El entramado productivo nacional enfrenta un escenario que combina dificultades para sostener la producción y para el acceso a insumos, un consumo doméstico en caída libre y una mayor flexibilización importadora de productos finales. En ese marco, entre los sectores más perjudicados, crece la alerta en la industria textil y del calzado -con gran presencia de pymes industriales- que arrancaron el año con más del 60% de sus recursos ociosos (niveles similares a la pandemia), una baja en torno al 30% en las ventas, y la reciente flexibilización en los controles aduaneros para la importación de productos del sector. Así las cosas, las proyecciones indican que el contexto de recesión continuará en lo que resta del año, con posibilidad de que, en los próximos meses, la destrucción de empresas y empleos en estas industrias sea mayor.
De acuerdo a datos oficiales, el nivel de producción industrial del primer bimestre de este año mostró una contracción de dos dígitos, con costos en alza a la par que cae el volumen de las ventas internas debido al creciente deterioro en el nivel salarial de la población que toca niveles similares a la crisis del 2021, afectando la demanda y la actividad de sectores mano de obra intensivos.
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Hay que recordar que, a lo largo del tiempo, estas actividades productivas padecieron las consecuencias de modelos económicos que incentivaron la apertura indiscriminada de importaciones y la desprotección de lo producción, así como provocaron una crisis de ingresos y de demanda, tal como sucedió en la última dictadura cívico-militar, en los años ’90 y entre 2016 a 2019, con pérdida de puestos laborales y de fábricas argentinas. En el presente, esas recetas para nada novedosas, amenazan con volver a poner en jaque a la industria nacional.
Impacto del programa libertario
La industria cerró el 2023 con un desempeño a la baja que interrumpió el periodo de recuperación iniciado luego de la pandemia por Covid-19. En diciembre, la actividad cayó 8,3% con respecto a un año atrás y en el promedio anual tuvo una variación de apenas 0,3%, en una coyuntura marcada por la profundización de las dificultades para sostener la producción, el impacto negativo de la suba de precios en las ventas internas, menores exportaciones en sectores clave, y bajas en el nivel de empleo. En 2024 el derrotero a la baja continuó (enero -12,2%; febrero -9,9% interanual) alcanzando nueve caídas consecutivas y acumulando en el primer bimestre de 2024 una disminución de 11,1% respecto de 2023, según datos oficiales. A su vez, las proyecciones anticipan un panorama complicado para los próximos meses tanto en la producción como en la demanda, mientras la inversión bruta interna acumuló en dos meses una contracción del 13,3%, según la consultora Orlando J. Ferreres. Asimismo, en el inicio del año, la utilización de la capacidad de la industria se ubicó en 54,6%, siendo el peor enero de la serie histórica, a la par que el 21% de las empresas redujo su dotación de personal, y se suceden anuncios de vacaciones anticipadas y suspensiones de personal que aumentan la preocupación sobre el incremento del desempleo este año.
En lo particular, el rubro Productos textiles se contrajo en enero 9,5% interanual, según el último informe de evolución industrial del Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA), al tiempo que la actividad mostró una caída del 8,8% comparada con 2019, y que escala a 40,3% frente a 2015 y a 47,4% respecto del año 2011. La medición del IPI-INDEC relevó, por su parte, una contracción acumulada del 7,9% para febrero de este año en tanto que, en el caso de Prendas de Vestir, Cuero y Calzado, la caída asciende al 13,3%. Respecto del empleo asalariado del sector privado, Textiles, confecciones, cuero y calzado registraron en diciembre unos 13.887 puestos menos comparado con el máximo en octubre de 2013 (-13,4%) estando entre los niveles más bajos de los últimos años. A su vez, el uso de la capacidad instalada sectorial se ubicó en enero en 36,7%, niveles similares a la primera mitad del 2020 con la crisis de la pandemia.
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En este marco, a la par del duro escenario productivo aparece la crisis sostenida del consumo producto de la reducción de las ventas en los comercios, ya que las familias empiezan a comprar en menor cantidad o directamente a descartar algunos consumos. De acuerdo con el último dato de ventas minoristas que elabora la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en marzo la comercialización cayó 12,6% interanual y acumula en el primer trimestre una baja de 22,1%. “Los comercios están atravesando meses delicados, con pocas ventas y subas de costos. Especialmente en marzo fue notorio el incremento de precios en los servicios públicos. Aquellos locales más intensivos en el uso de energía, vieron saltar las cifras en sus boletas de luz”, indicaron desde la representación empresarial y analizaron que “hay incertidumbre sobre cuánto durará la recesión y por eso prevalece la precaución al momento de comprar”.
