Desde enero del año pasado el Banco Central lleva acumulada (hasta abril) una ganancia de 29.000 millones de pesos a través de su intervención en el mercado de dólar futuro. A partir de un mercado cambiario estabilizado, el Central se alzó con esa cifra millonaria que le permite absorber pesos y reducir fuertemente las expectativas de devaluación del mercado, lo que debería colaborar con la baja de los precios de la economía.
El ingreso de divisas por parte del sector agroexportador, de la mano de precios en sus máximos históricos; una recaudación impositiva creciendo en términos reales por ventas en el exterior como por mayor nivel de actividad; un refinanciamiento neto de vencimientos de deuda y menores niveles de emisión de pesos son asignaturas que por el momento pueden ya tacharse de la libreta de medidas antiinflacionarias de cualquier monetarista que se precie de tal. Sin embargo, la inflación se mantiene en niveles insosteniblemente altos, echando por tierra la idea de que las cuentas ordenadas garantizan precios bajos.
Hubo que esperar a que lo dijera el Fondo Monetaria, para que comenzara a haber cierto consenso en que la inflación es un fenómeno multicausal. Esto significa que son varios los factores que impactan en los precios, como así también son disímiles los tipos de economías como para aplicar una receta única. El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, reconoció que con los acuerdos de precios y costos con el sector empresario no alcanzan. También es evidente que con una economía ordenada, aún en plena crisis sanitaria, tampoco.
Desde el Gobierno, aseguran, se está atacando el problema de la inflación desde múltiples perspectivas y, por obvias razones, la concentración en la producción y comercialización de alimentos es la batalla más difícil.
Cuentas claras conservan la amistad
El equipo económico presenta cuentas relativamente ordenadas, pese a transitarse una pandemia que justifica cualquier desequilibrio presupuestario para contener la situación de los hogares. Tal como informó este medio, el ministro de Economía, Martín Guzmán, se enfocó en el tipo de cambio como ancla inflacionaria, permitiendo leves correcciones por debajo de la suba de precios.
En lo que va del año el tipo de cambio oficial del dólar frente al peso se encareció 10,3 por ciento, pasando de 90,22 a 99,51 pesos, mientras que la inflación en el primer cuatrimestre del año fue de 17,6 por ciento.
La posibilidad de contener la expectativas de devaluación, luego de las fuertes oscilaciones que evidenció el billete verde el año pasado producto de las operaciones especulativas en el mercado informal y al retaceo de liquidación de los exportadores, se tradujo en ganancias para el Central. Según pudo conocer El Destape de fuentes oficiales, el año pasado la puja entre el Central y los inversores en el mercado de futuros le redituó una ganancia de 19.000 millones de pesos a la autoridad monetaria, derivada de la devolución que no convalidó el Gobierno y sí esperaba el mercado.
En los primeros cuatro meses y medio del año la puja se mantuvo y la entidad monetaria que conduce Miguel Pesce sumó otros 10.000 millones de pesos. Estas operaciones le permitieron el Central regular el mercado de cambios sin sacrificar las alicaídas reservas y ganar en pesos. Estos pesos se computan como absorción monetaria. Las operaciones en el mercado rosarino de futuros (Rofex) se pactaron para diciembre próximo con un dólar a 119 pesos, levemente por encima de los 102 que planteó Guzmán en la Ley de Presupuesto de este año.
Los precios récord de la soja y el maíz colaboraron con la estrategia. En el primer cuatrimestre se casi duplicó el ingreso de divisas del sector oleaginoso y cerealero. Según cifras del sector, en el primer cuatrimestre del año se liquidaron 9755 millones de dólares, un 94,4 por ciento por encima de los 5017 millones de igual período del año pasado. Con un nivel de consumo interno todavía retraído y un dólar calmo, el país acumuló en el primer trimestre (último dato disponible) un superávit en de 3800 millones de dólares; es decir, no se está perdiendo el ingreso por un aumento desproporcionado de importaciones.
En la cuenta fiscal, las cifras de ejecución presupuestaria al primer trimestre del año evidencian un déficit primario financiero de apenas el 0,5 por ciento del Producto, lejos del 1,3 por ciento del mismo periodo de 2020, previo a la pandemia. Hubo un incremento exponencial de los ingresos tributarios en la primera y un recorte en términos reales del gasto corriente.
