La inflación se desaceleró en enero, pero a costa de vivir como en la pandemia

La desaceleración inflacionaria se consiguió a costa de un dólar artificialmente planchado, un superávit fiscal engañoso, un desplome histórico del consumo y una pausa en los ajustes de tarifas.

14 de febrero, 2025 | 00.05
La inflación se desaceleró en enero, pero a costa de vivir como en la pandemia La inflación se desaceleró en enero, pero a costa de vivir como en la pandemia

La inflación marcó un 2,2 por ciento en enero y el Gobierno no reparó en elogios para celebrar la desaceleración en la suba de precios que consiguió a costa de un dólar artificialmente planchado, un superávit fiscal engañoso, un desplome histórico del consumo y prórrogas en los ajustes de tarifas. De todos modos, el equipo económico que conduce el ministro Luis Caputo pudo vanagloriarse con alcanzar el menor registro de suba de precios de la gestión Javier Milei. También tuvo el tupé de comparar el dato con la inflación que se registró en plena pandemia, cuando casi la totalidad de la actividad estaba paralizada y las tarifas –en un contexto de pérdida de ingresos de los hogares por la cuarentena para hacer frente al arribo del COVID- se habían congelado. La comparación es arbitraria pero, en el fondo, podría decirse que responde a los mismos factores pero es distinta la enfermedad.

El IPC Nacional registró una variación de 2,2 por ciento en enero, confirmando la continuidad del proceso de desinflación. De esta manera, la inflación mensual fue la más baja desde julio de 2020”, resalta el punteo que enviaron desde el Palacio de Hacienda a los periodistas económicos, que suele mandarse para marcar la pauta de lo que el Gobierno pretende que los medios afines destaquen en su información. El dato no es erróneo (como otros que suele difundir la administración libertaria) pero merece un mejor análisis. Se trata del nivel más bajo desde el desplome que implicó la pandemia.

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La comparación deja en claro que para bajar la inflación a los niveles actual, y bajo las mismas condiciones estructurales –aunque el Presidente hable de cambios en la productividad para justificar el atraso cambiario—, se realizó bajo un modelo recesivo cuyos resultados son sólo comparables con los que suelen exhibirse en una guerra o, como en el 2020, una pandemia.

Durante la pandemia el consumo estaba freezado (incluso hoy es más bajo) por la prohibición a circular y por el cierre de comercios e industrias y las tarifas habían sido congeladas para acompañar a la población que había visto interrumpido su normal flujo de ingresos. Hoy la recesión fue auto-infligida para frenar la inflación, el dólar se mantiene controlado, los salarios se mantienen como ancla de los precios y el ajuste de tarifas fue pausado para amortiguar la suba de precios que explicó la inflación de las últimas semanas.

Son los ingresos

La parálisis en el consumo explica la baja en la inflación, pero la desaceleración no tiene como respuesta una mayor demanda. El consumo en las grandes cadenas de supermercados volvió a desplomarse en enero, mostrando que la actividad económica sigue sin recuperarse en el inicio de 2025 y pese a la comparación con un pésimo mes en el año anterior. Concretamente, las ventas en los supermercados cayeron en enero pasado un 7 por ciento interanual, según publicó el periodista Javier Slucki para El Destape con fuentes del sector. Esto se debe a la pauperización de los ingresos que impacta en una baja en el consumo, a pesar de que algunos precios “aflojen”.

El aumento de los alimentos volvió a estacionarse cerca del 2 por ciento mensual después de bajos registros en octubre y noviembre. “Estuvo sustentado en parte por el aumento de la carne vacuna, que durante el mes de enero aumentó un 7,8 por ciento intermensual y que lleva en los últimos dos meses un acumulado de un 17 por ciento. Otro producto que subió este mes fue la cerveza, mientras que siguieron bajando algunas frutas y verduras, como la papa y la lechuga. Este aumento implicó que el valor de la canasta básica alimentaria para un adulto sea de 137.000 pesos mensuales aproximadamente y poco más de 420.000 pesos para una familia de 4 integrantes”, explicó el economista Gerardo Sánchez, asesor de la Fundación COLSECOR.

“Por su parte, la inflación de servicios fue del 3,8 por ciento en febrero y navega en torno a 4 por ciento mensual en los últimos cinco meses”, destaca la consultora lcg. El ajuste constante en algunos regulados contribuye a este nivel, pero lo cierto es que el mayor aporte viene de una inercia en no transables que no termina de quebrarse. Distintamente, la inflación en bienes, ancla cambiaria mediante, perforó ya el 2 por ciento mensual hace tres meses y en febrero se ubicó en 1,5 por ciento.

En este punto se vuelve a los problemas metodológicos que tiene la medición de la inflación, según se considere la estructura del gasto de los hogares medida según la ENGHO 2004/05 (que utiliza actualmente el INDEC) o la ENGHO 2017/18. En la primera, los servicios representan 34 por ciento de la canasta en tanto que en la versión actualizada casi 59 por ciento. Si se ajustasen esas ponderaciones, la inflación de enero hubiera sido 2,8 por ciento mensual.

Febrero se presenta con aumentos por encima de los esperados inicialmente. La suba significativa en carnes tracciona a la inflación de alimentos y termina moderando los efectos del refuerzo del ancla cambiaria que representa la decisión de recortar el crawling del 2 al 1 por ciento mensual. “Con una visión de más largo alcance, podemos decir que, con la creciente percepción de atraso cambiario, la reducción del crawling podría terminar perdiendo eficacia, toda vez que aumentan las expectativas de devaluación”, concluye lcg. Además, todavía restan precios relativos por corregir (el Gobierno acaba de suspender el aumento del 12 por ciento para electricidad y el dólar volvió a los niveles de noviembre 2023 medido en términos reales).