Elecciones 2023: los datos que derrumban la operación de Milei en su comparación con el 2001

El candidato repite que “los indicadores sociales son peores” que hace veinte años atrás, sin embargo, los números lo contradicen y dejan en evidencia su objetivo de aplicar las mismas recetas de entonces.

16 de octubre, 2023 | 00.05

En el marco de las elecciones 2023 el candidato de la Libertad Avanza, Javier Milei, aseguró en el segundo debate presidencial que "estamos al borde de la hiperinflación con el agravante que los indicadores sociales son peores que en 2001", algo que ya había repetido en notas televisivas aunque esta vez le sumó declaraciones para generar una corrida cambiaria a diez días de las elecciones generales. En este escenario un relevamiento privado mostró, sin embargo, que el desempleo de aquellos años más que duplicó al nivel actual (que está entre los más bajos de los últimos 30 años) y tanto el empleo formal como la cantidad de empresas se ubican por muy arriba de los 2000. Además, si bien la pobreza y la desigualdad mostraron un incremento desde 2018, son significativamente inferiores, estando entre un 20% y 30% por debajo.

El informe realizado por el Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) analizó la evolución histórica de una serie de variables sociales a las que suele referirse el candidato libertario como empleo, desocupación, salario real, pobreza y desigualdad y concluyó que “si bien varias de estas variables -principalmente salario real y pobreza- han mostrado un claro deterioro en los últimos años, en ningún caso los niveles actuales son comparables ni tiene parangón con la de la dramática crisis de 2001-2002”. 

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Milei suele incentivar en sus seguidores el cántico “que se vayan todos" directamente asociado a la crisis económica, política y social de inicios del 2000 para emparentar aquellos años con la coyuntura actual, y aplicar recetas similares. De hecho en su plataforma electoral detalla lo que serían los puntos centrales de las reformas a implementar que incluyen flexibilización laboral, eliminación de indemnizaciones, baja de cargas patronales y “costos” laborales, intervención de sindicatos, privatización de jubilaciones, “achicamiento” del Estado, apertura indiscriminada de la economía, y entrega a manos extranjeras de recursos naturales así como de las empresas públicas. 

Paradójicamente, el candidato que se presenta como “un cambio de 180 grados” ofrece medidas ya conocidas en el país y que fueron parte desencadenante del estallido del 2001, la peor crisis de la historia reciente. ¿Una Argentina distinta es posible con las recetas liberales de siempre?

Qué pasó con el empleo y la desocupación

Frente a las declaraciones públicas del candidato libertario quien aseguró que estamos en una crisis social comparable con la de 2001, un informe realizado por el Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) analizó la evolución en el tiempo de ocho variables clave. 

Por un lado el estudio dio cuenta de lo sucedido con la tasa de desempleo que se ubicó en torno al 20% en 2001, trece puntos más que en la actualidad. “La situación de la desocupación es diametralmente opuesta ya que mientras que en 2001-2002 hubo un récord histórico, actualmente nos encontramos en las cifras más bajas desde principios de los ’90”, indicaron. En relación “en 1991 el desempleo afectaba al 5,4% de la población económicamente activa, para 1995 en plena crisis del Tequila, dicha cifra había rozado el 19%, la reactivación de 1996-98 permitió bajarla al 12,7% en este último año, pero la prolongada crisis de la convertibilidad la hizo disparar hasta el 17,3% en 2001 y a casi el 20% en 2002”. En tanto que “la mejora sostenida del empleo en la posconvertibilidad permitió reducir el desempleo a alrededor del 7% para 2011-15 y a partir de entonces tendió a subir, pero la recuperación económica a partir de 2021, intensiva en generación de empleo, habilitó una fuerte baja: en 2022 promedió el 6,5% y los datos de 2023 permiten prever una cifra similar para este año”. 

Si bien la desocupación puede bajar tanto porque la población desempleada consigue trabajo como también por el llamado efecto desaliento que implica que al buscar y no conseguir trabajo se desiste de seguir intentándolo, los datos muestran que “en los años ’90 la tasa de empleo para la población de 15 años y más era inferior al 50%, la fuerte mejora de la posconvertibilidad permitió elevar dicha cifra en torno al 55% y la pandemia supuso una caída drástica pero la recuperación económica posterior fue de la mano de una elevada suba del empleo per cápita. Así, 2023 comenzó con una tasa de empleo récord (58,2%), y muy por encima de los guarismos de 2001-2 (en torno al 47%)”.

Dentro del empleo total, se analizó también en ese caso los resultados del empleo registrado privado. Si en el 2002 se ubicaba en 9,3 cada 100 habitantes, en 2023 creció a 14,6. De acuerdo a lo relevado, “en los últimos años de crecimiento de la convertibilidad (1996-98) la variable crece, y luego se contrae sostenidamente en su crisis terminal (1998-2002). Los primeros años de la posconvertibilidad son de un extraordinario dinamismo ya que se pasa de un mínimo de 9,3 empleos privados registrados per cápita en 2002 a 14,7 tan solo 8 años después (una suba del 58%)”. Posteriormente la crisis económica de 2018-19 y la pandemia hicieron retraer el indicador, pero la recuperación económica a partir de 2021 se plasmó en una mejora y, según el informe, en el primer semestre de 2023, hubo 14,6 empleos privados formales cada 100 habitantes”.