La expansión de la base monetaria se redujo a un tercio respecto del año pasado, cuando la inversión social durante la primera ola de contagios de COVID-19 disparó la impresión de pesos a un ritmo de 60 por ciento anual. Actualmente, se ubica en torno al 20 por ciento, por debajo de la inflación.
En lo que va del año, el Central asistió al Tesoro en 190.000 millones de pesos, un 63 por ciento menos que los 522.000 millones aportados en 2020. La emisión de pesos es mirada por los economistas más conservadores como la principal --para algunos la única-- causa de la inflación. Para evitar estas asistencias, el Tesoro logró financiamiento en el mercado. En lo que va de este mes ya consiguió 44.800 millones de pesos de fondos extras. En abril, a través de sus licitaciones en el mercado, había finalizado con un endeudamiento neto de 58.250 millones de pesos.
Entonces, ¿por qué suben los precios?
Los precios arrojaron en abril una nueva suba mensual por encima del 4 por ciento, donde los alimentos y las bebidas volvieron a aumentar por encima del promedio.
No puede adjudicarse a la puja salarial las presiones inflacionarias, ya que el año pasado y en lo que va de este corrieron por detrás de los precios. En el 2020 la inflación fue de 2,6 por ciento mensual y los salarios crecieron a razón de 2,4 por ciento mensual. Según el INDEC, en marzo los salarios del sector privado registrado registraron un alza de 31,5 por ciento, frente una inflación de 42,6 por ciento.
Tampoco se sintió aún el peso del ajuste de tarifas que tendrá lugar a partir del mes próximo, siendo el principal motor --junto con las constantes devaluaciones de las moneda en un contexto de fuga de capitales-- de la inflación durante el macrismo. El precio del petróleo siguió al igual que entonces, impactando en el combustible, lo que encarece los costos logísticos y el transporte. Según cifras de la federación de transporte, los costos por incremento del gasoil crecieron 6,6 por ciento y acumula un 30 por ciento en lo que va del año.
La debilidad del dólar a nivel global encarece el precio de las materias primas y, para el interés de la Argentina, principalmente de los agropecuarios. El traslado de la suba de los granos se traslada de manera directa en los precios de los alimentos, ya sea como costo por insumo directo (aceites) o indirectos (alimento para proteína animal). Los aumentos en carne, pan y leche volvieron a poner en el centro de escena la discusión sobre algún mecanismo de desacople, ya sea a través de retenciones segmentadas o cupos para garantizar el abastecimiento interno.
El otro eslabón de la cadena de causas de la inflación es el comercio y distribución. El 85 por ciento de las ventas está concentrado en las manos de un puñados de grandes cadenas de hipermercados (Carrefour, Cencosud, Coto, La Anónima, Nexus Partners, Walmart y el grupo Casino). Estos tienen la capacidad de fijar precios y niveles de ganancias por encima de la media del resto de la cadena comercial.
El titular de la cámara de empresas alimenticias, prontamente ungido para conducir la Unión Industrial, Daniel Funes de Rioja, admitió que en los productos frescos las oscilaciones en los precios es más evidente, situación que atribuyó al componente de insumo importado en los costos de producción. Lo cierto es que, pese a verse variables macroeconómicas más ordenadas, los precios siguen traccionados por grupos concentrados que monopolizan la comercialización y multiplican, solo en el rubro de alimentos agropecuarios, en hasta diez veces el precio que recibe el pequeño productor respecto de lo que luego exhiben en la góndola.
En el listado de causas múltiples que explican la inflación y en el actual contexto de crisis sanitaria y cuentas públicas más ordenadas que muestra el país, la especulación y la influencia de los grupos concentrados deberían ser atacadas con la misma tenacidad.
La aplicación desde este fin de semana de la Ley de Góndolas permitirá evitar el abuso en la remarcación al menos en un reducido número de productos que definió como esenciales. Pero se requiere de un trabajo profundo para conocer la estructura de costos de las empresas y limitar los abusos por posición dominante. Si no, no hay ajuste que alcance.