Casi la mitad de la población mundial vive en zonas rurales y esas economías desempeñan un papel importante en la erradicación de la pobreza extrema, el logro de la seguridad alimentaria y la creación de empleos decentes. Sin embargo, el alto grado de informalidad invisibiliza parte de esa mejora, para lo cual se requiere un trabajo fuerte de registración. De hecho, las principales actividades productivas, como es la agricultura, son las que menos empleo genera. En 2023, se prevé que el déficit mundial de empleos se sitúe en 453 millones de personas (o el 11,7 por ciento), más del doble del nivel de desocupación, según cifras de la Organización Mundial del Trabajo.
Argentina no es la excepción en este contexto mundial. Según el sistema integrado previsional del Ministerio de Economía, el crecimiento hasta marzo del empleo asalariado privado y registrado fue generalizado y se verificó en 13 de los 14 sectores analizados. El único sector que presentó una caída de empleo en marzo fue Agricultura, ganadería, caza y silvicultura (-0,8 por ciento), el cual presenta un estancamiento de largo plazo: alcanzó un máximo en 2011 y a partir de ahí alternó momentos de caída y recuperación parcial.
Esto deriva también en una fuerte concentración de la renta. Las cifras de la Cuenta de generación del ingreso del Indec, la retribución total al trabajo en el primer trimestre fue de 24,4 por ciento, mientras que el excedente explotación se disparó a 63,9 por ciento. Estas cifras cobran relevancia al tener en cuenta que casi la mitad de la población mundial vive en zonas rurales, por lo que las economías rurales desempeñan un papel importante en la erradicación de la pobreza extrema.
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Si bien el 66 por ciento de los productores de la Argentina pertenece a la agricultura familiar, sólo acceden al 13 por ciento de la tierra disponible mientras que, en contraste, el 1 por ciento de los propietarios rurales posee más del 40 por ciento, de acuerdo con los mismos datos oficiales.
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Los números de la OIT son elocuentes. El indicador de la OIT del déficit de empleos, que incluye a todas las personas que desearían trabajar pero que no tienen empleo, resume bien la verdadera magnitud de los problemas de la ocupación. El déficit de empleos es mucho mayor entre las mujeres (14,5 por ciento) que entre los hombres (9,8 por ciento ).
Las diferencias en cuanto al déficit de empleos reflejan una brecha en el déficit de empleos en el mundo. Los países de ingreso bajo se enfrentan a la mayor tasa de déficit de empleos, del 21,5 por ciento, mientras que en los países de ingreso mediano dicha tasa se sitúa ligeramente por encima del 11 por ciento. Los países de ingreso alto registran las tasas más bajas, un 8,2 por ciento.
"Los de ingreso bajo conforman el único grupo de países clasificados según su ingreso que ha experimentado un aumento prolongado de la tasa de déficit de empleos, que ha pasado del 19,1 por ciento en 2005 al 21,5 por ciento en 2023", señaló la OIT. Los países de ingreso bajo endeudados, como la Argentina, afrontan un déficit de empleos del 25,7 por ciento en 2023. Esto refleja que las restricciones financieras y fiscales están obstaculizando sus respuestas normativas y empeoran aún más las condiciones del mercado laboral.
"Con las políticas adecuadas, las zonas rurales pueden ser lugares atractivos para trabajar y vivir, así como trampolines para un desarrollo inclusivo y sostenible. Para que esto ocurra, debemos colocar la justicia social y el trabajo decente en el centro de los esfuerzos para revitalizar y transformar las economías rurales", señala el último informe del organismo laboral.
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Las zonas rurales albergan la inmensa mayoría de la tierra, el agua y otros recursos naturales del planeta. "Dado que gran parte de los alimentos se produce en las zonas rurales, éstas desempeñan un papel clave a la hora de garantizar la seguridad alimentaria, sobre todo teniendo en cuenta la creciente demanda de alimentos que conlleva el aumento de la población mundial", concluyó. El problema es la alta extranjerización de las tierras que se dan en varios países.
En las zonas rurales hay lugar para una gran diversidad de actividades económicas, que van desde la agroindustria hasta el turismo y la industria manufacturera. "Con las zonas rurales también tienen una importante contribución que hacer a la transición hacia economías y sociedades sostenibles desde el punto de vista medioambiental. Con la transformación verde, pueden prosperar empleos nuevos y decentes en sectores como la energía limpia y la protección del medio ambiente", concluye la OIT.
La pobreza y las desigualdades impiden que las zonas rurales desarrollen todo su potencial. Por ahora, a escala mundial, la pobreza sigue siendo abrumadoramente rural.