Ahora son las denominadas "startups" o empresas tecnológicas, junto a todo un esquema financiero a su alrededor, la que pone al mundo contra las cuerdas. Antes fueron las hipotecas de alto riesgo (subprime), la segunda más profunda desde la Gran Depresión; previamente las puntocom; la del petróleo en los '70 y así sucesivamente hasta llegar a computar 14 cracks financieros con impacto en la actividad económica global en 150 años. En casi todas el factor común fue algún tipo de derivado financiero que escapaba a la regulación vigente al momento de que explotara la burbuja y la falta de un control más exhaustivo posterior que impidió que vuelva a suceder un evento disruptivo y de alto contagio en la actividad en el mundo. El desencadenante, además, casi siempre estuvo vinculado a medidas restrictivas en política monetaria de los bancos centrales.
Las crisis financieras son algo habitual para el capitalismo y viene sucediendo casi cada diez años. Esta semana las bolsas de Europa y Estados Unidos vivieron una jornada de alto octanaje de especulaciónante la posibilidad de nuevas quiebras bancarias por el contagio que se inició con el desplome de Silicon Valley Bank, al que siguieron otras entidades vinculadas a empresas tecnológicas. La nueva víctima que estuvo puesto contra las cuerdas fue el Credit Suisse, que perdió el miércoles hasta el 30 por ceinto de su valor en Bolsa después de que su mayor accionista dijera que no podía brindar más apoyo financiero a la banca suiza.
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El viernes el Silicon Valley Bank pidió la intervención de un tribunal luego de declarar la bancarrota, mientras que las acciones de Credit Suisse extienden su caída y borran el jueves de relativa calma financiera frente al anuncio de ayuda oficial del gobierno suizo. En este caso, el crecimiento explosivo de los "unicornios tech" durante la pandemia, que les permitió lograr un alto apalancamiento financiero (tomar deuda por encima de su capital).
El disparador, nuevamente, fue la decisión de los principales bancos mundiales, que comenzaban a ver niveles de inflación que no tocaban hacía al menos tres o cuatro décadas, de subir la tasa de interés para enfriar la economía. La suba de la tasa encareció la actividad económica y comenzó a frenarla a nivel global. El problema es que, con la pandemia, las economías quedaron muy endeudadas. Y el impacto está siendo más una baja de actividad que de inflación.
El derrotero viene desde finales del año pasado, con un recorte de trabajadores en las principales empresas tecnológicas, cuando comenzó a ralentizarse la economía ante las medidas contractivas de los principales bancos rectores del mundo; y el primer recorte comenzó a notarse en las "publicidades", principal fuente de ingresos de estos "unicornios". Los recortes se hicieron masivos en varias industrias, pero el fenómeno se centró en las empresas tecnológicas, como Twitter, Amazon, Facebook o Google, donde su principal ingreso es la publicidad, precisamente uno de los ítems que se suele reducir en medio de las crisis.
El antecedente más inmediato a la actual situación de incertidumbre fue la crisis bancaria de 2008, considerar la segunda peor quiebra financiera y económica durante la historia moderna, generando una caída de la actividad del 2,9 por ciento. Esa crisis se inició en el 2007 cuando la proliferación de hipotecas de alto riesgo en los Estados Unidos, encubiertas en derivados que utilizaban este activo como garantía, crearon una burbuja inmobiliaria que luego se derrumbó.
Una similitud con la situación actual fue la decisión de la Reserva Federal de subir las tasas de interés, lo que encareció e hizo impagables esas hipotecas, impactando en el activo respaldatorio del resto de los derivados que empapelaban los bancos internacionales.
La primera víctima fue Lehman Brothers, un banco de inversión que quebró ese año, mientras que en otros lugares los gobiernos se vieron obligados a rescatar a sus bancos para evitar que se desplomaran. Esta crisis fue la antesala también de muchos de los problemas económicos y las medidas de austeridad que siguieron a las economías de la Eurozona también a principios de la década de 2010.
Un siglo y medio de crisis
En los últimos 150 años se registraron 14 crisis financieras que impactaron directamente en la actividad económica global. La primera data de 1876, con una contracción económica mundial del 2,1 por ciento, y fue desatada nuevamente por presiones inflacionarias en los Estados Unidos y las medidas adoptadas para controlarla. En el medio, habían proliferado inversiones especulativas en firmas vinculadas a los ferrocarriles. A esto se le sumó el efecto de la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871).
Casi una década después, en 1885, se desató otra crisis, vinculada con la recesión exhibida en los Estados Unidos desde hacía tres años antes (1882). Ese evento se extendió durante 38 meses y para muchos analistas es considera la tercera recesión más grande en el país del norte, detrás de la posterio Gran Depresión de 1929 y previa la Gran Depresión de 1873. Esa crisis causó un desplome generalizado en el mercado de valores estadounidense, afectando severamente la economía de ese país y contagiando al resto del mundo. La caída de la actividad global fue de 0,2 por ciento.
