El arribo de la pandemia de COVID-19, la posterior inflación global que derivó del reinicio de la actividad económica, interrumpida luego por la guerra en Ucrania, generaron un fuerte aumento de los denominados “trabajadores pobres”. De acuerdo con el último informe del Banco Mundial (BM), el año pasado llegaron a registrarse 214 millones de trabajadores y trabajadoras que viven la “pobreza extrema”, 20 millones más que antes de la pandemia, lo que equivale al 6,4 por ciento de los empleados en el mundo. Las perspectivas incluso son aún más desalentadoras, principalmente para jóvenes que se inician en la vida laboral. Las reducciones en el gasto y el empleo público en los países emergentes y en desarrollo disminuirían la calidad promedio del empleo.
El primer impacto fue con la aparición del coronavirus. La recuperación de la pandemia sigue siendo impulsada por trabajos informales. A medida que los países levantaron los bloqueos y las restricciones de salud pública y las economías reiniciaron sus actividad, los trabajos informales se recuperaron más rápido que los formales. De ahí que la lenta pero sostenida reducción de la informalidad, sostenida durante más de una década, se haya detenido.
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Para fines de 2021, en el mundo unas 40 millones de personas que habían tenido un empleo en condiciones normales (sin pandemia) ya no lo tenían, lo que agravó las tendencias de desempleo juvenil. Los ingresos de los jóvenes se contrajeron un 15 por ciento en 2020 y un 12 por ciento en 2021, según detalló el Banco Mundial. Los nuevos participantes con menor nivel de educación tendrán ingresos un 13 por ciento menores durante sus primeros diez años en el mercado laboral. Los datos de Brasil, Etiopía, México, Pakistán, Sudáfrica y Vietnam indicaron que 25 por ciento del total de los jóvenes no recibió educación, empleo ni capacitación durante el 2021.
Alrededor de dos tercios de los ingresos del segmento laboral entre 2020 y 2022 provinieron del empleo informal; siendo la incidencia de este último ligeramente superior a 2019. El crecimiento del empleo informal fue particularmente fuerte para las mujeres. “La escasez de datos, particularmente durante la crisis del COVID-19 y la recuperación, significa que tales tendencias deben interpretarse cuidadosamente; sin embargo, este desarrollo es particularmente preocupante, ya que apunta a un deterioro en un área donde el progreso ya era modesto”, explicó un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Freno y retroceso
La inflación, especialmente cuando está impulsada por el aumento de los precios de las materias primas, tiene un fuerte impacto en la distribución del ingreso y la brecha laboral. Los países de ingresos bajos y medianos bajos tienen brechas laborales muy altas, del 20 y el 13 por ciento, respectivamente, mientras que los de ingresos medianos altos presentan una brecha del 11 por ciento y los de ingresos altos registran una brecha de solo el 8 por ciento.
En primer lugar, dependiendo del efecto de los términos de intercambio del aumento de los precios de las materias primas, los países pueden experimentar una caída en el ingreso nacional disponible porque necesitan gastar más en importaciones. “En segundo lugar, y lo que es más importante, muchos trabajadores y empresas no pueden aumentar sus ingresos o ingresos en consonancia la inflación del costo de vida o de los insumos y, por lo tanto, experimentan pérdidas de ingresos reales”, señaló la OIT.
Entre los países avanzados del G20, en la primera mitad del 2020, se estima que los salarios reales disminuyeron 2,2 por ciento, mientras que en los países emergentes del G20 aumentaron 0,8 por ciento, 2,6 por ciento menos que en 2019, el año anterior a la pandemia de COVID-19. La caída de los salarios reales del primer semestre se suma a una situación ya delicada, provocada por las pérdidas de ingresos sufridas por los trabajadores y sus familias durante la crisis por el COVID-19.
En América del Norte (Canadá y Estados Unidos), el crecimiento medio del salario real llegó a cero en 2021 y bajó a menos 3,2 por ciento en el primer semestre de 2022. En América Latina y el Caribe, el crecimiento del salario real descendió a menos 1,4 por ciento en 2021 y menos 1,7 por ciento en el primer semestre de 2022. En la Unión Europea, donde los programas de preservación del empleo y las subvenciones salariales protegieron en gran medida el empleo durante la pandemia, el crecimiento del salario real aumentó de 1,3 por ciento en 2021 y descendió a menos 2,4 por ciento en el primer semestre de 2022.
