar una reducción de entre 35 y 40 puntos en la suba de precios fueron develadas por el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, la semana pasada durante su exposición sobre el Presupuesto en la Cámara de Diputados. El funcionario señaló: “No esperamos shocks externos en el tema inflacionario como sufrimos en el primer trimestre del 2021 y 2022, y no hay previstas modificaciones bruscas del tipo de cambio".
También destacó que prevé que "los aumentos de demanda dejen de ser respondidos por precios y pasen a ser respondidos con producción" y agregó: "Vamos a tener una monetización (emisión) más baja y por eso creemos que la inflación va ubicarse en el 60%".
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El titular del BCRA sostuvo que hay tres caminos posibles, en la teoría, para bajar la inflación. El primero es "generar un proceso recesivo", descartado por "las consecuencias que tendría sobre el tejido social". El segundo es la "apertura económica, imposible de recorrer para Argentina porque no cuenta con financiamiento externo". Por eso, solo queda la tercera vía, que es la del "sendero del crecimiento", justamente "la más compleja" de las tres.
La incógnita que entonces se plantea es cuán plausibles son estas estimaciones de Pesce, si es posible reducir la inflación al 60% en 2023 y, de conseguirlo, qué consecuencias podría tener para la macroeconomía y si sería compatible con un escenario de crecimiento.
Los caminos de Pesce
Economistas consultados por El Destape elogiaron una de las previsiones del presidente del Banco Central: la baja de la emisión monetaria. De los sugeridos por Pesce, "ese punto es el más factible de ser cumplido", debido a que "las necesidades de financiamiento bajan por la reducción del déficit" y la suba de la tasa de interés", afirmó Sergio Chouza, titular de la consultora Sarandí.
En la misma línea, Martín Kalos, director de la consultora EPyCA, consideró: "Buscar que la emisión sea más baja es bienvenido porque no podemos pensar que el deficit se puede financiar con emisión sin consecuencias". Aun así, Sebastián Menescaldi, de la consultora Eco Go, advirtió que "cualquier compra que deba hacer el BCRA en el mercado de deuda va a implicar nueva emisión".
Sin embargo, las demás causas estipuladas por Pesce recibieron más cuestionamientos. Tanto para Chouza como para Kalos, resulta por definición imposible afirmar anticipadamente que no habrá "shocks externos" para la economía el año que viene. "Si lo prevés, ya no es shock", señaló Kalos.
La cuestión de la ausencia de saltos devaluatorios genera aún más discusiones.
Para Kalos, eso es algo que "Pesce debe decir sí o sí" y agregó que, "si bien es cierto que el cepo permite jugar mucho con el tipo de cambio oficial, eso no quita las consecuencias en la brecha". Para Chouza, de todos modos, "la tasa de devaluación estará atada a la dinámica de precios y no al revés", es decir, en todo caso no será una causa sino una consecuencia de que la inflación baje.
Por último, la previsión de Pesce de satisfacer la demanda con producción y no suba de precios también resulta poco probable. "Tenés un limitante de la producción dado por la disponibilidad de dólares. La restricción externa es un limitante en el crecimiento" productivo, explicó Chouza.
La inflación en 2023
Entonces, la pregunta se hace inevitable: ¿es esperable o al menos posible reducir la inflación de 100 a 60 puntos en un año? "No estamos previendo que la suba de precios sea menor que la de este año y no vemos causa para que baje", consideró Menescaldi y añadió que "hay factores inerciales" que dificultan ese objetivo, como el hecho de que los aumentos de salarios que se den ahora se indexarán en 2023.
"Las probabilidades son escasas. Podés bajar abruptamente la inflación unos 30 o 35 puntos con un programa de estabilización, pero no lo veo en la voluntad del Gobierno", consideró Chouza en la misma línea.
También para Kalos esto es "poco probable" porque "hay una inercia que se acelera", como se ve en el ritmo de aumento los contratos, de la actualización de precios, de las paritarias o de los alquileres. "Hay un salto no solo cuantitativo sino también cualitativo sobre cómo se actualizan los precios", resumió.
Las consecuencias en la macro
Chouza y Kalos coincidieron también en que bajar la inflación siempre es algo positivo por donde se lo vea. Especialmente, señalaron, permitiría mejorar la situación de los ingresos, que vienen en pérdida en los últimos meses, tanto en materia de salarios como de jubilaciones. Más allá de eso, el punto central es que también permite reducir las distorsiones de la macroeconomía, ya sean "productivas, de inversión, de contratos o financieras", consideró Chouza.
Kalos, por su parte, afirmó que ese escenario "implicaría mejorar las expectativas de muchos actores", pero advirtió que "falta para que eso ocurra. Un 60% sigue siendo una inflación con muchos problemas para la macro, por ejemplo de dispersión de precios o de información incompleta en los mercados".
Por último, sostuvo que la inflación proyectada no es incompatible con el crecimiento estipulado del 2% "Eso no genera ningún problema, pero es muy magro", alertó de todos modos y señaló que "el Presupuesto prevé una caída mensual en el segundo semestre" del año próximo.