En lo que respecta a Calzado y marroquinería, la entidad relevó que las ventas bajaron 5,9% anual en marzo a precios constantes y acumulan una caída de 16% en el primer trimestre del año. “Hubo muchas ofertas para poder vender y generar liquidez, pero igual la relación entre el valor del calzado y el ingreso aún resulta alta. El inicio del ciclo lectivo reactivó el calzado escolar y deportivo, que tuvo un mejor mes que en febrero, pero no mejor que marzo del año pasado”, expresaron desde el sector. Por su parte, en el caso de Textil e indumentaria, las ventas subieron 10,2% anual en marzo lo que permitió un incremento trimestral del 4,9%. Según entienden, “el inicio del ciclo lectivo reactivó a las tiendas orientadas a ese rubro. Sin embargo, lo que más marcó diferencias fue cierto congelamiento de precios y descuentos de altísimo impacto” a la vez que aclararon que el piso de comparación es muy bajo ya que “marzo del 2023 fue un mes malo para este ramo, el descenso había sido del 10,1% con respecto al 2022” y remarcaron que “hay temor en los locales de ciudades de frontera, especialmente con Chile, porque el tipo de cambio favorece a e los trasandinos”.
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En tal coyuntura las expectativas industriales en su conjunto muestran, en su mayoría, resultados desfavorables. Según datos de UIA, cerca de la mitad de las empresas relevadas en su última encuesta sectorial consideró que la demanda interna y la capacidad instalada disminuiría en el período marzo-mayo de 2024. Además, la proporción de industrias que vaticina una disminución en su dotación de personal y horas trabajadas cuadriplicó al grupo con proyecciones favorables. En textiles, se conoció al inicio del año la decisión de algunas firmas de disponer “suspensiones de personal concertadas en unidades productivas más afectadas”.
Realidad del sector textil y del calzado
El sector textil y del calzado, con sus diferentes eslabones y entramados en la cadena de valor, son parte clave del desarrollo de la industria nacional, la generación de puestos de trabajo y las potencialidades de exportación al mundo. Si se pone la lupa sobre la industria del calzado se observa que abarca a unas 1200 fábricas, principalmente micro, pequeñas y medianas empresas que ocupan a más de 50.000 personas en forma directa e indirecta (se encuentra entre los de mayor participación asalariada en el ingreso con un 42%), además de a unas 40 cooperativas registradas en el INAES. La cadena de valor involucra a los fabricantes de calzado, a proveedores de la industria, curtiembres, proveedores de textiles y sintéticos, proveedores de avíos, y a la cadena de comercialización, y geográficamente está concentrada principalmente en la provincia de Buenos Aires, con el 55% del empleo, seguido por CABA y Santa Fe, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Córdoba y Misiones.
“Somos un sector industrial pyme y de mano de obra intensiva, actualmente estamos en alerta y preocupados por la baja del consumo y la demanda de productos de lo que no estamos exentos y repercute en nuestras empresas. El consumo viene bajando considerablemente, a su vez tenemos el impacto de la estacionalidad”, dijo en diálogo con este medio Laura Barabas, gerente de la Cámara de la industria del Calzado (CIC). Según un informe de dicha entidad, “el sector mostró un gran crecimiento a partir de 2002, cuando se comenzó a revertir la evolución negativa sufrida durante los noventa. La producción nacional de calzado creció en forma continua hasta el 2012, estancándose posteriormente y mostrando un leve crecimiento en 2015. Los años siguientes registran una caída año tras año, retrocediendo de 111 millones de pares en 2016 hasta los 81 millones de pares en 2019”. Sin embargo, en 2021 con la recuperación de la actividad económica, logró una importante reactivación donde se destacaron “inversiones en nuevas líneas de producción, robotización de procesos, incorporación de nueva tecnología y reapertura de fábricas, marcando un incremento del 90,2% respecto a 2020”. En 2022 la tendencia positiva continuó, alcanzando un incremento del 22,1% respecto a 2021 y en 2023 la tendencia se mantuvo al alza en los primeros meses, aunque cerró el año con una baja acumulada del 0,2%, tendencia que se sostuvo en febrero de 2024 llegando al 13,4%.
En cuanto al consumo en el mercado interno, desde la CIC explicaron que “a partir del 2016, se quiebra la tendencia registrada hasta 2015 y el consumo se contrae los siguientes años”. El consumo aparente de calzado disminuyó a lo largo de todo el período con caídas anuales de entre 4% (2016) y 11% (2019), no obstante, con la reactivación en la post pandemia, y el fin de medidas de aislamiento, “se registró un aumento del 79% en 2021 llegando a los 139 millones de pares, explicando un consumo per cápita de 3,1 pares” De este modo, “en 2022, el 24% del consumo nacional se abasteció con productos importados, siendo el 76% restante cubierto con producción nacional”. A partir del 2003, sostuvo la recuperación, aunque como ya se mencionó, en el primer trimestre de 2024 acumuló una caída de 16%.
