De frente a una multitud que se concentraba en Plaza de Mayo, aquel 17 de octubre de 1945 Perón miraba el horizonte y tenía claro cuál era el factor que ordenaba la economía y la sociedad argentina: el trabajo. Desde aquel momento a hoy pasó mucho tiempo. Nos bombardearon, intentando echar por tierra todas las conquistas colectivas y sociales gestadas hasta entonces. Pasaron presidentes, legisladores. Corrió mucha sangre, contamos demasiados compañeros muertos. Pero hay algo que no cambió: la vigencia de aquella frase en la actualidad.
A casi ocho décadas de aquella jornada fundacional para el peronismo, la sociedad cambió a un ritmo vertiginoso y, con ella, la política. Experiencias como el pacto social de José Ber Gelbard (que buscó impulsar el desarrollo nacional avanzando en la redistribución de la riqueza mediante el incremento de los salarios por sobre el de los precios) y los doce años de kirchnerismo (donde se apostó por desarrollar un círculo virtuoso de crecimiento de la producción local, la generación de empleo digno y el consumo) son prueba fehaciente de que el reconocimiento del trabajador como sujeto de derecho debe estar en el centro de la comunidad organizada para que esta se desarrolle con autonomía.
El reciente lanzamiento del Consejo Económico y Social, como dijo el presidente Alberto Fernández, nos encomienda la responsabilidad de construir una sociedad más justa. Sin dudas, el diálogo entre los sectores que involucran al trabajo es esencial para construir una Argentina para todos y todas. Aunque es evidente que sólo con diálogo no será suficiente para lograrlo.
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En la previa a las elecciones de octubre de 2019 que la consagraron -una vez más- en la fórmula electa por el pueblo, Cristina Fernández de Kirchner hablaba de “volver a ordenar todo”, luego de la fatídica experiencia que tuvimos como sociedad con Cambiemos y sus secuaces. “Pero no en el viejo orden, sino en algo nuevo, distinto y mejor que lo que tuvimos. Creo que esto va a requerir de todos nosotros, ciudadanos y ciudadanas, y también de los sectores económicos, de los sectores sociales, un gran esfuerzo”, nos advertía por aquel entonces la senadora nacional.
En el medio, se nos vino encima una pandemia y el asunto se complicó bastante. Pero nunca dejamos de estar a tiempo de fundar un nuevo orden nacional del trabajo. Que las pymes, las cooperativas, los y las pequeñxs productores, los y las trabajadorxs agrarios, comerciantes, trabajadores de empresas recuperadas encuentren una representación en el Consejo Económico y Social a la altura de su aporte real para la economía y para el desarrollo de una sociedad. La única forma de generar inclusión es a través del círculo virtuoso de la producción y el trabajo. Por eso, los actores de la producción no podemos ni debemos estar ajenos a esta construcción que el momento histórico requiere. Respaldamos este proyecto político. Pero necesitamos más sillas para que las voces de quienes brindamos más del 75% del empleo privado del país puedan ser escuchadas.
Es momento de que las pymes nos sentemos en la misma mesa con los grandes empresarios y que entiendan de una vez por todas, que si el trabajador tiene laburo y un buen salario, va a consumir más, va a fortalecer el mercado interno y, como consecuencia inexorable, ellos también van a ganar más. Es momento de decirle a las corporaciones que en este difícil momento histórico que atravesamos en Argentina, como consecuencia de la pandemia amarilla y el coronavirus, no hay lugar para los privilegios (impositivos, de flexibilización o de cualquier otra índole). Se trata de construir, desde el diálogo, el esfuerzo y la solidaridad, un nuevo orden que permita que los números cierren con todos y todas adentro. Estamos decididos a forjar un país sin privilegios y con la profunda convicción de que nadie se salva solo.