A sus 85 años, el historiador Norberto Galasso se encuentra totalmente activo. Acaba de finalizar una biografía sobre Carlos Pellegrini, titulada “Semblanza”, en la que exhibe una faceta poco conocida sobre el abogado que desempeñó la presidencia del país entre 1890 y 1892, en la cual exhibe su rol como defensor de la industrialización, de la banca pública con la fundación del Banco Nación, del sufragio libre, de la legislación social, e incluso como fuerte crítico al sistema capitalista. Ahora, se encuentra terminando un nuevo libro sobre el endeudamiento externo argentino, y colaborando en un trabajo sobre el Plan de Operaciones de Mariano Moreno.
Sin embargo, ya no dirige el Centro Cultural Enrique Santos Discepolo, espacio que luego de 22 años cerró sus puertas tanto por las dificultades económicas como por el hecho de que Galasso y su grupo no consideraban que la Capital fuera el espacio adecuado para su misión de insertarse en sectores obreros que residen mayoritariamente en territorio bonaerense.
También, la proximidad del 20 de Junio en la que se realizó la entrevista con El Destape en su casa de Parque Chacabuco, lleva a Galasso a reflexionar que estamos “muy lejos de aquel proyecto de Belgrano, como del de Moreno, San Martín, Yrigoyen o Perón. Hoy hay importantes dificultades por la deuda tomada por el macrismo, y a nivel gobierno existe una alianza con importantes tensiones internas, donde hay medidas alentadoras pero otras que decepcionan, y pueden hacer que en 2023 se experimente la tragedia del regreso de la derecha”.
¿En qué aspectos considera que estamos más alejados del proyecto de Manuel Belgrano?
Belgrano es muy admirado por Cristina, pero la historia demuestra que tuvo sus fluctuaciones, sobre todo en su relación con Artigas, aunque jugó bien cuando estuvo cerca de San Martín o de Moreno, oponiéndose por ejemplo al golpe saavedrista de abril de 1811 que buscaba eliminar a los morenistas. Sobre todo porque Moreno es una figura clave con su Plan de Operaciones, en el cual había un propósito de trasformación social importante, donde decía que las fortunas agigantadas en pocas manos eran como el agua estancada que se pudre, por lo que hay que distribuir la riqueza. En lo que si hemos avanzado, es en una mayor integración de Latinoamerica, con la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), y con los gobiernos de México, Colombia y Honduras, e incluso Perú y Chile más allá de sus dificultades, y aún más si triunfa Lula. Esa unidad latinoamericana que soñaron los patriotas, y que impulsó Hugo Chávez a comienzos de este siglo, parece retomarse.
¿Ubica a Argentina en este proceso?
El discurso de Alberto Fernández en la CELAC fue muy bueno, pero así como se avanza en algunas cosas se cede en otras. Con mis compañeros apoyamos como siempre al movimiento nacional, especialmente al sector de Cristina, que por ahora no puede hacer mucho más que sus cartas y declaraciones, y algunos amigos están bastante enojados con Alberto, de quien en lo personal me molestó mucho como manejó el tema Vicentín, más allá de que el movimiento popular debió también haber respaldado más la medida inicial. Pero yo siempre digo que es una alianza, donde Cristina fue consciente de que sola no podía ganar, y buscó el apoyo de progres de clase media, lo cual fue un acierto electoral, pero no menos cierto es que Alberto venia de trabajar con peronistas de derecha y su concepción es la del dialogo y el consenso de todo, con lo que cena muy amablemente con grandes empresarios y a la mañana siguiente les aumentan la mercadería.
¿No cree en ese tipo de diálogos?
Si para hacer un gasoducto hay que negociar con Techint, eso es comprensible, pero desde un Estado fuerte que imponga las reglas. Si no es muy difícil negociar con estos empresarios monopolios y oligopólicos que tienen sus consorcios expandidos fuera del país. Si no se está dispuesto a enfrentarlos, su avidez por las ganancias hace inviable cualquier acuerdo. Y es un problema, porque en esta alianza no solo está el peronismo avanzado de Cristina, hay otro sector que traba toda posibilidad por no querer confrontar, pero es en definitiva lo que tenemos y lo que hay para evitar una derecha que está muy fuerte, que logró copar los medios y la escuela, y que subió fuertemente la pobreza desde 2015.