Asimismo, en cuarto lugar, se observó la situación de las empresas, por su rol central en la generación de trabajo registrado. Existen 520.000 firmas empleadoras que generan más de 6 millones de puestos de trabajo. Al respecto, “en la crisis de la convertibilidad se produjo un cierre masivo de firmas, que hizo que en 2002 hubiera un mínimo de 8,14 empresas cada 1.000 habitantes. La extraordinaria recuperación de los años subsiguientes hasta 2008 permitió rápidamente superar los niveles previos a la crisis de la convertibilidad y para 2011 Argentina había logrado el pico de 13,04 empresas cada 1.000 habitantes”, si embargo “el estancamiento económico posterior supuso una persistente baja hasta tocar piso en 2021, con 10,72 firmas cada 1.000 habitantes” en tanto que “en 2023 se proyecta un valor de 11,13, muy superior al de 2002 (una suba del 37%)”. 

Qué pasó con el salario y el consumo

Otra variable fundamental para comparar es el salario real. En este caso el informe del IET miró la evolución del salario mediano del sector privado registrado ya que “es más representativo del asalariado típico y no está sesgado por valores extremos ya que es aquel que atraviesa exactamente a la mitad de los asalariados”. Sobre ello se señaló que actualmente es 45% superior al del 2001 y 57% mayor que en 2002. “En los últimos años de la convertibilidad se desplomó 17% en 2002, producto de la devaluación y aceleración de la inflación. A partir de 2003, el salario mediano real comenzó un sendero de sostenida mejora hasta el pico de 2013, cuando fue 74% mayor al de 2001. Entre 2013 y 2017 tiene forma de serrucho, con años impares electorales de mejora (2015 y 2017) y año pares de caída (2014 y 2016, que coincidieron con devaluaciones del peso)”, detallaron los investigadores y sumaron que “la crisis de balanza de pagos de 2018-2019 supusieron una importante caída en el poder adquisitivo, que no fue revertida después. Con todo, en 2023 el salario mediano real del sector privado fue 45% mayor al de 2001 y 75% superior al de 2002”

Un sexto indicador analizado tiene que ver con el consumo per cápita de carnes (bovina, aviar y porcina) que está 17% por arriba del 2001 y 40% del 2002. “La crisis de 2001-2 tuvo un impacto profundo en el consumo de carnes, que pasó de 99kg por habitante en 2000 a 80,3 en 2002, un piso histórico. La mejora del poder adquisitivo en los años de la posconvertibilidad permitió recomponer el consumo de carnes, tocando un máximo de 115,8 kg/habitante en 2015.”. Posteriormente, “la retracción del salario real a partir de 2015 supuso cierta baja en el consumo per cápita de carnes, que se redujo a 109,1 kg/habitante en 2021. No obstante, en los últimos dos años exhibió una tenue mejora y en lo que va de 2023 promedia los 112,2 kg/hab. Esta cifra es 17% mayor a la de 2001 y 40% superior a la de 2002”, se subrayó.

Qué pasó con la pobreza y desigualdad

La evolución de la pobreza en Argentina muestra una correlación negativa con el salario real y el ciclo económico. Sobre esta variable los investigadores analizaron la evolución de la tasa de pobreza por ingresos desde la hiperinflación de 1989 hasta la actualidad. Para hacerlo llevaron a cabo una “homogeneización metodológica para que los valores sean comparables con los actuales ya que en 2016 el INDEC cambió la forma de medir la pobreza”. De esta manera “las cifras oficiales de 57% de pobres del año 2002 se transforman en aproximadamente 69% cuando se aplica a los valores de dicho año la metodología actual”.

En ese sentido, en 2023 la pobreza por ingresos está en torno al 40% “relativamente parecida a la de 2006, pero considerablemente menor a la de 2002 (69%), 1989 (60%) o 2001 (47%). La situación social se ha deteriorado notoriamente pero lejos está de parecerse por ahora a la de 1989 o 2001-2002”. 

El octavo indicador tiene que ver con la desigualdad por ingresos. El coeficiente de Gini (que mide la desigualdad siendo 0 el nivel más bajo y 1 el más alto) está aproximadamente un 20% por debajo del pico histórico de 2002. “Durante la convertibilidad, la desigualdad aumentó fuertemente, y el coeficiente de Gini pasó de 45 puntos en 1993 a superar los 53 puntos en 2001-2002 por la fuerte suba del desempleo de dichos años, y la creciente brecha salarial entre trabajadores calificados y no calificados. Los años de la posconvertibilidad fueron fuertemente redistributivos, con una notoria baja hasta 2013, cuando alcanzó el valor de 41 por la mejora del empleo y las políticas de suba del salario mínimo y la jubilación mínima más la ampliación de cobertura previsional (vía moratorias) y social (a partir de la AUH). Desde entonces, la desigualdad ha permanecido estancada, en torno a valores de 41-43, que son muy inferiores a los de la crisis de 2001-2002”.