El virus de los “ecolochantas”

14 de octubre, 2020 | 11.57

  La información del avance de un acuerdo con China para aumentar las exportaciones de carne porcina fue tomada como bandera por la rama sectaria de las corrientes ecologistas. Frente a la esterilidad del debate generado resulta de vital importancia romper la construcción de la falsa dicotomía entre desarrollo y cuidado ambiental. Estar a favor del desarrollo no significa estar en contra del cuidado del medio ambiente, y estar a favor del cuidado del medio ambiente no debería ser la negación del desarrollo. Semejante contradicción no es una creación del ecologismo, sino de su rama sectaria, una corriente de banderas brumosas con profusa difusión gracias al potente respaldo de la “geopolítica”, palabra que refiere a las relaciones del poder internacional real y que suele utilizarse para evitar el uso de la más estigmatizada “imperialismo”. La hipótesis de este artículo, que intentará ser demostrada, es que bajo la apariencia de una buena causa las sectas ecologistas son una corriente de pensamiento reaccionario funcional al imperialismo. Se trata de un debate cuya magnitud excede largamente a lo que puede desarrollarse en un breve artículo, por lo que se propone un esfuerzo de síntesis.

  En una economía como la argentina existe un dato básico no incorporado al sentido común de la población: aumentar salarios, o pensando en el conjunto de la economía: aumentar la masa salarial, demanda dólares. Si se quiere avanzar en la inclusión social se necesita aumentar la provisión de divisas. La razón es que, dada la estructura productiva local, cuando aumenta el consumo aumenta la demanda de bienes y servicios que, o bien tienen una alta composición de insumos importados o son directamente importados, por ejemplo vehículos, electrodomésticos, electrónicos, viajes al exterior, etc. Sin embargo, mientras el nivel de importaciones depende del ciclo interno, es decir de la evolución del PIB, el nivel de exportaciones depende de la demanda del resto del mundo. Dada la estructura productiva local, cuando la economía crece, a partir de cierto punto las importaciones crecen mucho más rápido que las exportaciones lo que conduce a la escasez de divisas y, en consecuencia, a la inestabilidad macroeconómica. Por ello, los economistas de distintas corrientes suelen coincidir en la necesidad de aumentar las exportaciones, aunque no lo hagan en el para qué y cómo lograrlo. Sin meterse en esta discusión existe un consenso en que para crecer y desarrollarse se necesitan divisas y que para hacerse de divisas una de las vías más genuinas es aumentar las exportaciones y/o sustituir importaciones.

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  Desde esta perspectiva la posibilidad de aumentar las ventas de carne de cerdo a China es una oportunidad para generar, no sólo producción y empleo, sino el súper escaso activo “divisas”. Todo lo que viene de las relaciones con China, por una simple cuestión de tamaño, suele estar rodeado de grandilocuencia. Sin embargo, los procesos no siempre se concretan con la velocidad y magnitud prometidas. En el caso de las exportaciones porcinas la Cancillería anunció que estaban avanzadas las tratativas para llegar a exportaciones por 900 mil toneladas en un lapso de 4 años. El valor promedio de la tonelada de carne de cerdo exportada rondó en 2019 los 2300 dólares. Es decir se está hablando de llegar a exportaciones por poco más de 2000 millones de dólares anuales. Claramente los chanchos no llegaran para reemplazar la ilusión de la Vaca muerta. Pero a modo de comparación se recuerda que con una población de 6,8 millones de cabezas Argentina produce actualmente 620 mil toneladas anuales de carne porcina. En 2019 se realizaron exportaciones “récord” por 12.438 toneladas con un valor FOB declarado de 28,5 millones de dólares, los cerca de 2.300 dólares por tonelada ya citados. Ese mismo año también se importaron 30.845 toneladas por 80 millones de dólares.

Si el proyecto se concreta se tratará de la creación de un nuevo clúster exportador. Esto significa todo lo deseable en materia de posibilidades reales de generar divisas. Primero porque aumentará la producción con valor agregado destinada a un mercado den exportación ya asegurado. Hasta hoy se exportaba el alimento para los chanchos chinos y el proyecto significa que se exportará la carne más o menos procesada. Segundo porque bien gestionada la nueva producción podría desarrollarse en áreas que hoy se encuentran extramuros de la frontera agrícola de la zona núcleo pampeana, como por ejemplo y sólo por citar una geografía, en el norte de la Patagonia, en los valles medios e inferiores de los ríos Negro y Colorado, cercanas además a dos puertos, Bahía Blanca y San Antonio Este. El proyecto no sólo podría crear un nuevo clúster exportador y generar divisas escasas, sino también favorecer el desarrollo local y el federalismo económico.