La inflación o la variación del precio de los alimentos no son un simple dato estadístico. La información sobre el incremento de la rentabilidad de los principales formadores de precios, sumado al dato estadístico de los salarios que cada vez rinden menos, cuentan otra trama además del guarismo resultante. Esa historia, protagonizada por asalariados, asalariadas, ya sea formales o que no cuentan con un recibo de sueldo, narra las circunstancias de un país cada vez más desigual, con trabajadores que no llegan a cubrir una canasta básica alimentaria, a pesar de que en los últimos años hubo crecimiento del PBI y una baja del desempleo.
Una posible clave de lectura para abordar este complejo escenario lo brindó la CEPAL junto al propio Ministerio de Economía: existen hogares en todo el país que se endeudaron para comprar comida, medicamentos, pagar servicios. Al mismo tiempo, deben destinar la mayoría de sus ingresos al pago de esas deudas.
La CEPAL y el Ministerio de Economía, a través de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, publicaron el Primer informe sobre endeudamientos, géneros y cuidados en la Argentina. A partir de una encuesta nacional, abordaron las estrategias de financiamiento en los hogares del país. La conclusión fue que la proliferación de la informalidad laboral llevó a que las familias buscaran formas de financiamiento por fuera del sistema bancario. El circuito informal incluye prestamistas, acuerdos privados con los comerciantes, o simplemente pedir dinero a un conocido.
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La encuesta arrojó que, del total de hogares que tuvieron que endeudarse, el 63,8% utilizó ese dinero se usó “para costear gastos en comida y medicamentos”, un porcentaje que asciende al 65,4% en las viviendas cuyo principal sostén son las mujeres.
Del slogan “crecer para distribuir” a “endeudarse para vivir”.
Para leer entre líneas
La desigualad, hoy por hoy, no puede captarse a simple vista. Habría que decodificarla entre líneas, a través del cruce de los datos brindados por las diferentes estadísticas oficiales y de organismos privados, sin desmerecer las historias de vida de los asalariados y asalariadas que se las rebuscan para cubrir las necesidades y cuidados de su familia y aportan información sobre sus prácticas.
Los datos relevados por la CEPAL y el Ministerio de Economía indican que el 53,5% de los hogares solicitó financiamiento entre octubre y noviembre del año pasado, fecha en que se realizó la encuesta. Este guarismo incluye tanto a los créditos en entidades del sector financiero formal, fuentes informales o ambos. De este total, el 30,8% consignó haber contraído ambos tipos de financiamiento, y un 14,1% respondió que solo lo hizo a través de los canales informales.
La clave de lectura de esta investigación es la informalidad laboral. Dentro de los hogares con ingresos generados en trabajos sin registración, el endeudamiento llegó al 63%, contra un 46% en el caso de los hogares con ingresos generados en relación de dependencia, así todo un número alto.
En las viviendas donde hubo ingresos hasta los 60.000 pesos, el nivel de endeudamiento a través de ambas vías (formales e informales), alcanzó al 40%. El porcentaje fue el mismo tanto en los hogares encabezados por mujeres como por varones.
A su vez, el pedido de financiamiento exclusivamente a través de canales informales alcanzó al 19% de los hogares de este estrato social, mientras que llegó al 21% en las viviendas sostenidas exclusivamente por mujeres.
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En los hogares con ingresos entre los 60.000 y 150.000 pesos, el 32% solicitó algún tipo de financiamiento, mientras que al canal informal asistió el 11% de los hogares a cargo de varones y al 14% en el caso de las vividas conducidas por mujeres.
En los hogares con ingresos entre los 150.000 y 300.000 pesos, se evidenció un descenso del financiamiento para cubrir gastos corrientes. De todas maneras, el porcentaje no deja de ser elevado (entre un 24 y 30 por ciento).
Deuda para comer
El otro dato relevante tiene que ver con el destino otorgado al endeudamiento. El 63,8% de los hogares afirmó utilizar los préstamos “para costear gastos en comida y salud (sobre todo la compra de medicamentos).
Después del pago de la comida mensual o los medicamentos, las familias afirmaron que utilizaban esa plata para costear el pago de las expensas, servicios públicos o diferentes impuestos. “Con relación al uso del financiamiento para saldar deudas, el 39% de los hogares declaró utilizar el dinero para cubrir deudas de cuotas a prestamistas o las compras fiadas en los comercios”, puede leerse en el trabajo citado.
A pesar de que los hogares analizados reciben algún tipo de ingresos, ya sea a través del mercado laboral formal, informal o a partir de las diferentes políticas públicas vinculadas al cuidado y destinadas a las jefas de hogar, las familias tienen que endeudarse para comer y pagar la misma deuda.
El nivel de ingresos promedio en el país es muy bajo: 95.792 pesos al cierre del año pasado según el Indec, frente a una canasta alimentaria que registró un alza superior al 100%. Por eso suena verosímil que los encuestados hayan respondido que los ingresos que reciben por su trabajo deben ser destinados en su mayor proporción al pago de la deuda contraída para vivir en el día a día.
Con estos números sobre la mesa, la discusión por la aplicación de una suma fija para todos los trabajadores hubiera cobrado otro volumen político. Nunca es tarde, y más si Cristina Fernández de Kirchner mencionó la necesidad de avanzar hacia un proceso de distribución de la riqueza e ingresos más justa, como parte del programa político del Frente de Todos.
Mirada federal
La situación de las familias no es la misma en la Ciudad de Buenos Aires como en el resto del país. En el noroeste argentino, el 66,9% de los hogares encuestados recurrió al financiamiento para sus gastos corrientes.
También se destacó que la toma de préstamos a través de mecanismo informales llegó al 14% en todo el país. En cambio, el uso de formas tradicionales de endeudamiento, como recurrir a un banco, sólo alcanzó al 5,4% de los casos en CABA y al 12% de los hogares de Cuyo y La Patagonia.
Es verdad que la ratio de la participación del financiamiento bancario en relación al PBI es históricamente baja. Sin embargo, no se puede dejar de mencionar el efecto negativo que tuvo en las familias la fuerte suba de la tasa de interés durante todo el año pasado, proceso que se continuó en 2023 a partir de la aceleración inflacionaria y del pedido del FMI de tener tasas de interés positivas (para el sistema financiero).