Cómo parece estar convirtiéndose en una práctica habitual, primero lo deslizó el ministro de Economía, Luis Caputo, y luego el vocero presidencial, Manuel Adorni, la inflación que se comunicará este jueves sería nuevamente de un dígito, en torno al 5 por ciento mensual. Son varias las consultoras que coinciden con la proyección de esta tendencia, aunque también con el altísimo costo de haber bajado de un 25 por ciento de inflación, auto-infringida por la devaluación que aplicó este Gobierno, a niveles previos a asumir: una recesión sin parangón y un consumo que se ubica en niveles de la última crisis de 2001-2002.
Un informe del Instituto de Estudios de Consumo Masivo, que incluye a las principales cadenas de proveedoras mayoristas entre sus clientes, estimó que la inflación se ubicará en 4,8 por ciento, pero esa retracción se debe principalmente a que el consumo hoy se ubica en los mismos niveles de 2002, en medio de la peor crisis socio económica que hasta ahora tengan memoria los argentinos.
El director ejecutivo de INDECOM, Miguel Calvete, sostuvo que “la deflación en los precios de la mayoría de los rubros alimenticios se debe fundamentalmente a la desaceleración del consumo (con niveles similares a marzo de 2002) producto de la caída de los salarios reales, que presiona inevitablemente a la baja de los precios”. De acuerdo con los informes realizados por consultoras, universidades y fundaciones, cuatro de cada diez hogares tienen menos comida en su mesa, dejan de pagar servicios básicos y se endeudan para sobrevivir. Esto se condice con una caída del 40 por ciento en el consumo masivo.
Esta realidad en la mesa de los argentinos es la que le permite a Caputo mostrar una baja considerable en alimentos de la canasta básica, según el estudio. El estudio de INDECOM detalla que mayo registró una inflación general del 4,8 por ciento, casi la mitad de la registrada en abril (8,8 por ciento), cuando ya se había iniciado el proceso de licuación de ingresos de los hogares que determinó la caída en las ventas. Los datos surgen de un estudio realizado por esa entidad de estadísticas de consumo mediante información escaneada de mercadería de unos 28.754 tickets entre 2.230 puntos de venta de todo el país, entre el 1 y el 31 de mayo e incluye a clientes de la talla de Clorox, Quilmes, Roche, Procter&Gamble, Unilever, Mondelez, Beiersdorf, Nestlé, Coca Cola y Famacity.
Ya en abril, Calvete había advertido que “el proceso de deflación en alimentos se debió a la desaceleración del consumo”. En el caso de mayo, según el informe, al desagregar los productos de la canasta básica de alimentos que más se venden, en categorías como aguas gaseosas, desayuno (infusiones, yerba) y almacén (farináceos, aceites, lácteos, entre otros), la medición arrojó una suba de un 4,6 por ciento.
El estudio señaló que la inflación núcleo (la cual mide los índices de precios al consumidor sin tener en cuenta la estacionalidad ni los servicios y tarifas reguladas) ya logró ubicarse en un 3,8 por ciento, pero con varios de los aumentos de tarifas pateadas para los meses siguientes. A modo de ejemplo, el informe detalló que tomando referencias promedio, en el caso de los lácteos un sachet de un litro de leche (Armonía) pasó de 1.200 a 1.250 pesos (4 por ciento), un queso crema de primera marca de 290 gramos subió de 3.070 pesos en abril a 3.150, en mayo (3 por ciento).
En el caso del kilo de asado en tira, pasó 6.500 a 6.800 pesos (4,4 por ciento), el azúcar, de 900 a 960 (6,3 por ciento), mientras que el kilo de banana ecuador subió de 1.920 a 2.000 (4 por ciento) y el de pan, de 1.900 a 2.000 (5 por ciento) en el mismo período. “Hay deflación en varios productos pero la carne no cede”, advierte Calvete desde abril.
Desde CAME coinciden con el diagnóstico de consumo: las ventas minoristas volvieron a caer en mayo, un 7,3 por ciento, y acumulan en el año una contracción del 16,2 por ciento, mientas en las ventas en las grandes cadenas cayeron 11 por ciento interanual.