Si analizamos los discursos en materia de gestión podemos observar la contraposición de dos modelos. El modelo privatizador impone la palabra gestión a secas, como si se tratara de un axioma, sin lugar a discusión, como si elegir la administración privada de los servicios públicos fuera en definitiva elegir “La gestión”, denostando la gestión pública como concepto y como medio. Tal afirmación es una trampa discursiva en la que sucumben muchas personas, que asocian la gestión con lo privado.
Resulta necesario refutar esa pretensión de denostar la gestión pública, llevar al plano real las definiciones políticas y estratégicas es un asunto fundamental de administración. Los planteos privatistas tienen su correlato en minimizar la presencia del Estado, delimitando el acceso a bienes y servicios solo para aquellos que puedan pagarlos. Un Estado activo en la gestión es la forma idónea para universalizar dicho acceso.
Cuando los propulsores de lo privado ponen énfasis en la eficiencia a lo que apuntan es a la maximización de ganancias de las corporaciones que se benefician de administrar servicios públicos, en desmedro de la integración social, es por ello que consideran ineficiente la implementación de políticas de desarrollo social y califican peyorativamente como “aumento del gasto público” las medidas de ampliación de derechos, pretendiendo generar en la opinión pública una sensación de despilfarro de recursos. En la Gestión Pública la eficiencia debe medirse en términos socioeconómicos, midiendo el alcance de las políticas que deben impactar en los sectores que tengan necesidades. Las decisiones políticas inciden en el bienestar de la población y la gestión pública es la encargada de su implementación, el diagnostico debe tener un plan de acción para transformar aquello que se pretende modificar.
La pandemia irrumpió luego de 4 años de gestión pública orientada al mercado, es harto conocido el resultado de esa administración. El Estado abandonó su rol integrador en favor del intangible mercado, dando como resultado un endeudamiento externo bochornoso para facilitar una fuga de capitales ruinosa para el interés público.
La pandemia ha puesto en escena ambos enfoques, es ilustrativo detenerse en la gestión del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. No es casualidad que al principio de la pandemia sus funcionarios, con solidez técnica y claridad política, hayan confrontado con los funcionarios del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sobre los pasos a seguir, estos últimos siempre ocupados en lo privado.
En dos años de gobierno, en pandemia y con severas restricciones financieras, la Provincia de Buenos Aires ha implementado acciones políticas de un Estado presente en términos socioeconómicos. Esta información es posible cotejarla en el sitio web de la Provincia. No se observa lo mismo en la gestión de CABA.
En materia de salud, se incorporaron 1.500 camas de terapia y 1.221 respiradores, fueron terminadas 125 obras y se incorporaron casi 9 mil profesionales en el área de salud. Sin olvidar, además, el notorio éxito en la implementación del plan de vacunación. En el plano económico, se han tomado medidas para amortiguar el impacto de la pandemia, se destacan el fondo especial para la reactivación del turismo y la cultura, el plan de impulso productivo, comercios abiertos, el plan provincial de insumos esenciales, entre otros. Es importante señalar la finalización de las obras para que los accesos a la costa bonaerense sean por autovías, incorporando 100 km en las rutas 11 y 56 (señalada como “la ruta de la muerte”) para que tengan calzadas con único sentido de circulación, esto antes del comienzo de la temporada estival.
En materia de educación, se han llevado adelante programas como escuelas a la obra y el programa de acompañamiento a las trayectorias y la revinculación. También se han incorporado docentes y auxiliares que no pudieron acceder a cargos lectivos previamente. De gran impacto ha sido también el Servicio Alimentario Escolar, que triplico la inversión alcanzando a casi dos millones de niños y sus familias, mejorando además la calidad de los alimentos.
En lo sucesivo el Gobierno de la Provincia se propone un programa de gestión ambicioso. Tal como fuera presentado por el gobernador “El Plan 6x6 de reconstrucción y transformación” plantea objetivos y metas en seis áreas prioritarias: educación, desarrollo e integración, producción, empleo, salud y seguridad. Sin dudas la PBA ha puesto en el centro de la escena la gestión pública, orientada sobre la base de un estado activo, inclusivo, que se propone dejar atrás los efectos de las dos pandemias, la sanitaria y la del Estado ausente.