En Europa Oriental, el crecimiento del salario real se ralentizó situándose en 4 por ciento en 2020, en 3,3 por ciento en 2021, y menos 3,3 por ciento en el primer semestre de 2022. En Asia y el Pacífico, el crecimiento del salario real aumentó hasta 3,5 por ciento en 2021 y ralentizó hasta situarse en 1,3 por ciento en el primer semestre de 2022. Si se excluye China de estos cálculos – considerando el importante peso de este país en la región – el crecimiento del salario real fue muy inferior, 0,3 por ciento en 2021 y 0,7 por ciento en el primer semestre de 2022.
En Asia Central y Occidental, el crecimiento del salario real registró un fuerte crecimiento de 12,4 por ciento en 2021, pero desaceleró hasta llegar a 2,5 por ciento en el primer semestre de 2022. En África, los datos sugieren una caída del crecimiento del salario real de menos 1,4 por ciento en 2021 y un descenso hasta menos 0,5 por ciento en el primer semestre de 2022. En los Estados árabes, las tendencias en materia de salarios son provisionales, pero las estimaciones señalan un bajo crecimiento de los salarios reales de 0,5 por ciento en 2021 y de 1,2 por ciento en 2022.
Malas perspectivas
Para enfrentar la inflación global que generó la salida de la pandemia y la posterior guerra en Ucrania, los países podrían verse obligados a una reducción del gasto frente el deterioro de sus condiciones financieras. Estas últimas empeoraron como resultado de los efectos indirectos del ajuste monetario para lograr una disminución de los precios, provocando importantes recortes de gastos en el caso de una crisis de deuda.
Como resultado, los trabajadores en actividades económicas que dependen en gran medida del gasto público (administración pública, educación, salud y servicios sociales) tienen muchas más probabilidades de ser empleados en puestos altamente calificados y formales. “En consecuencia, la calidad promedio del empleo disminuiría si los países hicieran grandes recortes en el gasto público”, alertó el BM.
“El COVID-19 supuso el mayor revés para los esfuerzos mundiales de reducción de la pobreza en décadas: 70 millones de personas más regresaron a la pobreza extrema. Pero también provocó un colapso oculto pero masivo del capital humano de los jóvenes en momentos críticos del ciclo de vida. El impacto fue mucho mayor en los países más pobres”, detallaron en la última conferencia del organismo multilateral.
La pandemia provocó un colapso masivo del capital humano en momentos clave del ciclo de la vida, lo que altera negativamente el curso del desarrollo de millones de niños y jóvenes de países de ingreso bajo y mediano, según el primer análisis de datos mundiales sobre personas que tenían menos de 25 años al inicio de la pandemia realizado por el BM. Entre 2020 y 2021 se exhibió el cierre de escuelas y lugares de empleo, mientras que se interrumpieron otros servicios específicos que protegen y promueven el capital humano, como la atención de la salud maternoinfantil y la capacitación laboral.
Según estimaciones de Naciones Unidas, los niños en edad preescolar de varios países perdieron más del 34 por ciento del aprendizaje en lengua y alfabetización tempranas y más del 29 por ciento del aprendizaje en matemáticas, en comparación con las cohortes anteriores a la pandemia. En un documento del organismo se llega a la conclusión de que los estudiantes de hoy podrían perder hasta el 10 por ciento de sus ingresos futuros debido a las crisis educativas provocadas por el coronavirus. Y el déficit cognitivo en los niños pequeños del presente podría traducirse en una disminución del 25 por ciento en los ingresos cuando sean adultos.
La oportunidad para abordar los retrocesos en la acumulación de capital humano es pequeña, ya que las brechas registradas en las primeras etapas del ciclo de vida tienden a ampliarse con el tiempo. “Si no se adoptan medidas urgentes, la pandemia también amenaza con profundizar la pobreza y la desigualdad”, alertó el Banco Mundial.