La persistencia de las falacias macristas sobre la deuda

28 de agosto, 2021 | 20.57

  La doble herencia del macrismo fue, primero, el deterioro de todos los indicadores sociales y segundo, el mega endeudamiento externo, es decir en moneda extranjera. Superar ambas herencias, sobre todo a partir del agravamiento inesperado que supuso la pandemia, demandará mucho más que un período de gobierno. En el caso de los indicadores sociales porque además la pandemia agregó una caída violenta del PIB y en el caso de la deuda, porque el macrismo endeudó indiscriminada y aceleradamente con privados en sólo dos años, lo que generó la crisis externa más anunciada de la historia local. Y luego, para “solucionar” la crisis generada por su propio endeudamiento, trajo al FMI, quien otorgó el crédito más grande de su historia, 57 mil millones de dólares de los que alcanzaron a desembolsarse poco más de 44 mil gracias a que el voto mayoritario abortó el proyecto cambiemita. Con el regreso triunfal del Fondo, la economía local fue resujetada a los designios del capital financiero global, una atadura de la que se había liberado durante la administración de Néstor Kirchner.

  La abundancia de números siempre es una lectura tediosa, pero resulta indispensable recordar unos pocos para comprender el proceso. De acuerdo a los datos publicados por del Ministerio de Economía, la deuda en moneda extranjera con privados pasó de 44.314 millones de dólares en 2015 a 72.094 en 2016 y 108.105 en 2017. Fueron dos años en que el país ocupó los primeros casilleros mundiales de toma de deuda por país. Dicho de otra manera, en los dos primeros años macristas la deuda externa con privados se incrementó en prácticamente 64 mil millones de dólares netos, endeudamiento desaforado que provocó el cierre del grifo externo en 2018 y la vuelta al FMI. Así la deuda con organismos, que sumaba 28.053 millones en 2015 y se mantenía en 29.611 en 2017 saltó a 57.950 en 2018 y 73.312 en 2019, más de 45 mil millones de dólares durante el período, pero concentrados en los últimos dos años.

  Es importante separar los momentos de toma de deuda con privados, los primeros dos años, de la toma de deuda con organismos, los segundos dos años, para entender que la segunda fase fue una consecuencia de la primera. Hay razones para creer que este camino no fue “un error”, sino una política deliberada para reducir en el largo plazo los grados de libertad de la política económica. No debe perderse de vista que el neoliberalismo es la política económica del orden global conducido por las multinacionales en el que las clases dominantes locales funcionan como auxiliares de las hegemónicas de los países centrales. En otras palabras, consolidar ese orden a través de sujetarse al gendarme financiero global no fue un error inesperado producto de “tormentas” y “turbulencias” sino la voluntad de las clases dominantes locales a través del macrismo. 

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  Para el desarrollo económico y el bienestar de las mayorías esta política de regreso (deliberado) al FMI fue un verdadero desastre perpetrado en tiempo récord, lo que logró superar los presagios más pesimistas de fines de 2015. Las comparaciones del funcionamiento de la economía pública con la privada suelen ser desafortunadas, pero si el país fuese una empresa la administración de Mauricio Macri la devolvió produciendo menos, con menor cantidad de empleados cobrando la mitad de sus salarios de 2015, con el doble de deuda y sujetada a la voluntad de los acreedores ¿Es posible imaginar una administración peor?

  Por esta razón, a la hora de enfrentar a la sociedad para volver a pedirle su voto, la actual oposición necesita desesperadamente negar la realidad de los números y encontrar un “relato” que niegue el estropicio provocado. En esta negación, la alianza macrista – radical, en tanto se trata de una fuerza que sigue representando al poder económico más recalcitrante, cuenta con la complicidad de los medios de comunicación concentrados que reproducen acríticamente, sin repreguntar, las declaraciones más disparatadas de sus candidatos.

  La ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que luego de perder por paliza en 2019 hasta tuvo que cambiar de distrito para poder ser candidata a simple diputada, sostuvo que “Alberto Fernández lleva, en este año y medio, un endeudamiento de 30 mil millones de dólares. Se está endeudando más rápido por año que Mauricio Macri”. Hay que agregar que semejante afirmación no fue dicha entre risas, sino ensayando un rosto adusto. Quien la secunda, el economista Martín Tetaz, a quien debe reconocérsele su coherencia ideológica, pues no dejó medida del macrismo sin defender en tiempo real, sostuvo que “la deuda con el Fondo no hubiese existido si Cristina hubiese entregado (el gobierno) con superávit fiscal. Pero generó un déficit que obligó a usar todas las reservas (…) Macri eligió financiarse con deuda externa, hasta que se acabó ese financiamiento y tuvo que pagar los vencimientos que tenía de esa deuda con nueva deuda con el Fondo. En esencia esto no incrementó la deuda Argentina, en 2018 y 2019 no subió la deuda, sólo cambió de acreedor, es decir tomó la otra deuda con el Fondo para pagar la deuda que vencía con privados.

