Ingresos, ganancias y tipo de cambio: ¿Un maridaje imposible?

08 de febrero, 2022 | 00.05

"Como decía Lawson en The Bankers Magazine en 1899: “El principal obstáculo a una moneda estable en países como la Argentina es que las clases que se benefician con la depreciación del peso son mucho más influyentes que las clases que se perjudican con ella”.  Aldo Ferrer, “Devaluación, redistribución de ingresos y el proceso de desarticulación industrial en la Argentina” (1974).

Hablar del tipo de cambio es complicado. Y no sólo por cuestiones teóricas vinculadas al rol del mismo en el desempeño económico. Sino porque este afecta, de manera asimétrica, la calidad de vida de distintos sectores de la sociedad argentina. Para comprender esto de manera ordenada necesitamos entender dos ideas centrales: costos de producción y bienes básicos. Con “costos de producción” hacemos referencia a los costos de todos los elementos que son utilizados en la creación de un bien/servicio incluyendo la remuneración de quién lo produce. O, en otras palabras, a los gastos en los que incurre un empresario para llevar un bien al mercado más la ganancia del mismo. Mientras que la idea de “bienes básicos” refiere a aquellas mercancías que están presentes, de manera directa o indirecta, en la producción de otras mercancías. El ejemplo más claro es el dólar. ¿Por qué? Porque el común de los bienes posee un componente importado cuyo precio está determinado por el tipo de cambio. Teniendo esto en claro, avancemos.

Como todos los países de la región, Argentina ofrece commodities al mercado externo. Dado que el precio de los mismos está fijado en el mercado internacional somos “tomadores de precios” y no fijadores en este plano. Por lo que los exportadores deben ajustar sus costos de producción en base a esta restricción: si algún bien de los involucrados en el proceso de elaboración del bien exportable fuera demasiado alto, el precio final del mismo sería superior al global y el empresario en cuestión quedaría excluido del mercado por poco competitivo. Pero aquí debemos tener en cuenta un detalle: como el precio de venta de los commodities es en dólares y los costos de producción son en pesos, la remuneración de los productores está, necesariamente, determinada por el tipo de cambio. Así, un valor del dólar más alto le ofrece a los productores una ganancia mayor en pesos, lo que les permite cubrir más sencillamente sus costos de producción. Hasta ahora, lo obvio: a mayor depreciación del tipo de cambio, mayor ganancia para los exportadores.

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Sin embargo, hay un aspecto en todo lo anterior que suele dejarse de lado y que es la contracara lógica de una mayor tasa de ganancia: la caída del salario real. Como dijimos al inicio, el tipo de cambio es un bien básico como también lo son los productos primarios que Argentina exporta, porque, como son alimentos, estos representan una parte significativa de la canasta de consumo de los trabajadores, quienes están presentes en la producción de todos los bienes de nuestra economía. Entonces, dado que los precios de los alimentos son fijados en dólares en el mercado internacional y que el tipo de cambio es lo que determina el valor interno de los mismos, un valor del dólar más alto implica un mayor precio de los alimentos para los argentinos y argentinas. Pero el efecto negativo de un dólar alto para el salario real no se limita al precio de los alimentos: como la divisa norteamericana es un bien básico, su aumento eleva los costos de producción del común de los bienes de la economía, provocando un aumento generalizado de los precios y poniendo más presión sobre el poder adquisitivo de los asalariados.

Estos mismos motivos son los que explican que, a pesar de que las devaluaciones del tipo de cambio produzcan espirales inflacionarias y un empeoramiento de la calidad de vida, los medios alineados con grupos de poder pidan constantemente “correcciones” en el valor del dólar. Como muestra la cita del inicio, el tipo de cambio no es una variable económica ajena a la realidad social. Incluso en el reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional encontramos una aceptación de este hecho: quizá consciente del desastre que conllevaría, el FMI no pide por la unificación del mercado de cambios.