(Por Marcelo Bátiz) La incorporación de criterios de eficiencia energética en la construcción y remodelación de viviendas y edificios comerciales choca con dos fenómenos que constituyen un riesgo más peligroso de lo que aparentan, como son la falta de conciencia de muchos profesionales y los engaños que representan actitudes supuestamente ecológicas pero que, en rigor, son sólo una fachada con intereses exclusivamente comerciales.
El último de los factores señalados comenzó a hacerse conocido hace tres décadas como "greenwashing", una especie de "lavado de imagen verde" que con menos suerte intentó denominarse "ecoblanqueo", y que nació como crítica a un grupo de grandes empresas estadounidense que buscaban imponer un marketing supuestamente en favor del cuidado ambiental, cuando en realidad eran una de las principales contaminantes.
Si bien el concepto de greenwashing nació en el ámbito de la industria química, rápidamente se extendió a otros sectores y desde hace un tiempo fue tomado como propio por la construcción.
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En diálogo con Télam, el arquitecto Gerardo Wadel definió al greenwashing como el intento de "convencer con información engañosa que se está haciendo un aporte a la calidad de vida y al cuidado ambiental, cuando en realidad ocurre todo lo contrario".
"Sucede mucho con los alimentos y los medicamentos, pero si no se cuenta con una entidad verificadora (como la Anmat en la Argentina, o cuando aparece la matrícula de un médico al hablar en TV) es prácticamente imposible desenmascararlos", advirtió Wadel, con una amplia trayectoria en la Argentina y España, donde es profesor investigador de la Universitat Ramón Llull de Barcelona y evaluador acreditado de la certificación Verde del Green Building Council.
El greenwashing es más habitual de lo que se cree y al respecto otros arquitectos trajeron a colación varios ejemplos: "algunos quieren hacer creer que con colocar algunas plantas arreglaron el problema", manifestó Silvina López Planté, integrante del Grupo de Instituciones por el Etiquetado Energético de Viviendas, en tanto Federico García Zúñiga, consultor técnico de la Asociación Nacional de Industrias de Materiales Aislantes (Andima) cuestionó, por ejemplo, los emprendimientos que no cuentan con la orientación geográfica adecuada ni la aislación térmica correspondiente, pero que "pretenden disimularlo colocando paneles fotovoltaicos".
De todos modos, Wadel rescata que "hay mecanismos en la construcción" que permiten a usuarios e interesados en general acceder a la información correcta. "Están los colegios profesionales, la administración pública, el INTI y profesores de las facultades de Ingeniería o Arquitectura".
En ese marco, remarcó la importancia de insistir con el etiquetado de viviendas, "que no es una opinión ni la visión de un desarrollador inmobiliario que puede decir cualquier cosa en beneficio de su emprendimiento, sino que tiene detrás un procedimiento técnico evaluado, contrastado, aceptado, acreditado y probado en muchas partes del país, que se establece como vara, como sistema de medición".
Las posibilidades de avance en el etiquetado y la eficiencia energética cuenta con algunos obstáculos tanto en lo legal como en materia de conciencia en la formación profesional: en el primer caso Wadel señaló que las normas "no cuentan con sanciones a su incumplimiento" y en el ordenamiento jurídico argentino "son competencia de los municipios", además de contar con "definiciones muy generales y abarcativas, que no se convierten en una exigencia concreta" como si en la ley de Tránsito se dijera 'trate de no cruzar el semáforo en rojo'".
"El sistema de etiquetado energético es voluntario, pero sería bueno establecer un calendario para que en un tiempo determinado comience a ser obligatorio", sostuvo.
En paralelo a las lagunas en lo legal está la falta de conciencia, tanto en el público en general como en los propios profesionales de la construcción y, al respecto, Wadel desafía a "preguntarle a un arquitecto cuánta energía consume el último edificio que proyectó, seguramente no sabrá qué responder".
"No se toma dimensión de la magnitud del problema, nunca nos hemos preguntado cuánto gasta un edificio, se enseña relativamente poco", lamentó, al tiempo que fue más allá del contexto de un emprendimiento aislado para relacionar esa falta de conciencia con aspectos que hacen a la macroeconomía, porque, en definitiva, consideró que "se trata de ahorrar recursos y hacer más independiente al país", en tiempos de restricciones energéticas en todo el mundo.
Para Wadel, pese a las adversidades mencionadas "hay posibilidades de hacerlo mejor, con un sector de fabricantes y de profesionales preparados", y para avanzar en ese sentido la toma de conciencia debe abarcar a todos los ámbitos de la sociedad, "de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo y, sobre todo, transversal".
"Cabe asumir una gran cantidad de cosas, intentar instituir un trabajo profundo, un cambio importante en la construcción, para poder brindar un servicio de habitabilidad, pero con impactos ambientales mucho menores o nulos si hablamos de consumo de energía", y eso "implica salir de la zona de confort, hacer un replanteo profundo de lo que uno hace", finalizó.
Con información de Télam