La crisis de 1893 fue una depresión económica severa en Estados Unidos que terminó en 1897, afectando profundamente a todos los sectores de la economía y desencadenando problemas políticos. En ese momento, el nivel de desempleo en Estados Unidos superó el 10 por ciento durante un lustro. "El período que duró desde 1873 hasta 1879 o 1896 (dependiendo de la métrica utilizada), fue apodado en el momento como 'Gran Depresión' y mantuvo ese nombre hasta la otra Gran Depresión de 1930. Afectó particularmente a Europa y Estados Unidos", según la BBC. La actividad en el mundo se redujo un 0,8 por ciento y el estancamiento se mantuvo varios años.
Ya en un nuevo siglo, las quiebras de 1907 desencadenaron la primera crisis financiera mundial solo superada en gravedad por la Gran Depresión de 1930. El desenlace estuvo vinculado con la el pánico que se instaló principalmente entre compañías fiduciarias, instituciones que competían con los bancos por los depósitos. En esos años, el desempeño de la actividad económica fue una contracción del 3 por ciento. Esa recesión creó estimuló el movimiento de reforma monetaria que condujo al establecimiento de la Reserva Federal, el banco central estadounidense, dándole a la autoridad monetaria un mayor protagonismo para regular al sector financiero.
La siguiente recesión, en 1914, coincidió con el comienzo de la Primera Guerra Mundial y derivó en una contracción económica de 6,7 por ciento, la más elevada hasta ese momento. En medio del conflicto bélico, los inversores, asumiendo que no se pagarían sus deudas, retiraron acciones y bonos en una carrera por dinero, lo que en ese momento significaba una carrera hacia el oro, activo de refugio. Hoy es el dólar. La Bolsa de Londres reaccionó y cerró el 31 de julio, permaneciendo así durante cinco meses. El mercado bursátil de Estados Unidos también cerró el mismo día y estuvo sin operaciones cuatro meses.
La recesión posterior entre 1917 y 1921 ocurrió al final de la Primera Guerra Mundial, cuando el mundo todavía se estaba recuperando del daño causado por la confrontación, derivando en una contracción del 4,4 por ciento. Esta crisis estuvo vinculada con las deudas contraídas durante el conflicto bélico y las reparaciones de guerra que Alemania estaba obligada a pagar a los vencedores. La relación entre ambos fue estrecha. Estados Unidos, acreedor de los aliados, aplicó, con el fin de controlar la inflación, una política restrictiva de préstamos tendente a reducir la masa monetaria.
Entre 1930 y 1932, con una contracción de la economía del 17,6 por ciento, tuvo lugar lo que se conoció como la peor recesión económica del sistema capitalista del siglo XX (Gran Depresión o Crack de '29). La mayoría de los países sufrieron los efectos devastadores de esa debacle financiera. El colapso del mercado de valores, que se denominó "Jueves Negro", aceleró drásticamente los efectos de la recesión existente, causando el cierre de empresas e industrias y forzando despidos masivos.
La recesión comenzó en 1937, con contracción del 0,5 por ciento, durante la recuperación de la Gran Depresión, ocurrió entre mayo de ese año y junio de 1938 y fue la tercera peor en Estados Unidos del siglo XX. Las causas de esta recesión fueron una contracción en la oferta monetaria causada por las políticas de la Reserva Federal y del Departamento del Tesoro y las políticas fiscales contractivas, que incluyen la reducción del gasto público y el aumento de la recaudación fiscal a través de ingresos por impuestos de los ciudadanos. El PIB real estadounidense cayó en esos años un 10 por ciento, el desempleo -que había disminuido considerablemente después de 1933- alcanzó el 20 por ciento y la producción industrial se contrajo el 32 por ciento.
Poco más de una década después, la recesión de 1945-1946, con una caída de la actividad del 15,4 por ciento, fue el resultado directo del período de posguerra. El conflicto involucró a más de 70 países y causó daños drásticos a la economía mundial, particularmente en Europa y Estados Unidos.
La crisis 1973-1975, llamada recesión de la década de 1970 fue un período de estancamiento económico en gran parte del mundo occidental, con una caída de 0,8 por ciento de la actividad, poniendo fin al auge económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Entre sus causas principales se encontraban la crisis del petróleo de 1973 y el colapso del sistema de gestión económica internacional de Bretton Woods con el llamado "Nixon Shock", una serie de medidas adoptadas por el presidente estadounidense Richard Nixon que incluía terminar unilateralmente con la convertibilidad del dólar en oro.
