El Ministerio de Economía se ilusiona y adjudicó la baja de la inflación en alimentos en mayo a una razón clara: el fin del efecto de la sequía. Sin embargo, a pesar de los pronósticos de aumento en la producción agraria para los próximos meses, los especialistas señalan que existen otros factores que pueden influir en que el rubro siga mostrando elevados índices de precios en el segundo semestre.
La inflación por fin comenzó a desacelerarse en mayo por primera vez después de seis meses. El 7,8% que reveló el IPC del Indec la semana pasada, frente a un 8,4% en abril, se explicó en buena medida por una significativa merma de la suba de precios en los alimentos, que pasó del 10,1% al 5,8%.
Economía precisó que esto se debió a una fuerte desaceleración de la carne, que aumentó solo un 1,6%, al igual que de las verduras, que subieron 7,6% frente a más de un 20% en abril. A ello se le sumó la caída en los precios de las frutas, que bajaron un 3,2%.
La causa, para el viceministro Gabriel Rubinstein, fue que “hubo un quiebre de tendencia respecto de los efectos de la sequía iniciada a fines de 2022”, según un comunicado que emitió la Secretaría de Política Económica que encabeza.
Si la sequía está de salida e impactará cada vez menos en los precios alimenticios, la cuestión es si este escenario puede impactar positivamente tanto a nivel productivo en el agro como, a consecuencia, en los precios del sector. Más aún, si este nuevo contexto climático, dada la fuerte incidencia de los alimentos en la inflación general, puede llevar a una progresiva desaceleración inflacionaria durante los meses de campaña electoral.
La producción en el agro tras la sequía
De hecho, el agro ve un panorama positivo en la producción del segundo semestre. Esto se ve, para empezar, en las previsiones para la siembra de trigo, insumo que, a través de la producción de harina, es clave en la generación de precios en una amplia gama del sector alimentos.
Más allá del ansiado fin del fenómeno de La Niña en marzo, este cereal se vio beneficiado por las elevadas lluvias de mayo en la región central, que llevaron la previsión de siembra a 5,6 millones de hectáreas, un número solo un 5% menor que las 5,9 millones de 2022-2023, según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). Se superó así el escenario catastrófico de una posible merma de siembra de 1 millón de hectáreas.
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De este modo, la BCR estimó que habrá una cosecha de trigo 2023-2024 de 16,2 millones de toneladas, un número que, si bien es históricamente bajo, sería un 40% superior a la cosecha 2022-2023.
En cambio, todavía es temprano para estimar los números de la próxima cosecha de soja, un grano de poco impacto en el mercado interno pero fundamental en la obtención de dólares de parte de los productores, parte de los cuales luego pueden volcar a otros cultivos o a ganadería.
Aun así, los analistas económicos del sector agro entienden que este año El Niño tendrá una de las mayores intensidades de las últimas décadas y que, por lo tanto, favorecerá enormemente la siembra tanto de soja como de maíz, por lo que prevén una muy buena cosecha de estos cultivos.
Los precios de los alimentos para el segundo semestre de 2023
El agro, entonces, ofrece un panorama auspicioso para el próximo semestre tanto en relación a la disponibilidad de harina de trigo como de dólares por la exportación sojera. Sin embargo, los economistas dudan de que estos factores, por sí solos, puedan redundar en una baja de la inflación en alimentos.
"Si la economía sigue experimentando alta inflación, es probable que los precios de los alimentos se mantengan alineados con el resto. Por lo tanto, a menos que se implemente un plan consistente de desinflación, es prematuro esperar una reversión significativa de la dinámica inflacionaria por sí sola", opinó al respecto Florencia Iragui, economista de LCG.
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Además, en una aparente paradoja, la sequía favoreció que los precios de la carne se mantuvieran relativamente bajos, ya que, debido a la falta de forraje, "provocó una liquidación de vacas no preñadas, lo que mantuvo los precios bastante bajos", explicó Sebastián Menescaldi, de la consultora Eco Go.
Este escenario "probablemente se dé vuelta y tengas un aumento del precio de la carne durante los meses de invierno, con lo que no veo que la tendencia de los precios de los alimentos baje. Aunque sin los niveles de abril, como mínimo va a mantener un piso del 7 o 7,5%", añadió el economista.
Martín Epstein, del CEPA, en cambio, vio algunos indicadores auspiciosos, pero aclaró que estos estarán sujetos a otras variables, como el nivel de reservas: "Ya sea por el lado del fin de la sequía como plantea Rubinstein, situación que deberá constatarse en el tiempo, como por el lado de la momentánea calma cambiaria, la clave para pensar el escenario inflacionario en el segundo semestre sigue girando en torno a la disponibilidad de reservas como variable para lograr reducir presiones de mercado y despejar las tensiones devaluatorias".