  Ambas declaraciones son disparatadas. No tienen el menor sustento, pero su introducción electoral obliga a seguir explicando, o mejor dicho a volver a explicar. Acerquemos la lupa. Hablar de deuda pública no es muy complejo, pero además de considerar los números demanda un pequeño esfuerzo parta distinguir conceptos. La deuda pública tiene una parte en moneda extranjera, que es a la que se denomina taxativamente “deuda externa” y otra parte en moneda local. A su vez la deuda pública puede ser con organismos financieros, con privados o bien intra sector público.

  Primero. No hay forma de acomodar los números para encontrar los 30 mil millones de dólares de los que habla Vidal. La “deuda bruta” pasó de 323 mil millones en 2019 a 335,5 mil en el primer trimestre de 2021(12,5 mil millones más), bajando en 2021 contra 2020. Si bien se mide en dólares, lo cierto es que esta deuda bruta incluye una parte en moneda extranjera y otra en moneda local. El leve aumento en moneda extranjera corresponde a deuda con organismos. A diferencia de lo que ocurrió en 2016 y 2017, cuando el macrismo usufructuó el desendeudamiento del país en moneda dura, desde 2018 los mercados de deuda en divisas están cerrados en tanto con los organismos sólo se renegocia. Esto es la herencia macrista. Lo que todos sabían en 2019 todavía antes de la pandemia, es que los primeros años del nuevo gobierno se irían fundamentalmente en renegociar con los privados y con el FMI.

  El pase de magia que intentó Vidal, asesorada por los mismos economistas que dejaron la economía en virtual default ¡inclusive en pesos! fue recurrir a la confusión. Desde una mirada convencional el déficit presupuestario debe financiarse. Para hacerlo se puede tomar deuda con el sector privado o con otras áreas del sector público. Se puede por ejemplo usar utilidades del Banco Central, o financiarse directamente contra títulos del Tesoro. Estos recursos, al final del camino, vuelven a los bancos. Luego, una parte puede absorberse vía Leliqs. Pero aunque estos títulos son formalmente pasivos del Central en esencia son instrumentos de política monetaria. Es erróneo sumarlos a la deuda bruta como expresó Vidal por boca de sus asesores. Otra estrategia de confusión es recortar la deuda del Tesoro en vez de considerar la deuda consolidada del sector público. Salvo para en 2018-2019, cuando increíblemente se cubrió formalmente con recursos del FMI, la deuda intra sector público nunca fue ni es un problema, sólo son movimientos de cuentas. Finalmente, el aumento real del endeuamiento en 2020 y lo que va de 2021 fue con el sector privado y en moneda y legislación propia.

  En segundo lugar, las expresiones del segundo de Vidal sintetizan la lógica del endeudamiento 2015-19, la confusión deliberada entre pesos y dólares. El macrismo decía que su política era “gradualista”, que para evitar un ajuste fiscal mayor la deuda en dólares se tomaba para financiar déficit en pesos, como si se necesitasen divisas para pagarles, por ejemplo, a maestros, policías y jubilados. Decir que se tomó deuda externa para pagar “el déficit fiscal que dejó Cristina” no sólo es una falacia, es una zoncera económica.

  Sí es verdad, en cambio, que Macri recurrió al FMI en 2018 porque no podía refinanciar la deuda que el mismo había colocado en 2016 y 2017, pero no es verdad que la deuda bruta no aumentó y tampoco que el dinero del Fondo sólo se usara para refinanciar deuda en divisas con privados, ya que alrededor de la mitad del crédito se usó formalmente para financiar deuda intra sector público en moneda nacional (pasó del equivalente de 75,7 mil millones de dólares en 2017 a 46,3 mil en 2019, no sólo por la devaluación), aunque en la práctica los dólares empleados terminaran en el Banco Central y en el mercado de cambios, es decir en lo que siempre es el verdadero objetivo del endeudamiento con el FMI, cubrir la salida de los capitales especulativos ya valorizados, una fiesta que una vez más pagarán generaciones de argentinos a costa de la ralentización del desarrollo.