¿Cómo observa específicamente la política económica?
No se puede perder de vista el contexto de endeudamiento y FMI dejado por el macrismo, a lo que luego se sumó la pandemia y la guerra, con la consecuente suba del costo de la energía más allá de lo que repercute favorablemente en el agro. Acá Martín Guzman tiene buenas intenciones, pero cree que solo con crecimiento económico se revierte esta situación, sin tocar el carácter monopólico de la economía argentina, especialmente en el sector alimentos. Aquí el ministro de economía más lúcido y que mejor entendió esta situación fue José Ber Gelbard, pero fue una excepción, porque la mayoría de los economistas peronistas han sido como Antonio Cafiero, muy ambiguos, al igual que los diputados peronistas, poco dispuestos a enfrentar el poder de la oligarquía y de los medios.
¿El problema es entonces para usted los cuadros que forma el peronismo?
El peronismo forma pocos cuadros por su tradición verticalista. Eso tiene implicancias positivas, como la posibilidad que tuvo Perón mismo de nacionalizar el comercio exterior o los depósitos bancarios, o bien la actitud de funcionarios como Daniel Scioli, que luego de intentar rebelarse a Néstor Kirchner entendió que su lugar era el de la lealtad a un presidente. Pero eso también implica la falta de desarrollo de cuadros medios, y eso es un problema. Los chicos de La Cámpora por ejemplo no hacen mucho trabajo territorial, sino más bien asistencial, y eso no modifica las cosas. También hay problemas en ciertas designaciones, como la de Máximo Kirchner como jefe de bancada en lugar de Agustín Rossi, quien tenía una gran trayectoria. O elegir a alguien como Matías Kulfas, sin historia alguna para un cargo clave. Creo que hay que darle más espacio a gente surgida de la militancia, nosotros en Neuquén logramos impulsar al actual secretario de Energía Darío Martínez, quien trabajó muy bien en su provincia y hoy es una figura importante que sabe y conoce. Hay falta de cuadros, y se pierde territorio. Al mismo tiempo, el sector agrario concentrado chupó a la clase media con pretensión de ser clase alta.
¿En qué más cree que se asemeja la experiencia kirchnerista con el peronismo?
En una cuestión fue superadora, como darle a los Derechos Humanos la importancia que no le había dado Perón. Y logró que un gran sector de la juventud de clase media entienda que los trabajadores eran un instrumento fundamental para cualquier posibilidad de cambio. Eso fue diluyéndose, a veces por cuestiones de egos personales, pero también incidió en esta disolución la crisis mundial y la lucha con los fondos buitre. Y hoy apoyar al peronismo implica una adhesión casi histórica, pero hay que ir más allá, más allá que el asistencialismo, y socializar ciertos resortes de la estructura económica. No hablo de socialismo, sino de socialismo nacional que implica acción en ciertas áreas estratégicas, pero yo recorría la las Unidades Básicas de todo el país y advertí que hay una limitación de ir más allá, porque además es cierto que los dichos de Perón se pueden interpretar de diversas formas, aunque cuando se observa el odio de la oligarquía al peronismo, no es casualidad que se lo dirija a Cristina, porque ella sí tocó ciertos intereses.
¿Qué actores de la política le generan esperanza, si es que los hay?
Axel Kicillof y Agustín Rossi, no muchos más.
¿Hay posibilidades de un nuevo regreso de la derecha?
Mis deseos son que se modere la inflación, que ya bajo de 6,7 puntos a 5,1, y que aumente el poder adquisitivo, eso es clave. Creo también que las propias internas de Juntos les están impidiendo organizarse efectivamente, y Javier Milei comenzó a caer. Pero es necesario un fuerte protagonismo de la clase obrera. El fallecido sindicalista German Abdala ya me había dicho que la idea de comunidad organizada hoy tiene dificultades para ver con quien se organiza. Y Abel Furlán, quien está renovando la UOM, también planteó que hoy no se consigue una representación de la clase trabajadora. Hay espacios valiosos como esta nueva UOM, la Corriente Federal de Sergio Palazzo o la CTA de Hugo Yasky, pero ya nadie tiene esa representatividad de la clase trabajadora que supo lograr Evita, y eso impide la idea de una comunidad organizada.