Tal como estaba previsto, el gobierno de Brasil redujo en un 10% los aranceles a las importaciones de aproximadamente el 87% del universo de productos. Brasilia le comunicó previamente a Buenos Aires que iba a tomar temporalmente esta decisión para activar una herramienta antinflacionaria en su economía. Inicialmente, la rebaja iba a ser del 50%, pero la gestión argentina logró su cometida y desactivó una bomba para el aparato industrial nacional.
La revisión del Arancel Externo Común (AEC) es un proceso de negociación que comenzó hace dos años. En la reunión que el 8 de octubre mantuvieron el canciller, Santiago Cafiero, y su par Carlos França en Brasil, se lograron los consensos necesarios para reducir el AEC en un 10% en un universo muy amplio de productos, y trabajarlos en conjunto con Uruguay y Paraguay, atendiendo a los objetivos de búsqueda de mayor competitividad y desarrollo, y avanzar en forma equilibrada respecto de las capacidades productivas del bloque.
Según lo anunciado, la medida es de carácter transitorio y excepcional y respetaría los parámetros acordados entre ambos países en el Mercosur. Existe un consenso entre ambos países respecto a mantener la unidad del bloque y negociar en conjunto con terceros países, en el sentido de lo expresado en el Comunicado Conjunto del 8 de octubre pasado.
Según pudo averiguar El Destape, las negociaciones siguen su curso y, próximamente, habrá una reunión de Coordinadores del Grupo Mercado Común (con los cuatro países integrantes) para avanzar hacia la actualización y adaptación de su estructura arancelaria a las condiciones actuales del comercio regional y mundial en forma equilibrada respecto de las capacidades productivas del bloque. Luego de meses de fuertes discusiones, tensión y desplantes diplomáticos, Argentina logró un acuerdo beneficioso al acordar con Brasil una rebaja mucho menor a la inicialmente proyectada. En alianza con Uruguay, la política aperturista de Jair Bolsonaro pretendía una disminución de hasta el 50% para el impuesto proteccionista que rige en el Mercosur.
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El AEC del Mercosur se cobra al ingreso de mercadería desde fuera de los países del bloque. En promedio es del 12,5%, pero puede llegar hasta un 35% como máximo. Aún así, existen posibilidades para realizar excepciones: los plazos de vigencia permitidos para la rebaja arancelaria se establecen en 12 meses y en algunos casos considerados de urgencia de seis meses. Desde una perspectiva de apertura, hace meses que Brasil y Uruguay insistían en una rebaja muy superior a la que finalmente se impuso.
La postura argentina era clara. El objetivo fue presentar una propuesta mucho más moderada para defender con las excepciones el trabajo intensivo en sectores como automotriz, textil y calzado. De hecho, durante la reunión se hizo hincapié cuando se abordó la importancia de la herramienta de las excepciones para resguardar el trabajo nacional y el empleo argentino. En diversas oportunidades, Argentina hizo explícito su pedido para que la rebaja impositiva debía ser aplicada utilizando una metodología de segmentación del universo arancelario en productos agroindustriales, industriales, bienes de capital, de informática y telecomunicaciones, con cinco eslabones diferenciados entre sí por el grado de elaboración del producto en cada caso, y de allí sale una recomendación de mayores reducciones en insumos y materias primas, y menores reducciones en bienes finales.
Clima tenso en la región
A principios de julio, el Gobierno de Uruguay comunicó que iba a comenzar a negociar acuerdos comerciales con terceros países, por fuera de la estructura del Mercosur, y desconoció la cláusula de la conformación del bloque que plantea la necesidad de un consenso del resto de los socios regionales. Los países del bloque, Argentina, Brasil y Paraguay, tomaron de muy mala manera el camino que tomó el gobierno Luis Lacalle Pou. Una jugada que terminaría debilitando la postura aperturista.
A los participantes les generó malestar el apuro de Uruguay por dar a conocer una decisión cuyo debate aún no concluyó y que no fue considerada demasiado inteligente ante la reacción negativa inmediata. Además, la postura rompía con lo trazado en el Tratado de Asunción, un elemento constitutivo para el desarrollo del bloque y las relaciones comerciales.
Pero la tensión no había aflojado con el pasar de las semanas. De hecho, el ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, llegó a expresar: "Un día Argentina nos dijo eso: el Mercosur es como es, el que quiera que se retire. Nosotros devolveremos eso a Argentina: el Mercosur se va a modernizar y quien esté incómodo, que se retire".
El escenario marcaba que la negociación estaba rota y el contrapunto era excesivamente público. Para dar vuelta la situación, Cafiero habló por teléfono con el Canciller de Brasil el 28 de septiembre y allí empezó a acercar posiciones. En paralelo, el exjefe de gabinete también almorzó con el canciller de Uruguay, Francisco Bustillo. Finalmente -bajo las gestiones conjuntas del embajador Daniel Scioli y el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas- con el viaje a Brasilia se logró descomprimir el conflicto y llegar a un acuerdo que ya celebran los industriales.