El combustible, cada vez más caro, tiene una incidencia mayor en la inflación que lo pensado

Solo para la medición de enero del índice de precios explicado por combustibles representó un alza de 26,3%. Su impacto, según relevamientos históricos implica un adicional de 4 por ciento por cada punto de suba de los combustibles en el índice minorista.

16 de febrero, 2024 | 00.05

En las últimas semanas se revisitaron distintos análisis sobre los factores que explican los altos niveles de inflación y cómo se retroalimentan. La devaluación de shock de más de un 50 por ciento de la moneda es un factor que explica en gran medida la aceleración de los últimos meses, pero en la misma sintonía se ubica la liberación –con actualización de impuestos—sobre los combustibles, que agregan de forma directa e indirecta. Solo para la medición de enero del índice de precios, representó un alza de 26,3 por ciento. Su impacto, según relevamientos históricos (que habría que actualizar) implica un adicional de 4 por ciento por cada punto de suba de los combustibles en el índice minorista.

Además de su impacto directo, que recoge el rubro Transporte, donde la suba en combustibles eleva los costos logísticos y del transporte privado y público, el petróleo es un insumo para otros productos, como detergentes, plásticos, fibras sintéticas y pinturas. De hecho, en enero de este año los productos de higiene -muchos derivados del petróleo- subieron hasta un 65,3 por ciento mensual.

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A principio de mes, el Gobierno aumentó parte del impuesto a los combustibles que incide directamente en el valor de la nafta y el gasoil, y difirió en tres meses otra parte. Según el cronograma se pasó al 1 de marzo, 1 de abril y 1 de mayo próximos. También subió el precio que pagan las petroleras por el biocombustible. Por lo tanto, los precios en surtidor de la nafta y el gasoil de YPF, Shell, Axion y Puma Energy subieron 6 por ciento en promedio. En enero, las petroleras ya habían aplicado un aumento de alrededor del 27 por ciento, que se suma a los incrementos de 30 y 37 por ciento dispuestos en diciembre, luego de que el gobierno de Javier Milei desregulara todo control sobre el sector.

En menos de 30 días la nafta súper de YPF trepó 131 por ciento, la premium 124 por ciento, el gasoil común 130 por ciento y el gasoil premium 117 por ciento. El año pasado, luego de las PASO del 13 de agosto, el gobierno permitió una suba de 12,5 por ciento, acompañando la devaluación que aplicó el entonces ministro de Economía Sergio Massa y luego negociar hasta el 31 de octubre un congelamiento. Las versiones premium de nafta y gasoil quedaron ya cerca de los mil pesos en la Ciudad y superaron esa barrera en ciudades del interior.

Si bien la premisa oficial es la liberalización de los precios, pese a ser un país productor y tener valores diferenciados, hasta que iguale los valores de la región, el impacto en las ventas de combustibles y derivados podría hacer naufragar esa idea. Desde diciembre las ventas de naftas y gasoil cayeron entre 15 y 20 por ciento, mientras que los productos de consumo masivo (de higiene) se dispararon un 26 por ciento en enero y las compras se desplomaron un 18 por ciento.

Cuando aumenta el combustible, como consecuencia se incrementan los precios tanto del transporte público como de los fletes. A su vez, aumenta el costo de traer los alimentos, y por ende, suben los precios de este rubro. Esto genera el incremento de la canasta básica total, y por ello, las líneas de pobreza e indigencia pegan un salto. Por su parte, el valor de los combustibles es determinante para la economía en general, no solo por el impacto directo en los precios en las estaciones de servicio, sino también por el efecto indirecto en la gran mayoría de los bienes y servicios que lo utilizan como insumo. El incremento del combustible disparó también las alertas en las empresas de transporte, ya que se trata de un insumo básico para la actividad.

De acuerdo con un informe de YPF, la incidencia del petróleo en la vida cotidiana es elevada y en algunos casos impensada. Los usos más comunes –o no tanto—son: 1) es el producto más utilizado por el transporte (combustible); 2) el diésel se obtiene de refinar el petróleo crudo (camiones, maquinaria para carreteras, autobuses y trenes); 3) detergentes: todos los detergentes sin jabón para lavar vajilla o ropa son derivados de petróleo; 4) plásticos: están hechos de productos petroquímicos; 5) fibras sintéticas: el polyester, el nylon y los acrílicos (alfombras, cortinas, cuerdas y ropa); 6) caucho sintético: neumáticos y suelas de goma para zapatos; 7) calefacción por gasoil; medicinas: el ácido acetilsalicílico, el ingrediente activo en numerosos medicamentos para aliviar el dólar, como la aspirina; 9) fertilizantes y pesticidas: tienen como base el amoníaco, que procede del gas natural; 10) pinturas plásticas; 11) aditivos alimenticios y 12) maquillaje.

De esta manera, a la liberación de precios se sumará otro cálculo que deberán hacer las refinadoras cada mes. La apreciación prometida por el ministro de Economía Luis Caputo, del 2 por ciento mensual, para el dólar oficial, el incremento en el precio internacional del petróleo y el camino que propuso el Gobierno hacia el precio interno de paridad de importación. Esto seguirá presionando en la inflación de los próximos meses e impacto en productos derivados antes mencionados.

Enero nos dio una muestra del doble impacto de la devaluación y la suba del combustible. El detergente líquido se disparó en un solo mes 46,4 por ciento, el desodorante, 47,6 por ciento y los pañales descartables, 65,3 por ciento, por brindar algunos ejemplos de productos que tienen algún componente derivado del petróleo que recoge el índice de precios minoristas del INDEC.

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