Las presiones devaluatorias no se extinguieron del todo ya que pueden vislumbrarse en los pronunciamientos de los pre candidatos nucleados en Juntos por el Cambio y el Partido Libertario o por las pretensiones mismas del sector financiero y grupos de poder concentrados (como las cerealeras) que juegan sus fichas para el clima de inestabilidad. El último informe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) sostuvo que una devaluación no mejoraría los términos de intercambio comercial ni provocaría una lluvia de dólares.
Tampoco estaría funcionando lo que definieron como “el plan de recesión administrada”. Es decir, el freno de la actividad, de alguna manera impulsado por el propio Gobierno, no sería lo suficientemente convincente como para detener la salida de reservas, generar “buenas expectativas” y bajar la inflación.
El análisis de la FIDE abona la idea de que el Gobierno apostó por la recesión administrada para conseguir la tan mentada estabilidad macroeconómica (paz cambiaria, aumento de reservas y caída de la inflación).
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La estrategia, delineada por Massa y el propio FMI, parecería no alcanzar los resultados deseados.
Devaluación y tipo de cambio
“La fragilidad del escenario se mantiene y no se puede descartar que nuevos episodios de estas características se repitan (corridas cambiarias). Las expectativas de devaluación no tienen un fundamento objetivo en el atraso cambiario, sino que están principalmente asociadas a la escasez de dólares y la especulación que aumenta a medida que nos acercamos a las elecciones”, puede leerse en el último trabajo de la FIDE.
Para el centro de pensamiento presidido por Mercedes Marcó del Pont (de licencia por sus funciones en el Gobierno nacional), el tipo de cambio real se encuentra en un valor relativamente competitivo en términos históricos, situación que no justificaría ningún reclamo de devaluación.
Por ejemplo, el promedio mensual del tipo de cambio real bilateral con los Estados Unidos se ubicó, en abril, un 28% por arriba del registrado en diciembre de 2001, previo al estallido de la convertibilidad; o un 21% más alto que en noviembre de 2015, previo a la devaluación que llevó adelante el macrismo luego de eliminar todos los controles cambiarios.
“Si tomamos el tipo de cambio CCL, la diferencia es abismal. El promedio de dicho tipo de cambio en abril fue de 428 pesos por dólar. Esto arroja un tipo de cambio real solo comparable al overshooting de enero de 2002, tras la salida de la convertibilidad; más de un 18% por encima del promedio del tipo de cambio real entre 2003 y 2007”, analizó la FIDE.
Tras analizar este derrotero histórico, surgen dos conclusiones. Por un lado, no existiría “ninguna razón que se base en los fundamentos de la economía para determinar que los dólares financieros reflejan los valores de equilibrio”.
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En su segunda conclusión sostienen que una devaluación “difícilmente generaría un aumento en el ingreso de dólares genuinos” ya que la caída de las exportaciones de este año se explica por la sequía.
El dólar soja no generó ningún incentivo para aumentar la producción. Su implementación funciona como una devaluación quirúrgica diseñada para que los agroexportadores incrementen la rentabilidad de los granos que tenían guardados en los silobolsas. A las agroexportadoras y grandes grupos de siembra sí les conviene la devaluación.
Recesión es recesión
Lo que está haciendo Massa es ganar tiempo para que el FMI adelante los desembolsos que restan para este año y así robustecer las reservas del Banco Central. El problema sería la nueva letra chica de ese acuerdo. En el centro de esa estrategia para ganar tiempo se ubicaría lo que la FIDE denominó “la recesión administrada”, donde el propio Estado habría guiado la caída de la actividad de los últimos meses, vía control de las importaciones y recorte del gasto público.
“Los datos de la actividad económica y de las importaciones en el primer trimestre reflejan que esta herramienta no está logrando frenar la actividad en la medida necesaria para evitar la sangría de reservas y descomprimir la situación del frente externo. Este panorama abre el interrogante de hasta qué punto es posible llevar adelante una recesión administrada desde la oferta”, puede leerse en el informe.
El escenario luce bastante desolador, incluso luego de escuchar a quienes pregonan que a partir del año que viene sobrarán los dólares gracias al gasoducto NK. La caída en la actividad tendrá sus consecuencias sobre el poder adquisitivo de los trabajadores y trabajadoras, pauperizados durante los últimos años. Por no mencionar un empeoramiento de las condiciones de vida de los sectores más vulnerables.
¿Existe margen social para profundizar el freno de la actividad económica – en nombre de los dólares que detenta el FMI- cuando prolifera la informalidad laboral y el aumento de la pobreza?