Teoría del shock. Orden. Ajuste en todas las áreas del Estado. Privatización de toda la obra pública. Reforma laboral, previsional y del sistema de salud. Eliminación del Banco Central. Desregulación económica. Dolarización. Este conjunto de frases no es una selección azarosa de un escenario ficticio sino que fueron los principales conceptos vertidos por Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Javier Milei para explicarle al establishment, reunido en el Hotel Llao Llao en la ciudad de Bariloche, cuáles serían los principales lineamientos de sus programas económicos, en caso de acceder a la presidencia. No son ideas nuevas. Aalgunas de estas directrices fueron cimentadas durante los gobiernos de Menem en la década de 1990, otros durante la primera Alianza y en 2016, con el macrismo. ¿Quién pagará el costo de esta supuesta estabilidad y teoría del shock? La respuesta está cantada: los mismos que lo hicieron en los otros períodos mencionados, es decir la clase trabajadora y los sectores más vulnerables.
Eduardo Elsztain, dueño de IRSA y también del Hotel Llao Llao, fue el anfitrión del Foro realizado en Bariloche donde los pre candidatos presidenciales de Juntos por el Cambio (Bullrich y Larreta) y La Libertad Avanza de Milei, ofrendaron sus principales ideas económicas.al establishment. Más allá de la existencia de matices en la manera de formular cada uno de los planteos, todos cuestionaron el rol de un Estado activo y generador de políticas públicas inclusivas y con un fuerte componente distributivo con capacidad de mejorarle la calidad de vida de toda la población.
Los pre candidatos rindieron examen ante los empresarios Marcos Galperin (Mercado Libre), quien llevó sus negocios a Uruguay; Marcos Bulgheroni (Pan American Energy), Federico Braun (La Anónima), quien dijo que a la inflación se la combate remarcando precios; Gustavo Grobocopatel (Los Grobo), Martín Migoya (Globant), Verónica Andreani (Andreani), Roberto Murchison (Grupo Murchison), Mariano Bosch (Adecoagro), Sebastián Bagó (Laboratorios Bagó), Sofía Pescarmona (Lagarde), Pierpaolo Barbieri (Ualá), Santiago Siri (UBI DAO) y Andy Freire (SoftBank).
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Rodríguez Larreta y Bullrich fueron con sus ministeriables Hernán Lacunza y Luciano Laspina, ambos actores claves en la ejecución de las políticas económicas del macrismo. Pero Laspina posee una cucarda más: en 2021 viajó a Washington para boicotear la renegociación con el FMI, que por entonces había encarado el ex ministro Martín Guzmán. Por su parte, Milei concurrió con los textos de su pensador predilecto, Friedrich Hayek y con el libro de Emilio Ocampo, Dolarización: una solución para la Argentina.
Cada una de las ponencias buscó endulzar los oídos del poder económico. Muchas frases con pretensiones de contundencia pero muy pocos detalles.
Caos y destrucción
El caso de Milei es paradigmático ya que suele manejar dos niveles de discursos. Por un lado, están los más tribuneros, donde suele gritar con prepotencia con un desprestigio hacia la política y el otro es el que ofrece en sus charlas privadas, en las que se anima a brindar más detalles sobre sus propuestas, que no poseen nada de novedosas. En lo estructural (y también conceptual) posee puntos en común con todo el derrotero de Juntos por el Cambio.
El punto que congrega la mayor atención mediática es el planteo sobre la dolarización de la economía, analizado en detalle en esta edición de domingo. Asociado a este objetivo, el actual diputado – con récord de inasistencias a las sesiones – plantea el cierre del Banco Central y la eliminación de la obra pública para que todo proyecto de infraestructura sea manejado por el sector privado.Este enfoque podría ser una fase superior de la Ley de Participación Público Privado sancionada durante el macrismo y derogada en 2020 conjuntamente con la finalización de las concesiones viables que Macri había entregado a grupos de empresarios allegados a él. Con aquella normativa, la Alianza Cambiemos pretendía una privatización de las obras públicas a manos de su propio círculo rojo.
