La depresión de los salarios no solo impacta en la caída de consumo en las grandes superficies comerciales, sino también en los grandes centros urbanos de transporte, donde miles y miles de trabajadores ven disminuido su poder de compra. En las estaciones Plaza Constitución, Once y Retiro, los precios populares son cada vez menos accesibles para la población y no precisamente por ofrecer valores elevados, sino por un bolsillo cada vez más flaco.
El Destape realizó un relevamiento de precios propio respecto a los principales consumos gastronómicos en los tres núcleos de transporte de pasajeros en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA): Constitución, Once y Retiro. Al estar ubicado en un mismo espacio físico, los negocios usualmente enrolados en franquicias se ponen de acuerdo para fijar precios similares. Sin poder mensurarlo en cifras, los comerciantes consultados explicaron que el nivel de compras cayó y se vio fuertemente modificado desde fines del año pasado hasta la actualidad.
Si una persona quiere almorzar, el costo del menú llega a equivaler a casi el 5 por ciento del Salario Mínimo Vital y Móvil, medido para octubre en $ 271.571,22. La cifra no se aleja del promedio de las remuneraciones que obtienen los trabajadores en la actualidad, que se estima oscila en poco más de 300.000 pesos para el sector informal.
Según la última medición del Indec, el 62,2% de la población total (18.416.828 personas) percibió algún ingreso, cuyo promedio fue igual a $ 369.085. De acuerdo al Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, el 10% que más gana en Argentina tiene un ingreso 26 veces superior al 10% que menos gana.
Inflación Constitución
En los andenes de Constitución están plantados los stands que, en general, ofrecen patys, choripanes, panchos, gaseosas y agua para los usuarios que vienen de o van a trabajar. Un solo choripán con salsa criolla cuesta 2.300 pesos -si le sumás una botella de Pespi, el valor asciende a 4.100 pesos-, pero dos porciones de pizza con un agua saborizada asciende a 4.000 pesos. Una opción más barata para aguardar la salida del tren es comer un súper pancho a 2.100 pesos.
Saliendo del andén, el hall de la estación presenta diversas ofertas para comer de parado o parar unos minutos a desayunar, almorzar, merendar o cenar. Por la mañana, un café con medialunas cuesta 1.800 pesos en la mayoría de los puestos, mientras que la misma infusión con una factura vale 1.600 pesos.
Por otra parte, la "promo" de un sánguche de milanesa con lechuga y tomate más gaseosa sale 7.300 pesos, y sin bebida 5.500. La porción de pizza especial - por ejemplo, napolitana- cuesta 1.100 pesos, un pebete común de jamón y queso asciende a 2.600 pesos y uno "primavera" (con lechuga y tomate) A 3.000 pesos.
Sobre la salida a la calle Lima se encuentra "Central pizza y Café", donde la milanesa a caballo con papas fritas sale 7.200 pesos y el pollo grille con puré de papas 6.500 pesos. En "El rey del choripán", la promoción del chori más una lata de cerveza Brahma cotiza 4.500 pesos, mientras que la misma bebida con una hamburguesa se consigue a 5.600 pesos. Existen otros menús, como la "mila de la casa más gasesosa" a 10.000 pesos, o la "caballo más Brahma" a 10.200 pesos.
Debajo de la tierra, en la antesala de los molinetes del subte, los precios se reducen y un sánguche de milanesa de pollo cuesta 2.000 pesos y el de carne 3.000 pesos. Un sandwich de pan francés de salame y queso vale 1.000 pesos.
Qué pasa en Once y Retiro
En la estación Once, ubicada en Plaza Miserere, se concentra el flujo de viajantes del oeste del conurbano bonaerense y de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, una hamburguesa común se vende a 2.200, el sánguche de milanesa de pollo cuesta 4.800 pesos y el de carne se valoriza a 5.500.
En los puestos de venta al paso, el de salame y queso se comercializa a 2.500 pesos, el pancho con papas 2.300 pesos y el paquete papa frita 1.000 pesos. También hay negocios dedicados exclusivamente a la pastelería, cuyos precios son los siguientes:
- Grisines: 1.500 pesos.
- Alfajores de maicena: 2.400 pesos.
- Bizcochitos de grasa: 1.900 pesos.
- Palmeritas: 2.100 pesos.
- Budín de limón: 2.900 pesos.
- Paquete de pepas: 2.750 pesos.
- Budín de chocolate: 3.000 pesos.
Si una persona que trabajar o está viajando para conseguir un empleo quiere sentarse a comer tranquila, la milanesa napolitana con fritas se vende a 7.500 pesos, los ñoquis con salsa a 5.500 pesos, el café con medialunas a 3.000 pesos y la porción de mozzarella con una Brahma sale 4.200 pesos.
Ya en la estación Retiro, una empanada se vende a 700 pesos, el cono mediano de papas fritas a 3.500, el cono grande 4.500. En los kioskos, los tres turrones se consiguen a 750 pesos, el Guaymallen triple sabor fruta está ofertado a 400 pesos, dos alfajores Bon o bon alfajor cuestan 2.600 pesos, y tres alfajores marca Turimar 900 pesos.
En "San Buchito", el sánguche de milanesa de pollo con lechuga y tomate cotiza a 5.500 pesos, los tallarines con salsa bolognesa 6.000 y una ensalada "Cesar" más gaseosa 6.300 pesos.
El calvario de no poder comprar alfajores
"Parar a comer un plato de ñoquis se convirtió en lujo, hoy viene cada vez menos gente al local", sostuvo un comerciante gastronómico a este medio. Los locales de cada estación coinciden en una baja de consumo generalizado, el cual viró a la nada o, en todo caso, a comidas de paso en otros puestos más chicos y sin espacio físico para sentarse. Aún así, en esos mini negocios como "Los Pérez García" también detectan una caída en cuanto a la cantidad de ventas.
En los kioskos, Victoria ilustró cómo cambió el patrón de compra: "Hoy llevan de un alfajor a pesar de las promos a bajo precio. Prefieren ahorrarse 100 o 200 pesos. En general antes se llevaban de a seis para darle a la familia en su casa, pero ni eso". Otra modificación es la predilección del pancho de vendedor ambulante en detrimento de la hamburguesa completa, una tradición que siempre se impuso pero que en la actualidad se profundizó en los últimos meses, de acuerdo a los comentarios de los parrilleros de estación.
En la canción "Homero", el cantante Cristian "Pity" Álvarez retrata la vida del laburante argentino para fines de los años 90 y principios del 2000 de la siguiente manera:" Se hace difícil siendo obrero hacerte cargo del pan, de tu esposa, tus hijos, del alquiler y algo más. Y poco disfruta sus días pensando en ¿cómo hará? Si en ese empleo no pagan y cada vez le piden más". El fiel reflejo del drama social se replica para ésta época, donde la pobreza supera el 50 por ciento, el desempleo va al alza y el salario de la mayoría de los trabajadores permanece aplastado.