En las últimas semanas se intensificó el debate sobre la creación de empleo formal y la posibilidad de convertir planes social en puestos registrados de trabajo. El interrogante es si el sector privado está en condiciones de absorber a los millones de trabajadores que actualmente se desempeñan en la precariedad.
"La historia argentina de los últimos 50 años no da mucho lugar al optimismo. Si en 1974 cerca de uno de cada dos trabajadores tenía un empleo formal bajo relación de dependencia en el sector privado, en la actualidad sólo el 37 por ciento se encuentra en esa situación. La estructura ocupacional de nuestro país se ha fragmentado y tanto el empleo precario como la desocupación se han expandido de manera considerable", afirma un estudio del departamento de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo (CETYD) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
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Actualmente cerca de la mitad de los trabajadores de nuestro país se desempeña en puestos precarios o inestables, o se encuentra directamente desocupado. "En efecto, el 23 por ciento de los trabajadores tiene un empleo informal, el 17 por ciento son cuentapropistas de baja calificación y el 7 por ciento están desocupados", explican desde ese centro de estudio.
La tendencia, aunque de menor envergadura, se da incluso en los países desarrollados, donde está perdiendo presencia el empleo asalariado, formal, de jornada completa, que supo ser la expresión del modelo industrialista de pleno empleo y Estado de Bienestar. Además de la informalidad y el trabajo por cuenta propia, que fueron siempre una marca registrada de los países emergentes, proliferan ahora los “empleos atípicos”: puestos temporales, tercerizados, contratados a través de agencias y falsos autónomos, entre otros.
"Todas modalidades que dan forma a un mundo del trabajo cada vez más heterogéneo y fragmentado", explican desde la UNSAM. "Sin embargo, aunque se esté reconfigurando, tal vez sea prematuro creer que la tecnología ya sentenció la extinción del empleo formal bajo relación de dependencia", agrega.
De hecho, los debates en torno al impacto que tienen las tecnologías sobre el empleo están lejos de saldarse. Las investigaciones describen que la automatización de tareas destruye una gran cantidad de puestos de trabajo, pero también muestran cómo esos mismos procesos crean nuevas ocupaciones. "Aún no está claro cuál será el saldo de esos cambios, es decir, si el número de empleos que desaparecerá será compensado en su totalidad o no por aquellos que surjan en el marco de esas transformaciones", señala el informe.
Menos crecimiento, menos empleo
Un factor central de ese proceso en la Argentina responde a que desde el arribo de la última dictadura cívico militar hasta la actualidad el crecimiento del económico estuvo muy por debajo del que evidenciaron otros países. De acuerdo con datos del Banco Mundial, el PBI per cápita argentino creció apenas un 26 por ciento entre 1974 y 2019, muy lejos del 68 por ciento del conjunto de Latinoamérica, del 115 por ciento de la Unión Europea o del 430 por ciento del sudeste asiático.
En la región también se evidenciaron desempeños muchos más favorables: en Bolivia el PBI per cápita creció 63 por ciento; en Brasil, 72 por ciento; en Uruguay, 150 por ciento; en Paraguay, 157 por ciento y en Chile, 234 por ciento.
Si bien durante ese período, la Argentina tuvo lapsos de fuerte crecimiento, no alcanzaron para revertir la situación, lo cual se vio agravado por las políticas neoliberales que se aplicaron mayormente. "En el marco de ese lapso crítico de casi cincuenta años, Argentina atravesó un período de crecimiento económico acelerado y sostenido entre 2002 y 2011" según queda reflejado en las cifras el informe del CETYD. Tal evolución impulsó una notable expansión del mercado laboral durante ese entonces y por cuatro años más.
Entre los años 2002 y 2015 se crearon más de 3 millones de puestos de trabajo formales exclusivamente en el sector privado. "De ese modo, nuestro país estuvo cerca de duplicar su dotación de empleo asalariado registrado en el sector privado, que creció un 90 por ciento", destaca el informe. El fin de ese proceso estuvo dado por el fin del crecimiento económico.
Entonces, para evaluar si efectivamente el trabajo formal bajo relación de dependencia llegó a un límite y no tiene posibilidades de volver a multiplicarse, nuestra economía debería experimentar un nuevo ciclo de crecimiento sostenido. En esas circunstancias podría identificarse si un proceso de tales características sigue o no con el patrón de las experiencias históricas que, al ritmo de la expansión de la actividad, impulsaron la generación de ese tipo de empleos.
"De todos modos, más allá de las estimaciones sobre cómo podría evolucionar el sector formal en distintos escenarios, las urgencias que atraviesan amplios segmentos del universo de trabajadores de nuestro país demandan abordajes inmediatos. Y una caracterización precisa de esos sectores es la condición de posibilidad para que esos abordajes sean eficaces", concluye el informe del CETYD.