La última medición del INDEC arrojó un 3,9 por ciento de inflación para enero, pero la misma fue más alta para alimentos y bebidas, que alcanzaron un 4,9 por ciento. Se trató, en definitiva, de un capítulo más de lo que viene sucediendo en los últimos cinco años, en los que los alimentos corren por encima incluso de la alta inflación, al punto que cada vez ocupan un lugar más preponderante en los ingresos de los trabajadores.
Así se deprende del último estudio del Observatorio para el Desarrollo Provincial (ODeP), una ONG conformada por profesionales de múltiples disciplinas que se desempeñan tanto en el sector público como privado, el cual se focaliza en el peso de los alimentos sobre el ingreso de los trabajadores. En efecto, desde este espacio señalan que la Canasta Básica Alimentaria pasó de representar, dentro del salario, un peso del 25 al 27 por ciento entre los años 2016 y 2018 a otro de entre el 30 y el 33 por ciento entre los años 2019 y 2021.
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El fenómeno tiene implicancias internacionales, como los son el boom de las materias primas experimentado desde mediados del 2020, que encarecieron los alimentos en todo el mundo, como también locales, como lo fue la apuesta del macrismo de disminuir y quitar retenciones para reacoplar los valores de los alimentos a los precios internacionales así como bajar los salarios para ganar competitividad, o de las políticas focalizadas del Frente de Todos, que utilizó como principal estrategia los “Precios Máximos” durante 2020 para luego abandonarlos y profundizar el programa “Precios Cuidados” sobre algunos productos y por tiempo limitado, lo cual se demostró poco efectivo para frenar el creciente peso de los alimentos en el salario de los trabajadores.
Con todo, el estudio indica que el 2021 fue el primero de los últimos cuatro años en los que el salario registrado, percibido por el 65 por ciento de la masa laboral activa compuesta por 18 millones de trabajadores, creció por encima del precio de los alimentos y bebidas, pues si bien fue en un magro tres por ciento, la cifra fue positiva en relación a 2018, donde cayó un 20 por ciento; ante 2019, en el que cayó un 12 por ciento; y frente a 2020, donde tuvo bajas del 4 por ciento.
Asimismo, según señala el informe, durante el actual gobierno, siete de los ocho rubros de alimentos y bebidas tuvieron un menor incremento de precios que durante los últimos dos de la alianza Cambiemos, período en el cual dos de cada tres meses llevaron a caída del poder adquisitivo del salario frente a los alimentos.
Salario Mínimo
Posiblemente el punto más delicado en el peso de los alimentos sobre el salario, se relacione al estudio sobre el salario mínimo vital y móvil (SMVM) que actualmente se sitúa en 32.616 pesos. Sucede que si bien el encarecimiento de los alimentos compromete a todas las familias de clases medias para abajo, en los segmentos más vulnerables la situación puede llevar situaciones de hambre.
Si bien se calcula que menos del diez por ciento de los 12 millones de trabajadores argentinos registrados recibe un salario mínimo, se asume que el mismo actúa como referencia en los pagos de los seis millones de trabajadores que se desempeñan en el sector no registrado de la economía, además de vincularse directamente con el programa social Potenciar Trabajo para 1.200.000 trabajadores, quienes cobran el 50 por ciento de este salario.
En este aspecto, mientras que para 2016 el 77 por ciento del salario mínimo permitía adquirir una canasta básica alimentaria, en la actualidad su costo incluso supera, en un 3 por ciento, a la de un salario mínimo. Aun así, el 2021 fue el primer año dentro de los últimos cinco en los que los salarios mínimos pudieron ganarla al aumento de los alimentos, concretamente en un 5 por ciento, luego de sufrir pérdidas del 23 por ciento en 2018, 7 por ciento en 2019 y 16 por ciento en 2020.
El creciente peso de los alimentos por sobre el salario plantea como principal problema el hecho de afectar la salud física y psicológica de la población más vulnerable. Pero además, la mayor proporción destinada a alimentos se resta al consumo de otros productos que dinamizan una economía que, en un 70 por ciento, depende del consumo interno.
Según afirman desde el ODeP, resulta “imperiosa una efectiva política de ingresos y precios que permita recuperar el poder adquisitivo del salario” ya que por delante se encuentra “el desafío de que el crecimiento esté acompañado por una mejora real en los ingresos de los trabajadores”, pues “sin recuperación del poder adquisitivo de la población tampoco podrá consolidarse la recuperación económica”.