Con precios justos, la economía popular aumentó sus ventas en cuarentena

El sector se consolida en la generación de trabajo y producción de alimentos sanos y a precio justo, por fuera de las grandes cadenas comerciales.

18 de junio, 2020 | 07.17

El 92,6% por ciento de las comercializadoras de la economía popular aumentaron sus ventas durante la cuarentena. El 64 por ciento tuvo un alza interanual de más del 40 por ciento.

Intervienen de manera activa en la cadena de comercialización al acortar las distancias entre consumidores y productores, permiten el acceso a productos de calidad y a un precio inferior al que ofrecen los comercios o grandes cadenas de supermercados. Garantizan estabilidad de precios en un contexto que evidenció la especulación de los grandes empresarios de la cadena alimenticia.

Ante la emergencia alimentaria y la mirada puesta en la pospandemia, la economía popular demuestra que se consolida como un actor clave en la generación de trabajo con la producción de alimentos agroecológicos y orgánicos que provienen de experiencias cooperativas y comunitarias, pequeños productores campesinos, agricultores familiares y fábricas recuperadas. El sector pudo responder al incremento de la demanda, y logró expandirse en un contexto de crisis.

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El dato surge de un relevamiento oficial sobre 27 experiencias de comercialización que abarcan 44 municipios bonaerenses, realizado por la subsecretaría de Economía Popular del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires.

La mayoría combina distintas modalidades de entrega de sus productos. El 81,5% de las comercializadoras realiza entregas a domicilio, de las cuales el 90% cuenta también con nodos o puntos de consumo barriales, y ofrecen sus productos en ferias, mercados o almacenes.

Las comercializadoras ofrecen una variedad de productos que abarcan desde alimentos secos y frescos, productos elaborados, harinas integrales y productos de limpieza e higiene personal, entre otros. Entre los productos más vendidos, se destacan las verduras y frutas, yerbas, aceites, fideos, harinas, quesos, arroces, legumbres y huevos.

Entre las principales problemáticas que destacan las comercializadoras populares están la falta de acceso a créditos y financiamiento, limitaciones de infraestructura y logística, necesidad de asesoramiento técnico y normativo, y de difusión de sus actividades y productos.

“Inmediatamente informamos por todos los medios que las ferias estaban suspendidas y que íbamos a pasar a la entrega a domicilio. Gracias a esa modalidad, las ventas aumentaron porque hemos podido llegar a más personas”, cuenta Soledad Rial, directora de Gestión Social del Consejo Social de la Universidad Nacional de La Plata y coordinadora de las ferias del Paseo de la Economía Social y Solidaria.

Vanesa Della Casa, de la comercializadora Caracoles y Hormigas y miembro de la Red de organizaciones de comercialización y consumo popular, social y solidario, asegura: “Pudimos lograr estabilidad de precios en un contexto de especulación, mientras garantizamos la continuidad para responder a la mayor demanda. También ofrecemos seguridad ante los riesgos del coronavirus, por la utilización de protocolos estrictos y por una trazabilidad más conocida de los productos (quién lo produce y cómo llega al consumidor), y las diversas estrategias de comercialización, como entregas a domicilio, nodos de consumo y mercados de cercanía”.

“El rol de las comercializadoras se transformó en fundamental para mantener en marcha la actividad del sector, sosteniendo el ingreso y la fuente de trabajo de muchísimos y muchísimas bonaerenses. El desarrollo e implementación de políticas que permitan fortalecer y fomentar estas experiencias de comercialización y producción es parte vertebral del rol de nuestra subsecretaría”, explica Federico Ugo, Subsecretario de Economía Popular de la Provincia de Buenos Aires.

“La pandemia visibilizó que un sector de la comercialización solo busca el lucro y la acumulación, mientras que desde nuestras organizaciones sociales ofrecemos la posibilidad de pensar en qué queremos comer, de dónde viene lo que comemos, cómo nos organizamos para hacerlo, qué roles sociales hay en las pautas de consumo y cómo queremos transformarlos”, destaca Vanesa Della Casa.