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Por su parte, la industria textil-indumentaria es una de las más antiguas de la industria nacional. Según un informe pormenorizado del sector elaborado por Fundar, la cadena textil-indumentaria “incluye no solo los eslabones industriales sino también al agropecuario y al comercial y genera el 2,8% del empleo de la economía: 539.000 personas ocupadas, de las cuales más de la mitad (293.000) trabaja en los eslabones industriales”. Además, el país tiene producción local en casi toda la cadena de valor, “en los eslabones primarios, produciendo fibra de algodón, lana de ovejas y de camélidos, y en los industriales, generando hilados, tejidos y prendas que se venden casi exclusivamente en el mercado interno”.
En relación con la cantidad de empresas formales, el Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (OEDE) registró 2619 empresas en el eslabón textil y 2647 en el de confección en 2021, lo que representaba en conjunto el 1% de las empresas privadas de Argentina. Sin embargo, “la gran cantidad de micro y pequeñas unidades productivas informales en la confección de ropa no captadas por las estadísticas oficiales implica que, de contarse las unidades productivas informales, dicho porcentaje sería, seguramente, mayor”, explicó el informe que destacó también el aporte al comercio exterior de bienes ya que “las exportaciones de productos textiles ascendieron a USD 438 millones durante 2022 (explicado, mayormente, por materias primas, como algodón y lana con escasa transformación). Mientras tanto, las exportaciones de productos de indumentaria fueron de USD 37 millones. Esos valores representaron el 0,5% y el 0,04% de las exportaciones totales de Argentina”.
En materia de empleo, el centro de investigación detalló que el eslabón de confección de ropa de Argentina genera mucho empleo independiente, tal es así que entre 2016 y 2022, el 41% de las personas ocupadas trabajó por cuenta propia. “Esta cifra, no solo casi duplica el promedio de la economía argentina (22%), sino que también ubica al sector como el de mayor nivel de cuentapropismo dentro de la industria manufacturera”, detallaron. No obstante, la contracara del alto cuentapropismo es una muy baja tasa de personas asalariadas (un 54% en confección contra el 74% del promedio de la economía). En relación, “como ocurre en muchos países del mundo, la informalidad laboral es un rasgo saliente del eslabón de confección. Entre 2016 y 2022, el 72% de las personas ocupadas en este eslabón tuvo un empleo informal, siendo uno de los tres sectores de la economía con mayor informalidad, solo superado por la construcción (80%) y el empleo doméstico (75%)”. Además, emplea mayoritariamente mujeres siendo “el 69% de las personas ocupadas en esta rama”. Por su parte, el eslabón textil posee una tasa de informalidad significativamente inferior (40%) y se caracteriza por mayor empleo calificado.
La ropa es uno de los principales bienes de consumo de la población argentina, sólo por detrás de alimentos y bebidas y transporte. La crisis de los ingresos en los últimos años -agravada en estos meses- no ha dejado exento al sector de una caída en sus ventas: “La devaluación de diciembre tuvo un fuerte impacto recesivo en el consumo. Tal es así que desde diciembre se observa una caída importante en las ventas del sector en torno al 30%. La principal razón se encuentra en la enorme pérdida que viene sufriendo el poder adquisitivo de la población, que en solo 4 meses disminuyó un 24% en el caso de los trabajadores formales”, señaló al ser consultada por este medio Nadia Schuffer, economista e investigadora del área de Planificación Productiva de Fundar. En relación indicó que “las proyecciones indican que el escenario de recesión continuará al menos en lo que resta del año y ya son más frecuentes los casos de despidos y suspensiones de personal”.
Apertura importadora y menos controles
El Gobierno nacional decidió, desde el inicio de su gestión, favorecer el ingreso de importaciones de productos terminados al país, tal el caso de alimentos y medicamentos, a lo que en estos días se sumaron cambios en los controles a ciertos productos que ingresan desde el exterior, entre ellos textiles y calzados lo que, aseguran desde dichos sectores, podría generar una “competencia desleal” que incline la balanza en contra de la producción nacional. En detalle, Economía puso fin a la obligatoriedad que tenían una lista de productos de atravesar el "canal rojo normativo", un control aduanero de inspecciones que según el oficialismo eran “excesivas” y “generaba costos y demoras”.
Al respecto, la representante de la Cámara de la industria del Calzado (CIC), indicó a El Destape, “somos sensibles a la apertura importadora, entendemos que a través del monitoreo y el mantenimiento de algunas pautas de ingreso por parte de los organismos es posible ir por buenos carriles, nosotros colaboramos con el monitoreo y la auditoría del ingreso de calzado tanto por el circuito formal como por el informal”, y agregó que los cambios en el control aduanero podría afectarlos en un contexto de crisis del mercado interno.
