La sequía actual, con bajo pronóstico de que se revierta en el corto plazo, compromete la ecuación de muchos productores de soja pero mantiene elevadas las ganancias de los dueños de los campos. Según previsiones de la Bolsa de Cereales de Rosario (BCR), el alquiler de tierras para la siembra de la oleaginosa en la zona núcleo se estima en promedio a 722 dólares la hectárea, un 11 por ciento más de lo que costaba a mediados de este año. Esto se explica porque, producto de las adversas condiciones climáticas, el precio del grano registrará una fuerte suba que impactará en los alquileres, los cuales se pactan en función del rendimiento que ofrezca en quintales el terreno, aunque cuando ese rinde se prevé será menor para el productor.
En el caso del productor que encare la próxima cosecha y no sea propietario, la ganancia por la venta de su producción quedaría prácticamente en manos de los arrendatarios, cerrando el ejercicio hasta con fuertes pérdidas. El precio del arrendamiento se estima en quintales por hectárea de soja, siendo la unidad de medida más habitual. Según las zonas de producción, el alquiler se convierte a dólares por hectárea por el equivalente a un rinde estándar de 16 quintales la hectárea. Para la próxima cosecha, todavía retrasada por las condiciones climáticas, los precios del alquiler subieron tanto en dólares como en los quintales tomados en referencia, que ahora son de 18 quintales por hectárea.
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Esta situación eleva los valores del arrendamiento de campos de los 650 dólares por hectárea que se pagaba hasta julio de este año a unos 722 dólares para la cosecha 2023-2024, según la BCRA.
El “clima” de negocios
La falta de lluvias está retrasando la siembra de la oleaginosa y las perspectivas no lucen alentadoras en el corto y mediano plazo. “Respecto al promedio de los últimos cinco años, está atrasada en 42 puntos porcentuales. El horizonte productivo de soja cae ante la falta de agua en los perfiles y la Tercera Niña. Se proyectan (rendimientos) de 35 quintales por hectárea ‘siendo optimistas’. De cumplirse, dejaría una pérdida de 150 dólares por hectárea en campo alquilado”, señala el informe de la entidad rosarina, que prevé que las lluvias sean generalizadas pero de “acumulados moderados”.
De acuerdo con las estimaciones de los técnicos que recoge la entidad granaria, hasta el momento se sembró un 47 por ciento de la soja de primera, equivalente a 1,9 millones de hectáreas de las 4,1 millones que se esperan implantar en la región núcleo. “Las lluvias del fin de semana reactivaron las labores de siembra. Es una carrera a contrarreloj para arrebatarle a las altas temperaturas y al viento la posibilidad de seguir avanzando con el cultivo”, señala el documento.
De todas maneras, el avance de siembra de soja de primera sigue siendo el más bajo: respecto al promedio de los últimos cinco años está atrasado en 42 puntos porcentuales. El noreste de Buenos Aires solo cubrió el 20 por ciento de la superficie intencionada y en Baradero estiman que el agua disponible alcanzará para sembrar el 30 por ciento de la superficie. El sur santafesino sembró el 30 por ciento de la oleaginosa y estiman un progreso considerable esta semana.
Rindes y ganancias
El retraso en la siembra podría mejorar los rindes y los precios para el año próximo. “Hay estudios que sugieren que la caída en rinde puede llegar hasta los 30 kilogramos diarios por hectárea sembrando después del 15 de noviembre. Pero como estamos un año restrictivo, esta demora podría ser una ventaja y asegurar pisos de rindes. Pero necesitamos una mejora en las reservas de agua y no la tenemos”, explican desde la zona de Pergamino. En condiciones climáticas “normales”, el horizonte productivo que se traza el productor de zona núcleo para soja de primera suele estar entre los 40 a 50 quintales por hectárea. Ante la falta de agua, la entidad granaria ya se proyecta unos 35 quintales.
De acuerdo a la situación de cada productor, se plantean distintos escenarios de márgenes. Por la mejora en los precios internacionales, los ingresos brutos por hectárea podrían ubicarse entre 935 y 1683 dólares la hectárea, según el rinde (de 25 a 45 quintales). En el caso del productor con campo propio, el margen neto (descontado impuestos) llegaría hasta los 634 dólares por hectárea para un buen rinde, aunque el promedio lo ubica en 403 dólares (35 quintales).
En el caso de campo alquilado, las estimaciones “ya plantean una pérdida de unos 150 dólares por hectárea”. La diferencia se explica, como siempre, por los altos costos de alquileres y la ganancia rentista de los dueños de los campos. “Es importante recordar que el 70 por ciento de la producción en la región se hace en arrendamiento y que los costos de los alquileres subieron dos quintales por hectárea de soja este año”, señala la BCR.
La posición de la oleaginosa a cosecha muestra un repunte en su cotización local, está lejos de los precios registrados a cosecha durante la 2021/22. "Al día de hoy, para que los números cierren en soja de primera son necesarios en campo propio al menos 18 quintales por hectárea. Pero la situación se torna crítica bajo la condición de campo alquilado donde el rinde necesario para comenzar a ganar trepa por encima de los 40 quintales", concluye el BCRA.