El Producto Bruto Interno del conjunto de las economías que conforman el G20 creció 1,4 por ciento en el cuarto trimestre del año pasado respecto del período previo (julio-septiembre), lo que representa una desaceleración frente al 1,9 por ciento a ese tercer trimestre, según el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). A esta desaceleración se suman las presiones globales que generó en las últimas semanas la guerra entre Rusia y Ucrania: las pérdidas económicas y las necesidades de financiamiento tensarán aún más a una economía mundial a la que le cuesta recuperarse. Con la inflación global más alta de los últimos 40 años y los bancos centrales incrementando las tasas de interés para reducirla, la Argentina se encuentra en medio de un combo financiero explosivo que complicará sus aspiraciones de crecimiento de corto y mediano plazo. Las dos vías por las que vendrá el lastre de la crisis global serán el precio de los alimentos y de la energía y un menor comercio internacional.
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Si bien el intercambio comercial de la Argentina con Rusia y Ucrania no es significativo, las complicaciones pueden venir de menores compras al país de otras naciones como resultado de la desaceleración global. El saldo comercial con Rusia el año pasado pasado fue de 30,1 millones de dólares, derivado de exportaciones por un volumen total de 680,8 millones e importaciones por 650,7 millones. En el caso con Ucrania, el saldo fue 15,7 millones de dólares, derivado de exportaciones por 77,9 millones e importaciones por 63,1 millones, de acuerdo con el relevamiento del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
La mayor preocupación es lo que suceda con Brasil, principal socio comercial. Los principales destinos de las exportaciones argentinas fueron: Brasil, China, Chile, Países Bajos, India, Estados Unidos, Indonesia, Argelia, Perú y Marruecos, en ese orden, los cuales en conjunto acumularon el 53,4 por ciento del total de ventas externas. Con Brasil, el nivel de exportaciones ya se contrajo 14 por ciento en enero.
La economía brasileña creció apenas 1,2 por ciento en el último trimestre del año pasado, luego de caer 0,1 por ciento en el tercer trimestre, según la OCDE. Por su parte, la Argentina, durante los primeros nueve meses del año llevaba un crecimiento de 6,5 por ciento, siendo el dato del tercer trimestre (de 4,1 por ciento) el segundo más alto entre los países del G20. El año lo finalizó con una recuperación de 10 puntos porcentuales.
Mantener esta mejora de la producción requiere de inversión, tanto local como extranjera, y de un consumo que la sostenga. Para esto último es necesario que los ingresos de los hogares recuperen poder adquisitivo. Sin embargo, las tensiones externas, sumadas a cuestiones estructurales de la Argentina, complican ese objetivo.
"Las dificultades operativas y logísticas que causó la crisis del COVID-19 sobre la oferta global de bienes también jugaron un rol en el alza de precios, ya que la inflación inicialmente se mantuvo contenida. Pero, con la gradual normalización de estos cuellos de botella, la inflación se aceleró y emergieron preocupaciones respecto de su posible carácter permanente", señaló un informe de Ecolatina.
Por otro lado, la suba en las tasas de interés de las economías desarrolladas complicará el financiamiento de algunas empresas con acceso a los mercados internacionales, dado que se los países centrales se convertirán en aspiradoras de recursos ociosos, mientras que una desaceleración de la demanda también conspiraría contra las decisiones de los empresarios de aumentar su producción. Y solo restaría mencionar la monopolización de la producción de bienes de primera necesidad en el país. Ese es otro debate.
En ese escenario, el conflicto entre Rusia y Ucrania aceleró fuertemente la suba de los precios de los commodities, tensionando aún más el panorama inflacionario global. Desde Ecolatina estiman que "a corto plazo se espera que persista el problema inflacionario, pero que a mediano plazo el mercado descuenta que está bajo control. Aunque el mercado laboral luce sólido, el crecimiento futuro puede estar en riesgo", agrega la consultora.
Guerra Rusia - Ucrania y el impacto en la Argentina
En el frente externo podría ser una buena noticia, a medias. Según un relevamiento realizado por la consultora PxQ, ese diferencial respecto de las estimaciones previas a la guerra en los precios de granos y energía arrojaría un superávit adicional de 3101 millones de dólares.
"La respuesta ante el encarecimiento del gas difícilmente pueda funcionar en el corto plazo. La importación este año será elevada en los meses invernales, y el gasoducto desde Vaca Muerte recién será terminado en 2023. En cualquier caso, es difícil pensar que el saldo último en materia de dólares sea negativo. De mantenerse los precios actuales, el segmento agrícola debería más que compensar la fuerte suba en el GNL", coincide la consultora Sarandí.
"Según nuestras estimaciones, previo al conflicto estimábamos que gracias a los mejores precios los cuatro principales complejos agrícola, aun considerando una merma en los rindes de soja y maíz para la campaña 2021-22 respecto de la anterior, podrían compensar la mayor necesidad de divisas para satisfacer la demanda energética", se suma Ecolatina.
De todos modos, el precio de la energía sigue su escalada. La Secretaría de Energía había calculado para este año un precio medio de 25 dólares el BTU, incluyendo el costo de regasificación, el triple de lo pagado en 2021. La semana pasada tocó en Europa tocó los 100 dólares.
El propio ministro de Economía, Martín Guzmán, reconoció que con estos precios para el gas la reducción de subsidios acordada con el Fondo Monetario va a ser difícil de cumplir. El compromiso, que todavía se discute en el Congreso, es alcanzar una reducción del déficit un déficit primario del 2,5 por ciento del PIB en 2022, cayendo al 1,9 por ciento en 2023 y al 0,9 por ciento para el 2024, según la letra fina de uno de los memorándum de entendimiento.
"Las primeras proyecciones de daño consolidado sobre la producción estiman una afectación del 0,2 por ciento sobre el PBI global para este año, y del 0,7 por ciento sobre la economía rusa. Todo esto para un escenario de conflicto breve, no extendido en el tiempo. El primer efecto económico concreto lo dan las sanciones económicas aplicadas en el marco del conflicto bélico", señala un informe de la consultora Sarandí.
Vale recordar que los países del G20 cerraron 2021 con un crecimiento del 6,1 por ciento tras caer 3,2 por ciento el año anterior, a causa de la pandemia de coronavirus, según el informe de la OCDE.
"Mas allá de la duración de esta fase de la guerra, el impacto económico del conflicto se mantendrá por un largo tiempo. La crisis energética y el mayor déficit fiscal por el mayor armamentismo, impactarán en una mayor inflación. Evaluamos el impacto que la guerra provoca a nuestro país a través de dos canales: el comercio internacional y las finanzas", detalló el ex titular del Banco Central Alejandro Vanoli. "En este caso, vemos los impactos positivos y negativos en el resultado fiscal y en el sector externo. Globalmente hablando el impacto es negativo como ocurrirá en todos los países del mundo salvo los países petroleros", concluyó el economista.