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Por su lado, desde la Fundación Pro Tejer, que agrupa a productores textiles del país, emitieron un comunicado en el que señalaron que la eliminación de controles aduaneros “va en el sentido contrario a preservar condiciones de justa competencia”. Según puntualizaron, “gran parte de esa mercadería proviene de Asia y es fabricada en países donde no se cumplen con mínimos estándares ambientales, las condiciones laborales son muy precarias y carecen de condiciones de seguridad e higiene. Además, Sudamérica es blanco de productos excedentes de temporadas pasadas del Norte, por lo que muchas prendas se importan a precios rebajados y por debajo de los valores de mercado”. Desde el sector creen que “el control físico de la mercadería en el canal rojo es complementario al resto de las medidas como antidumping o valores criterios, y necesario en un sector bajo amenaza constante de contrabando técnico e infracciones aduaneras. La importación desregulada de productos textiles genera, en la mayoría de los casos, competencia desleal”.
Al referirse a los cambios que se sucedieron en la administración comercial por parte de la gestión libertaria, la economista de Fundar consultada consideró que “el sector ha sido históricamente sensible a las importaciones, más aún en contextos de recesión en dónde el mercado interno, destino de más del 95% de la producción de este sector, se achica por la caída del consumo”. En este sentido, “las diversas medidas de apertura comercial, en un contexto recesivo, tendrán un impacto negativo en el sector, principalmente en el segmento formal, que es el más expuesto a la competencia importada. Es por ello que es probable que en los próximos meses veamos destrucción de empresas y empleos en esta industria, sobre todo en el segmento formal”.
Mismas recetas, mismos resultados
Los efectos de la actual recesión económica en este primer año de mandato de Javier Milei, ponen en alerta a los sectores productivos más dependientes del mercado doméstico. Según estimaciones privadas, el empleo privado terminará 2024 con una caída promedio en torno al 1%, que afectará sobre todo a las ramas de producción de bienes para el mercado interno y a los servicios transables, afectados por la pérdida del poder adquisitivo de los hogares.
En el caso del calzado, desde el sector recuerdan aún el golpe de la etapa 2016-2019, donde por la apertura importadora indiscriminada se perdieron unos 10 mil puestos de trabajo en esta industria, a lo que luego se sumó el impacto de la pandemia que profundizó la crisis. De acuerdo a datos oficiales, entre 2016 y 2020 el sector registró una de las mayores contracciones de la industria argentina, con una merma superior al 50% (más de 17.000 puestos de trabajo destruidos). En cuanto a las empresas del sector, la mayoría son micro, pequeñas y medianas (98,9%) de capital nacional y, en muchos casos, familiares. Entre 2016 y 2021, se registró una caída del 29% en la cantidad de empresas empleadoras formales (más de 400 firmas), alcanzando su valor más bajo con 991 empresas.
Por el lado de los textiles, según Fundar, “entre 1977 y 1981 la última dictadura militar abarató el dólar y liberalizó el comercio exterior, lo que estimuló el ingreso de una gran cantidad de productos extranjeros, en particular, de ropa. El salario real cayó deprimiendo aún más las ventas del sector y las subas de tasas de interés y el fin del crédito subsidiado al sector productivo incrementaron fuertemente los costos, afectando su rentabilidad”. Luego, en la década del ’90, se produjo también una ola liberalizadora, “la convertibilidad, la apertura comercial y la desregulación volvieron a fijar incentivos favorables para importar", y la informalidad laboral en esta industria se generalizó debido a la quiebra de los grandes establecimientos industriales y a la proliferación de los pequeños talleres informales. Cuando en 2016 se retomó la misma línea de políticas de aquellos años, se eliminaron los controles a las importaciones y se dejó de subsidiar el crédito al sector productivo, “las sucesivas devaluaciones de 2018 y 2019 aceleraron la inflación y generaron una marcada contracción del poder adquisitivo y el consumo local negativo para la actividad económica en general, aunque particularmente más intenso en la industria manufacturera y, dentro de ella, en textil-indumentaria”.
En el escenario actual, un documento de la consultora Ecolatina, advirtió que los sectores relacionados con la producción de bienes, con la demanda interna y más expuestos a la apertura importadora “sufrirán este año una recesión más pronunciada y posiblemente tengan pérdidas netas de puestos de trabajo". Se incluyen a "las industrias de bienes durables (maquinaria y equipo, aparatos eléctricos y electrónicos, equipos de transporte), las industrias asociadas al mercado interno (productos textiles, confecciones, cuero y calzado) y la construcción afectada por el recorte de la obra pública y el encarecimiento en USD". Estas ramas en conjunto representan el 12,5% de los puestos de trabajo formales.