La dolarización que propone Javier Milei, ganador en las PASO de las elecciones 2023, es muy difícil de realizar y tendría un costo altísimo en diversos planos de la economía. Sin embargo, tanto o más complicado sería salir eventualmente de ella, dado que implicaría una ruptura generalizada de los contratos vigentes, quiebras masivas, una nueva moneda sin reserva de valor y, probablemente, una alta inflación. Sería un camino sin retorno, con un perjuicio permanente para el entramado industrial del país.
Dolarizar: devaluación, licuación salarial, endeudamiento y pérdida de herramientas
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Emilio Ocampo, economista del equipo de Milei y referente de su plan de dolarización, admitió que para dolarizar es necesario "empeñar las joyas de la abuela". Es decir, reconoció que no alcanza solo con los actuales activos del Banco Central y, por lo tanto, que Argentina debería endeudarse para cambiar el peso por el dólar.
Esto quiere decir que sería necesario tanto devaluar como endeudarse. El CEPA calculó, en un informe publicado esta semana, diferentes escenarios para esta operación. Aun si el BCRA lleva el dólar a un tipo de cambio de 5.000 pesos, sería necesaria una colocación de deuda nominal de 39.700 millones de dólares.
A ello hay que añadirle que, en este cálculo, se tiene en cuenta que el candidato de La Libertad Avanza "netea de las reservas internacionales los encajes de los depósitos bancarios constituidos en dólares estadounidenses". En otras palabras, Milei "estaría valiéndose de activos que ofician de respaldo de los ahorros en dólares de las y los argentinos: es tomar los encajes que no le pertenecen y violar contratos" agregó el CEPA, en una operación similar al Plan Bonex de 1989, tal como remarcó el ministro de Economía y candidato presidencial de Unión por la Patria (UP), Sergio Massa.
La consecuencia de esta medida sería, por un lado, una licuación salarial. Incluso con un dólar a 3.670 pesos, que toma en cuenta una conversión de la base monetaria, Leliqs y pases con activos de oro y divisa, un salario promedio del sector privado, de 312.000 pesos netos, pasaría a ser de solo 85 dólares.
Por otro lado, la devaluación necesaria para poner en marcha la dolarización generaría inicialmente una enorme hiperinflación. "Los incrementos de precios se aproximarían al valor del kilo de pan de hasta 5.800 pesos y el kilo de asado de hasta 14.800 pesos", calculó el CEPA.
Más allá de eso, el centro de estudios advirtió que una dolarización implicaría que "desaparecen la política cambiaria, fiscal y monetaria. Ello significa el abandono de la diversificación productiva vía política industrial, de cualquier forma de financiamiento de déficit que no sea tomando deuda en dólares y del rol contracíclico del Estado frente a crisis de magnitud, como la pandemia".
Los costos de salir de la dolarización
Pero suponiendo que, más allá de todos esos costos, la dolarización que propone Milei finalmente se realice, salir eventualmente de ella para volver al peso (u otra moneda nacional) tendría costos iguales o mayores.
Se debe tener en cuenta que la dolarización es diferente de la convertibilidad. En una convertibilidad, como la que hubo en Argentina entre 1991 y 2001, se establece una caja de conversión. Es decir, un régimen cambiario que legalmente toma el compromiso de mantener fijo el tipo de cambio (1 a 1 en el caso argentino) entre la moneda nacional y una moneda extranjera (el dólar). En otras palabras, se mantiene la existencia de una moneda nacional, con la obligación del país de tener suficientes reservas para mantener la paridad establecida.
En la dolarización, en cambio, la moneda nacional deja de existir, tal como pasó por ejemplo con el sucre ecuatoriano en el 2000, y el dólar pasa a ser la única moneda de curso legal. "La dolarización está un paso más adelante que la convertibilidad. La diferencia central es que simbólica y legalmente es más complicado revertirla", explicó Emiliano Libman, economista de Fundar.
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Por ello, desdolarizar para volver al peso generaría "una ruptura generalizada de los contratos", advirtió Libman en diálogo con El Destape, que estarían fijados en dólares sin ningún equivalente legal. "Creo que lo más complicado son los contratos entre privados, que estaban fijados en dólares y pasarían a estar fijados en pesos", coincidió Sebastián Menescaldi, economista jefe de Eco Go, y explicó que este escenario "puede generar muy fuertes quebrantos y ganancias, por un lado y el otro, entre acreedores y deudores".
En la salida de la Convertibilidad de 2002 "algunos contratos se rompieron, pero no todos, e igual fue un trauma. Pero imaginate que solo hay dólares y los querés cambiar por pesos", agregó Libman al explicar por qué la desdolarización sería todavía peor.
La ruptura de contratos no sería el único problema. Otra complicación sería volver a generar confianza en el nuevo peso. "Sería difícil volver a darle la función de reserva de valor a una nueva moneda", una de las tres funciones básicas del dinero, consideró Federico Zirulnik, economista del CESO.
Zirulnik agregó que desdolarizar también requeriría muy probablemente de una nueva devaluación, por lo que llevaría a otro proceso inflacionario. De hecho, es conocido el fracaso de Rafael Correa en su intento de desdolarizar Ecuador, pero lo es menos que el único caso de un país que revirtió su dolarización es el de Zimbabue, recordó Libman.
El país africano se dolarizó en 2009 para terminar con la peor hiperinflación de la historia universal, pero se vio obligado a desdolarizar en 2019, generando otro proceso hiperinflacionario que continúa hasta la actualidad y que formó a reintroducir el dólar como moneda de uso legal, instalando de hecho un bimonetarismo en el que la divisa norteamericana rápidamente recuperó su protagonismo sobre la moneda local.
"Siendo un crítico de la dolarización, no recomendaría salir", resumió Libman y lo explicó con una metáfora del premio Nobel Paul Krugman: "Es como si un maquinista pisara por error a un peatón y para corregir su error diera marcha atrás".