La recesión de principios de 1980 fue una severa crisis económica que afectó a gran parte del mundo desarrollado a fines de los años 70 y principios de los 80. La caída en 1982 llegó al 1,3 por ciento y estuvo vinculada a la crisis del petróleo de 1973 y a la energética de 1979. Sus efectos no fueron tan duraderos en Estados Unidos y Japón, pero el alto desempleo continuó afectando a otros países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico hasta al menos 1985.
La recesión de principios de la década de 1990, específicamente en en 1991, afectó a gran parte del mundo occidental, con una retroceso de la actividad del 0,3 por ciento. Esa debacle estuvo vinculada, otra vez, por la política monetaria restrictiva promulgada por los bancos centrales, principalmente en respuesta a las preocupaciones sobre la inflación, la pérdida de la confianza de los consumidores y las empresas. Esos factores fueron el resultado del shock del precio del petróleo en 1990.
La siguiente fue la de 2009, con el colapso del mercado inmobiliario de Estados Unidos y la crisis de las hipotecas de alto riesgo. Según el Fondo Monetario, fue "el colapso económico y financiero más grave desde la Gran Depresión de la década de 1930". Finalmente, en el 2020 hizo su aparición el coronavirus, una pandemia que obligó a una cuarentena estricta (con parálisis de la actividad) en casi todos los países del globo, generando un retroceso de 6,2 por ciento en la actividad.
Todo sigue igual, de mal
El impacto de las nuevas tecnologías y de la coyuntura en la organización de los negocios no cambio, como tampoco los riesgos sistémicos de la especulación financiera. Los cambios deberían estar enfocados en la tribución de la renta de distinto carácter (personal, funcional, territorial, sectorial) y el de los hábitos de consumo. Un ejemplo de ello fue de la concentración tipo trust de la Standard Oil Company, fundada en 1870 por John Rockefeller y que diez años después controlaba el 90 por ciento de la producción y exportación de petróleo en Estados Unidos.
La aparición de los denominados cripto-activos, derivados sin garantía real ni control gubernamental en casi ninguna parte del mundo, pero que terminaron imponiéndose en todo el globo, tensionan actualmente al sistema.
Incluso ya comenzaron a generarse en paralelo nuevas burbujas. Con total amnesia respecto de lo sucedido en 2008, la solicitudes de hipotecas aumentaron la semana pasada cuando los compradores potenciales y los propietarios de viviendas capitalizaron una caída repentina en las tasas de interés como resultado de las quiebras de los estadounidenses Silicon Valley Bank y Signature Bank. El volumen de todas las solicitudes de hipotecas aumentó un 6,5 por ciento en comparación con la semana anterior, según la encuesta de la Asociación de Banqueros Hipotecarios de la semana que finalizó el 10 de marzo.
Los bancos centrales de Estados Unidos y Europa no parecen estar dispuestos a reducir el ritmo de suba de tasas de interés, lo que va a provocar nuevas situaciones de impago a nivel local y global.
De acuerdo con el último informe del Banco Mundial, el riesgo de una recesión mundial en 2023 aumenta en medio de alzas simultáneas de las tasas de interés. El organismo recomienda aplicar políticas para frenar la inflación sin agravar aún más el riesgo de una recesión mundial. "El mundo podría estar avanzando poco a poco hacia una recesión mundial en 2023 y una serie de crisis financieras en los mercados emergentes y las economías en desarrollo que les podrían causar daños duraderos", según el Banco Mundial.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en cambio, modificó al alza la proyección de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) mundial aunque alertó por los posibles riesgos de caída, entre otros motivos, por las recientes tensiones en el sector financiero. En su reporte de Perspectivas Económicas, la OCDE elevó en 0,4 puntos porcentuales el crecimiento global proyectado de 2,2 a 2,6 por ciento, aunque el mismo sigue presentando una desaceleración frente al 3,2 por ciento registrado durante 2022.
Los bancos centrales de todo el mundo subieron las tasas de interés desde 2022 con un grado de sincronización no visto en las últimas cinco décadas, "una tendencia que probablemente continuará hasta bien entrado el año próximo", de acuerdo con el informe del Banco Mundial. Sin embargo, es posible que la trayectoria prevista en la actualidad de los aumentos de las tasas de interés y de otras medidas de política no sea suficiente para reducir la inflación mundial a los niveles registrados antes de la pandemia. Pero sí terminará por hacer eclosionar nuevamente la actividad global.
Especialistas esperan que la porción de países que endurecerán las políticas fiscales este año alcance el nivel más alto registrado desde principios de la década de 1990. Esto podría aumentar los efectos de la política monetaria en el crecimiento. "Los responsables de formular políticas deberían también establecer planes fiscales a mediano plazo que gocen de credibilidad y proporcionar alivio específico a los hogares vulnerables", recomienda en el mismo documento el Banco Mundial.