En su planteo ante el establishment, también mencionó una baja masiva de impuestos. Esta propuesta, además de desfinanciar a la administración central, también impactaría en las provincias que dejarían de recibir recursos por la coparticipación. Un escenario de caos en cada jurisdicción. En el caso de Formosa, el 93% de sus recursos tributarios provienen de la coparticipación, en el caso de La Rioja es del 91% y en Santa Fe sería del 74%. En cambio, la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, sus ingresos solo dependen de la coparticipación en un 2%, de acuerdo a un relevamiento del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). ¿Qué dirán los gobernadores y gobernadoras sobre esta idea?
A su vez, al igual que el resto de los pre candidato de la derecha, también proclama una flexibilización laboral –punto de contacto con Bullrich y Larreta-, una reforma previsional y del sistema de salud.
Desregulación económica
El actual jefe de Gobierno porteño pretende cuidar las formas, habla con tono mesurado y se define como dialoguista. Sin embargo, el plan que esbozó en Bariloche también afectaría a la clase trabajadora, sumado a un debilitamiento del Estado frente al poder económico. Cantos de sirenas para el establishment.
Larreta hizo hincapié en el concepto “desregulación de la economía”, una frase que evoca una de las directrices centrales del menemismo a partir de la cual se avanzó con las privatizaciones de las empresas públicas. Su idea de desregulación implicaría “reformas estructurales”. ¿Cuáles? La reforma laboral y un conjunto de leyes que beneficien al sector privado para incrementarles la productividad y por ende sus márgenes de ganancias.
¿Cuándo empezaría con la aplicación de sus recetas? "La discusión entre shock y gradualismo es abstracta, porque nadie nos presta. El mismo 10 de diciembre van a ver mi impronta. Ya no tenemos los famosos 100 días, ahora tenemos 100 horas", explicó. Luego aclaró que para el caso de la unificación cambiaria (devaluación) y la eliminación de las regulaciones cambiarias (llamadas cepo), las medidas podrían adoptarse a los dos meses de mandato.
Como frutilla del postre, propuso modificar la carta orgánica del Banco Central para quitarle su triple mandato: generar condiciones para la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social”. Este último punto se introdujo en 2012 y le permitió a la autoridad monetaria contar con más herramientas para orientar recursos hacia el entramado productivo. El jefe de Gobierno porteño solo mantendría el objetivo monetario. El ex titular del BCRA, Martín Redrado, y actual funcionario de la CABA, es quien viene impulsado esta modificación.
Orden y progreso
La ex ministra de Seguridad de la gestión Macri cruzó toda su presentación bajo el concepto del “orden”, una suerte de mano dura para “eliminar el régimen económico de los últimos 20 años”. Dato curioso: la ex funcionaria fue partícipe clave del modelo que estalló en 2001, hace 22 años.
Esa idea de orden la llevó a decir que desde su primer día de gestión eliminaría el cepo cambiario, introduciría “reformas económicas estructurales” y una reforma laboral, misma formulación que Larreta. También planteó un cambio en la carta orgánica del Banco Central. “Tengo en claro que desde el primer día debo desplegar el conjunto de iniciativas que nos llevarán al progreso”, agregó. Orden y Progreso. Nada nuevo bajo el sol.
Para Bullrich, el orden económico también implicaría una reducción de leyes “burocráticas” y un achicamiento del Estado. Habló de 3600 normas vigentes que se revisarían para “detectar distorsiones, privilegios o prebendas, y luego eliminarlas, o reducirlas a un mínimo, para reducir sobre costos y acelerar la actividad económica”.
Es decir, un Estado cada vez más chico en su capacidad regulatoria, más allá de que una ley siempre puede ser perfectible. Dato al margen: en 2014, el Congreso sancionó un digesto jurídico en el que se revisaron todas las leyes vigentes.
El día uno de su posible gestión también llevaría adelante una devaluación.
Experimentos
Cada una de estas evocaciones ya formaron parte de experimentos conservadores en la Argentina que pauperizaron la calidad de vida de millones de trabajadores y trabajadoras, sumado a un desfalco para las cuentas públicas y la liquidación del patrimonio nacional. En el fondo, también expresan un fuerte grado de antiperonismo (sobre todo kirchnerismo ) donde el débil sería el capital concentrado y no el Estado, y por ende el conjunto de la población, que suele estar a merced de los intereses de un puñado de empresarios.