Referentes del Gobierno y actores fundamentales en el aparato de comunicación celebraron en la última semana la baja de precios en algunos productos de consumo masivo, algo que en tono victorioso denominaron como "deflación". Sin embargo, si se ingresa en un proceso de baja de precios generalizados sería producto de la crisis de ingresos e incluso podría generar consecuencias peores que las provocadas por los regímenes de alta inflación.
Fiel al estilo mileísta y sin dar explicaciones sobre este fenómeno, la variación negativa de precios fue calificada como algo "bueno" por parte de los voceros oficiales Manuel Adorni y Javier Lanari. Claro, en medio de semejante crisis salarial, difundir ante la población que los costos bajan puede significar un triunfo discursivo para el Gobierno. Pero detrás de la cortina de declaraciones se esconde lo peor de la recesión. En la última semana de abril, el nivel de precios de los alimentos y bebidas cayó 1%. Por supuesto, se desaceleró respecto a la semana previa y la inflación del mes se estancó en un solo dígito. En esta oportunidad, salvo los lácteos y los huevos, el resto de las categorías disminuyó el precio.
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De acuerdo a un informe de la consultora LCG, en la última semana del mes pasado la suba de precios de los alimentos promedió 1%, desacelerando 1,8 puntos respecto la semana anterior. La suba promedió 2,3% en las últimas cuatro semanas y 1,4% punta a punta en el mismo período.
Desmitificando la deflación
La deflación (o inflación negativa) es el fenómeno contrario a la inflación, es decir, una caída general y continuada de los precios de la economía y, aunque puede parecer que una bajada en los precios es algo positivo, la realidad es que tiene efectos muy perjudiciales en la economía. En primera instancia, la caída de precios fue solo verificada en algunos productos y no a nivel general, por lo cual lo acontecido en el último tramo de abril es una fotografía, no una película. En 2001, en medio de una de las peores crisis de la historia, sí se registró este fenómeno, ya que los precios se redujeron 1,1%, producto de la convertibilidad y la caída en la actividad.
Hasta el economista Carlos Melconian -referente de Patricia Bullrich en la campaña de 2023- aseguró que Argentina no está transitando un sendero de deflación, ya que indicó que hay precios regulados, como el de los servicios públicos, "a los cuales les falta acomodarse". Además, sostuvo que si bien la actividad económica "va a tener un rebote", la discusión debe pasar por ver "cuándo se quiebra el techo en el que estamos desde 2011".
La deflación puede generar un círculo vicioso en la economía, ya que puede provocar una reducción del gasto y la inversión, lo que supondría un menor crecimiento económico y un aumento en el desempleo. Por ejemplo, si se piensa que el precio de un producto va a bajar, es posible que se posponga la decisión de compra para cuando el precio baje. Si la creencia de que los precios van a bajar se mantiene en el tiempo y los consumidores posponen sus decisiones de compra, las empresas tendrán que bajar los precios de sus productos por la falta de ventas. Por ende, tendrán menos beneficios y tendrán que bajar costos para subsistir, por lo que tenderán a bajar los salarios de sus empleados o, incluso, echarlos, desatando un aumento del desempleo.
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En diálogo con El Destape, el economista jefe de la consultora FIDE, Pedro Gaite, remarcó que "Argentina tiene un problema inflacionario, más allá de que la medición en el corto plazo de algunos productos se pueda haber registrado una baja". Y añadió: "Sigue en un régimen de alta inflación y ese es el problema a entender".
"La baja está ligado a factores que no son sostenibles: el ancla cambiaria del 2% que apreció el tipo de cambio real, y la caída de la actividad y el consumo. Eso pone un límite al aumento de precio por la caída de la demanda", explicó Gaite. Para el futuro, el economista proyectó que "en los próximos meses hay aumentos de precios regulados que se vienen pateando y van a repercutir", y subrayó que "la puja distributiva también juega" ya que "de a poquito los salarios deberían ir recuperando y eso pone un límite a la desaceleración de la inflación".
Por su parte, el economista del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) Federico Zirulnik le bajó el precio a los cantos victoriosos del Gobierno "Quizás algún precio pueda haber bajado, en todo caso se desacelera la inflación. Que los precios bajen son casos puntuales. Menos del 1% de los productos sufrió una baja de precios en la última semana según nuestros relevamientos, asi que ni por asomo podría describirse como una deflación".
Bajas de precios, por ahora solo una minoría de productos
De acuerdo al Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), el Índice de precios de supermercados (IPS-CESO) arrojó un incremento del 0,7% en relación con la semana anterior y de 3,5% respecto de cuatro semanas atrás. El documento al que accedió El Destape remarcó que "no se observan rebotes", aunque los productos de electrodomésticos que "tuvieron muchas semanas de estar prácticamente sin cambios (ancla cambiaria, altos márgenes, pocas ventas) se acercaron al promedio".
Los productos con baja de precio son "estadísticamente insignificantes y se mantienen dentro del rango habitual (menos del 1% de los productos relevados)", sostuvo el informe. La cantidad de productos con subas fue del 5,4%. Dado que el rango de las semanas previas fue del 5 al 10% de este valor, que la próxima semana perfore el 5% "sería algo relevante a prestarle atención".
Dentro de la canasta básica, se destacaron aumentos en frutas y verduras, quesos, arroz y legumbres, y congelados. En cuanto a los regulados, en mayo los aumentos estuvieron presentes en los combustibles (entre 4% y 5%), transporte (54% el tren y 359% los subtes (aunque se desconoce la fecha exacta de aplicación), servicios de telecomunicaciones (entre 10 y 20%), colegios privados bonaerenses (6,7%) y alquileres (221% para los enmarcados en la Ley de Contratos de Locación).
A su vez, el Gobierno postergó hasta junio la corrección de los Impuestos a los Combustibles Líquidos -que hubiera generado un impacto mayor en el precio de los combustibles-, y al menos un mes más, la actualización tarifaria indexada al IPC de las tarifas de gas y electricidad; "dejando entrever que prioriza la cuestión inflacionaria por sobre lo fiscal", consignó el informe.
El vicepresidente de la Federación de Almaceneros de la provincia de Buenos Aires, Fernando Savore, explicó los motivos de la desaceleración de precios: "En diciembre tuvimos hiperinflación, hubo días que cambiamos listas dos veces, mientras que en enero y febrero continuaron las subas. Allí se produjo una caída de ventas del 22% y generó cuellos de botella de mercadería que quedó estancada". Y precisó: "Como consecuencia, empezó a caer el precio de esa mercadería. En diciembre paganos el kilo de azúcar de primera marca 1.400 pesos y hoy 9.00, costo contra costo. Y así hay muchos productos más".
Resulta llamativo que funcionarios del Gobierno confundan los resultados de la variación de precios en las últimas semanas y además pretendan emparentarlos con uno de los peores signos económicos derivados de la crisis del 2001-2002. El otro razonamiento posible es que busquen esos mismos resultados en el corto plazo.