La deuda externa se incrementó 67% en sólo una gestión presidencial. El “mejor equipo de los últimos 50 años” aumentó US$ 100.000 millones el pasivo en dólares, lo que convirtió al país en rehén de una moneda que no emite y que genera a una velocidad pausada. No tardó el propio Mauricio Macri en declarar el default e imponer un cepo para poder calmar una corrida cambiaria que puso contra la espada y la pared el final de su mandato.
El gobierno de Cambiemos aumentó la deuda denominada en dólares en 100.000 millones. Durante su mandato pasó de US$ 148.881 millones en diciembre de 2015 a US$ 249.047 millones a diciembre de 2019.
Otra característica de este proceso de endeudamiento que el Frente de Todos calificó de “irresponsable” fue su brutal velocidad. Hasta marzo de 2018 se acumularon US$ 80.000 millones de la deuda pública en moneda extranjera.
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Pero no terminó ahí, ya que en marzo de 2018 fueron al FMI y solicitaron un acuerdo stand‐by, por el cual se efectuaron desembolsos por US$ 44.000 millones. Este préstamo no contribuyó ni a estabilizar la macroeconomía ni a incrementar la capacidad productiva.
Las cifras oficiales que maneja el Ministerio de Economía echan por tierra los argumentos de Alfonso Prat-Gay que sostiene haber contraído pasivos a razón de US$ 12.000 millones anuales. El primer ministro de Hacienda y Finanzas de Macri incluso mezcla bonos en dólares con los nominados en pesos, lo que debería dividirse en dos análisis.
Es que, en los cuatro años amarillos, el stock de la deuda en dólares creció aún más que la total: la primera lo hizo en US$ 100.000 millones. En tanto, el pasivo público nacional total subió US$ 98.000 millones, ya que pasó de US$ 222.703 millones a US$ 320.629 millones.
Esto se debió, en primer lugar, a las mega devaluaciones del período. Además, a que Macri empleó pasivos en moneda extranjera para saldar obligaciones en pesos, además de para volcarlos al mercado cambiario para alimentar la creciente e insaciable fuga de capitales.
Esta transformación convirtió a Argentina en rehén de billetes que no emite y que genera a una velocidad acotada. Al no haberlos invertido para expandir la capacidad exportadora, Macri no aportó políticas que traigan divisas genuinas, sino que para pagar la deuda en dólares que generó dependió exclusivamente de los dólares de la nueva deuda.
Prat-Gay fue el primer ministro que comenzó esa espiral de dependencia, que siguieron Luis Caputo y Nicolás Dujovne. Culminó con Hernán Lacunza al anunciar el cepo cambiario e incluso el default de los bonos en moneda local, una medida inédita en el mundo.
El desafío que todavía queda: el Fondo Monetario
Después de asumir, Martín Guzmán reestructuró la deuda del Estado en dos operaciones: primero con los privados extranjeros y luego los locales. Las estimaciones del Ministerio de Economía, a las que accedió El Destape, proyectan que estos canjes generarán un ahorro de US$ 42.000 millones en los desembolsos entre 2020 y 2024. Cuando se considera el período 2020-2030, el ahorro sigue siendo muy significativo, ya que asciende a US$ 34.800 millones.
No obstante, la piedra que queda en el zapato y que puede minar el trabajo de convertir al pasivo externo en sostenible es el FMI. El crédito stand‐by por US$ 44.000 millones debe devolverse entre 2022 y 2024 y compromete más reservas con las que cuenta el Banco Central, sumadas las que generará el país por superávit comercial y restado el pago de los otros vencimientos.
Este acuerdo sirvió para financiar la fuga de capitales y cancelar deuda con acreedores privados, la cual ya se encontraba en una situación de insostenibilidad. Por eso desde el Gobierno plantean que debió haber reestructurado en aquel momento.