El presidente Javier Milei anunciaría este viernes en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso la competencia de monedas, un paso previo a la dolarización. El antecedente más cercano que tuvo la Argentina a una dolarización clásica, como la que detentan Panamá, El Salvador, Ecuador, Montenegro, Palaus, Kosovo, Islas Marshall, Estados Federados de Micronesia y Timor Oriental, fue la convertibilidad. En la región, las experiencias de alta dolarización de Brasil y Chile pueden destacarse por el uso de mecanismos de indexación para sostener la función de reserva de valor de la moneda nacional durante contextos inflacionarios, aunque se necesita impulsar el desarrollo de mercados que operen con instrumentos indexados.
Otros países dolarizados de América Latina, como El Salvador, Panamá y Ecuador, presentan tasas de inflación más bajas que los países de Centroamérica con moneda propia, aunque eso no implica que no estén sintiendo los efectos de los aumentos de precios observados a nivel global. Esto sucede especialmente en contextos de suba de precios globales como el actual, con lo cual se adopta una moneda que tiene su pérdida de poder adquisitivo propia en una economía con altos niveles estructurales de inflación.
En contraste con la idea de una abrupta baja de la inflación, las situaciones de Panamá y El Salvador, ambos países dolarizados, evidencian, como resultado de un gasto fiscal en el frente de alimentos, los subsidios al transporte y al gas, un fuerte impacto inflacionario. Hace dos años estos países venían con una medida de control de precios sobre los alimentos y se iba renovando cada seis meses. Cuando fueron liberando los productos que estaban bajo control, éstos empezaron a incrementar sus precios.
MÁS INFO
Todas malas experiencias
América Latina ha tenido una variada gama de economías, en mayor o menor medida, dolarizadas. Algunas revirtieron, al menos parcialmente, el proceso. El relevamiento de Fundar destaca a grandes rasgos entre países donde el bimonetarismo fue un fenómeno acotado gracias a la presencia de mecanismos de indexación de contratos (Brasil y Chile); países en los que, aún estabilizada la economía, el sistema financiero siguió exhibiendo un elevado grado de dolarización (Bolivia, Perú y Uruguay) y países que adoptaron formalmente el dólar sin una crisis previa (Panamá y El Salvador) y tras una crisis (Ecuador).
En Panamá, el dólar es la moneda de curso legal desde 1904. La adopción del dólar obedeció más a razones políticas e históricas (en dicho año Estados Unidos tomó el control del canal de Panamá), que a una deliberada decisión de escoger el mejor régimen cambiario. Al igual que en El Salvador, la dolarización se adoptó en ausencia de una crisis previa. "Ambos países cuentan con condiciones que tornan más factible el sostenimiento de la dolarización. Entre ellas, elevados grados de integración de los mercados de trabajo y de capitales con los de Estados Unidos –que facilitan la emigración ante eventos externos negativos–. En Panamá, se trata de una guarida off-shore y cuenta con Colón, la segunda zona franca más grande del mundo (luego de la de Hong Kong)", señala el informe de la fundación.
A diferencia de los casos de El Salvador y Panamá, Ecuador optó por la dolarización en un contexto de crisis. Cuando lo hizo, a comienzos de 2000, la economía venía sufriendo los clásicos problemas de un país que tiene su comercio exterior concentrado en unas pocas materias primeras (bananas, camarones y petróleo, en este caso). Además, la economía ecuatoriana estuvo y está expuesta a eventos climáticos muy adversos; tales como “el fenómeno del Niño”, que afectó severamente a la economía hacia fines de la década de 1990 y que perjudicó aún más a una macroeconomía afectada por los desequilibrios fiscales y externos originados por el conflicto bélico con Perú.
Panamá y El Salvador tienen condiciones favorables para adoptar al dólar como moneda, dado su alta integración con la economía de Estados Unidos. Ambos tienen economías abiertas, concentran buena parte de su intercambio con Estados Unidos y tienen sus ciclos económicos altamente sincronizados, aunque con evidentes asimetrías. En El Salvador, la principal razón para adoptar la dolarización quizás sea la existencia de un significativo número de migrantes (entre el 20 y el 25 por ciento de la población nativa vive en Estados Unidos) que envían remesas con regularidad.
En el caso de Ecuador, ante un contexto internacional más adverso y frente a la imposibilidad de financiar el déficit fiscal con financiamiento monetario, la deuda pública comenzó a crecer en 2011, hasta que Ecuador tuvo que reestructurarla en 2020 (la deuda representaba 51,8 por ciento del PBI), e incluso solicitó un programa con el FMI. La experiencia ecuatoriana ilustra, en suma, cómo la dolarización contribuye a que una economía se desempeñe de manera procíclica (positiva y negativa), acompañando (y amplificando) el ciclo económico internacional.