La derecha o extrema derecha en el país – categorías que deberían modificarse para entender mejor a sus representantes y representados – suele contar con tiempo, recursos económicos y un plan. Con el transcurrir de los años, modificaron sus métodos pero no los objetivos. “Sepan ustedes que esta gloriosa revolución se hizo para que, en este bendito país, el hijo del barrendero muera barrendero”.
Esta frase, pronunciada por el Contraalmirante Arturo Rial, sintetizaba quirúrgicamente el trasfondo del golpe a Perón en 1955. La exclusión de las mayorías populares; la obturación a cualquier perspectiva de ascenso social. La aniquilación del otro. Lo expresado en el ´55 podría contribuir a un mejor entendimiento sobre el discurso de Javier Milei y su pretensión de cerrar o arancelar las universidades públicas, como así también ponerle fin a la investigación científica impulsada del Estado. Una prédica similar a la de Bullrich cuando descalifica como populista cualquier inversión pública.
¿Cuál es la vinculación de las universidades públicas con el territorio? ¿Qué se modificó en el entramado productivo bonaerense, territorial, o en el resto del país, a partir de la creación de nuevas casas de estudio entre 2003 y 2015?
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“Una revalorización del territorio local como ámbito al cual están destinadas, en forma prioritaria, las acciones de estas universidades, que a su vez procuran procesar o apropiarse de las necesidades y demandas locales, así como también incluir sus saberes, lo que constituye un cambio respecto del modelo universitario tradicional que se caracterizaba por formar profesionales y producir conocimientos con prescindencia de las particularidades del contexto”, explican Daniel Toribio y Karina Flores, en su estudio “El impacto del territorio en las universidades del Conurbano Bonaerense” (2019).
Tanto los planteos de Milei como el de Patricia Bullrich forman parte de ese entramado de exclusión vociferado tras el golpe de Estado de 1955. Pero los procesos históricos no son lineales ni uniformes. Existen las tangentes. Las anomalías, quizás. Las nuevas universidades se metieron en los territorios, surgieron nuevos egresados, pibes y pibas que llevan el orgullo de ser los primeros estudiantes universitarios en sus familias.
El territorio habla.
Transformaciones
En el derrotero histórico del país, la expansión de las universidades públicas podría explicarse en tres etapas. Entre 1971 y 1975, se crearon quince casas de estudio nacionales en provincias y localidades del país. La segunda etapa se produjo entre 1989 y 1995, mediante la creación de siete nuevas instituciones, seis de ellas en el conurbano bonaerense.
La tercera etapa se registró entre 2003 y 2015, con la creación de 24 nuevas instituciones universitarias estatales, dentro de las cuales otras seis estaban ubicadas en el conurbano bonaerense.
Entre 2012 y 2021, el sistema universitario argentino registró un crecimiento del 39,7% en la matrícula de estudiantes de pregrado y grado, y un alza del 67,6% de nuevos inscriptos.
Para 2022, existían en el país 132 instituciones universitarias, de las cuales 61 eran de gestión pública, mientras que 64 eran administradas por privados. La diferencia radica en la concurrencia.
De acuerdo al informe Síntesis de Información Universitaria 2022, elaborado por la Secretaría de Política Universitaria, el total de estudiantes de pre grado y grado llegaba a las 2.549.789 personas, cuando en 2012 eran 1.800.000. De este total, el 80% decidió estudiar en instituciones estatales. Y del total de alumnos de posgrado (180.965), apenas el 25% correspondía a universidades y organismos privados.
“En todos los casos las nuevas universidades del conurbano – las Universidades Nacionales Arturo Jauretche, de Avellaneda, José C. Paz, Moreno, del Oeste y de Hurlingham - ampliaron la cobertura del nivel universitario y, en este sentido, facilitaron la inclusión de nuevos sectores sociales porque permitieron que pudiesen estudiar jóvenes del interior cuyas familias no podían financiarles la estadía en otra provincia; canalizaron expectativas de personas que no habían podido estudiar al terminar la escuela secundaria y, en especial, motivaron a los jóvenes de las provincias y localidades donde fueron creadas para seguir estudios universitarios”, agregaron los investigadores Toribio y Flores.
Hacia el interior del entramado
“Las mayores innovaciones de los últimos 21 años llegaron del sector público”, afirmó Ernesto Mattos, Economista (UBA) y director del instituto de estudios para el desarrollo productivo y la innovación de la Universidad Nacional de José C. Paz.
De todos los recursos destinados a Investigación y Desarrollo en el país, el 60% sale de la inversión pública. Por ejemplo, en la UNPAZ, se está desarrollando un kit para la detección de una bacteria específica que crece en la tetilla de las vacas, que de no detectarse a tiempo, inhabilitaría la producción de leche para consumo. Universidad pública, investigación y entramado productivo.
“Esto es la universidad pública. Otro ejemplo tiene que ver con la Facultad de Robótica que se está construyendo, donde se va a enlazar la investigación con las necesidades productivas del tercer cordón bonaerense”, explicó Mattos.
En el cruce subterráneo que va de lo académico a lo productivo intervienen, en varios casos, los tres niveles estatales (nacional, provincial o municipal). Por ejemplo, desde la Universidad Nacional de las Artes se estableció un convenio con el Instituto Provincial de Cultura de la provincia de Buenos Aires para realizar cursos de capacitación en el Municipio de Moreno.
¿Y en qué se capacita? En la formación de herramientas de grabación y sonido vinculadas a las producciones artísticas. “Así como no hubieran existido los traperos sin sus computadoras del programa Conectar Igualdad, ahora los pibes pueden formarse para grabar su propia música”, explicó Cecilia Rogovsky, del Instituto Provincial de la Cultura bonaerense.
Esta es una manera directa de llegar al territorio – agrega Rogovsky - que en tiempos de industria culturales potenciadas por las nuevas (viejas) tecnologías, plataformas online, o la tan mentada industria del conocimiento, podrían convertirse en los proyectos de vida de muchos pibes y pibes que se quedarían sin nada con un proyecto de exclusión que pretenda cerrar las universidades públicas o arancelarlas.
De esto saben muy bien L-Gante, Katriel o la Joaqui.
Las preguntas
Lo que está en juego no es solamente el Presupuesto del Tesoro Nacional hacia las universidades y políticas educativas. En la ley de leyes 2023, las transferencias hacia las casas de estudio públicas llegaban a los 752.000 millones de pesos. ¿Es mucho? ¿Poco? No son las preguntas acertadas.
También podrían mencionarse las becas Progresar – en su capítulo universitario-, que llegan a 338.000 personas. ¿Son inversiones productivas? La pregunta tampoco es por ahí. El presupuesto para becas doctorales y post doctorales apenas llega al 0,008% del PBI.
¿Qué proyecto de país se desea? ¿Qué posibilidades se les debería otorgar a los pibes y pibas del país que desean estudiar o capacitarse? ¿Cómo reforzar la tradición del ascenso social que alguna vez se forjó desde el peronismo, con la educación y la ciencia como eje? Las preguntas, de cara a octubre, podrían venir por acá. Y sus respuestas nunca deberían encontrarse en la nominalidad de un presupuesto.