El escrutinio definitivo en estas elecciones 2023 terminó de confirmar el escenario de tres tercios que anticipó Cristina Fernández de Kirchner en mayo de este año. Así, la diferencia entre La Libertad Avanza (Milei) y Unión por la Patria (Massa-Grabois) fue de apenas 633.202 votos, menos del 2% del padrón electoral, y quedando en el medio Juntos por Cambio.
Sin embargo, cuando analizamos las propuestas en disputa salimos de los tercios para ver una clara antagonía entre dos modelos de país, uno que defiende un modelo de crecimiento con inclusión social y otro que dolarizar, uno con un Estado eficiente y al mismo tiempo regulador de los bienes públicos, y otro que sostiene al mercado como eje ordenador de la vida; uno que comprende la sociedad como algo superior a intereses individuales, y otro que busca mercantilizar la vida.
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En homenaje a Aldo Ferrer, podremos recordar su último artículo publicado en 2016 donde afirmaba que la Argentina alternó en el siglo XX entre modelos nacionales populistas y neoliberales, sin que ninguno pudiera consolidarse en el tiempo, aunque la comparación de resultados es altamente favorable al nacional y popular. Parece que estamos frente a cierta continuidad de esa disputa, analicemos entonces la similitud de la propuesta de Juntos por el Cambio (JxC) con la de La Libertad Avanza (LLA).
En primer lugar, Macri expresa su apoyo a ambos partidos. El ex presidente, apenas se conocieron los resultados electorales, manifestó: “Sumando lo que sacó Milei más nosotros es una mayoría enorme de argentinos que estamos planteando un cambio profundo como no existió en décadas en la Argentina”. Milei también fue condescendiente diciendo que en su gobierno nombraría a Macri como su representante ante el mundo, y podríamos sumar otras más de simpatía política entre ambos.
En segundo lugar, sus equipos vienen de la misma escuela: la menemista. Por el lado de Milei se destacan Roque Fernández y Carlos Rodríguez, ambos ex funcionarios y acérrimos defensores de las políticas llevadas a cabo en los 90 que llevaron en definitiva a la crisis del 2001. A la vez, Patricia Bullrich designó a Carlos Melconian como el jefe de su equipo económico. Un rol conocido para él, dado que era el candidato de Menem a ese cargo en las elecciones del 2003 cuando se enfrentaba, entre otros, a Néstor Kirchner. El plan que el economista quiere llevar adelante fue diseñado y financiado dentro del marco de la Fundación Mediterránea, la misma que supo tener como principal referente a Cavallo y encargada de proveer burócratas en los gobiernos liberales desde 1977, incluyendo la dictadura, y en particular en la década del 90.
En tercer lugar, comparten la idea de quedarnos sin moneda. Tanto Milei como Bullrich quieren reemplazar al peso y abandonar nuestra soberanía monetaria. Nadie discute que nuestra moneda pierde valor día a día y dejó de cumplir las funciones básicas para las cuales fue creada. Sin embargo, la solución tiene que ser recuperarla mediante políticas públicas sostenibles. Al igual que hizo la gran mayoría de los países de la región, como Brasil y Chile. Dolarizar de forma directa como propone Milei o indirecta mediante el bimonetarismo que pregona Bullrich y/ o Melconian.
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En cuarto lugar, no les interesa el desarrollo nacional. Bullrich y Milei sitúan a las empresas del Estado en el centro del problema, señalando su privatización como la única solución, mientras que en realidad las empresas del Estado trabajan conjuntamente con el sector privado. Un claro ejemplo es el de YPF, mientras Milei propone directamente privatizarla, desde los equipos de Bullrich se habla de reducir las áreas de trabajo de la empresa. Recordemos que YPF concentra el 38% de la producción nacional de petróleo y el 30% de la de gas natural, y que la reciente construcción del Gasoducto Néstor Kirchner generará un importante ahorro de divisas para el país y a su vez. Les molestan las empresas del Estado por una cuestión ideológica, no de los balances de las mismas.
En quinto lugar, para ambas fuerzas políticas terminar con el peronismo implica acabar de destruir los vínculos laborales como los conocemos hasta hoy, a partir de una profunda reforma laboral que elimine derechos de los trabajadores para garantizar beneficios de los empleadores. Ambos quieren reducir el gasto público achicando las jubilaciones y pensiones o salarios indirectos, como son los medicamentos gratuitos del PAMI o ciertos subsidios. Para el 80% de los hogares argentinos el trabajo es la principal fuente de ingresos e implica un vínculo entre la economía y el bienestar del hogar, necesitamos más derechos laborales y trabajos decentes, no menos derechos.
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En sexto y último lugar, tienen un verdadero motivo en común: garantizar los negocios a los mismos de siempre. El consenso del mercado es claro respecto al enorme potencial que tiene Argentina en los próximos años. El Banco Central estimó que nuestras exportaciones de combustibles van a pasar de 10.400 millones de dólares en 2024 a 36.700 millones de la divisa norteamericana en 2030, mientras las de minería de 6.100 a 15.600 millones de dólares durante esos mismos años. Entre ambos sectores el aumento va a ser de casi 36.000 millones de dólares, superando al stock de reservas internacionales que tenemos hoy en día. La discusión en estas elecciones es si ese salto productivo va a servir para mejorar la vida de millones de argentinos o la de unos pocos que siempre están sobre-representados en la distribución del ingreso, en la política, en el aparato judicial y en los medios de comunicación.
La Argentina vuelve a enfrentarse a dos modelos de país, y de fondo siempre está la puja distributiva. Tenemos un gran país, grandes oportunidades económicas por delante, no dejemos que unos pocos hagan de nuestra tierra el Potosí del mundo, como decía CFK. La decisión es nuestra!