La conducción de la Aduana requiere de un equipo con conocimiento técnico y sentido de pertenencia, que sepa "cómo funciona la botonera" de un organismo que desde hace casi cinco siglos es responsable de la administración del comercio exterior.
El director general de Aduanas, Guillermo Michel, asumió el cargo el 1 de julio de 2022, un día antes de la renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía, y es uno de los pocos funcionarios del área que, aunque sea por un día, se desempeñó con los tres titulares del Palacio de Hacienda en la Presidencia de Alberto Fernández.
Télam: Al asumir, dijo que su compromiso iba a ser "evitar maniobras abusivas con el comercio exterior". Después de casi un año de gestión, ¿Qué balance hace sobre el cumplimiento de ese objetivo?
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Guillermo Michel: El objetivo que nos planteamos el día que asumimos fue reconstruir el funcionamiento de la Aduana desde el sentido de pertenencia que tiene el empleado aduanero. Ese es el objetivo fundamental para cualquier organización y más para la Aduana, que es preexistente a la Nación, como lo dice su escudo, con origen en 1534. La tarea la iniciamos con todo personal de la casa, no vino de afuera ningún subdirector, director, jefe de Departamento o de División de afuera. No necesitamos contratar ningún CEO ni abogado de estudios.
El primer objetivo fue evitar las maniobras de sobre y subfacturación. Ya llevamos denunciados con objetivos concretos de la justicia, con embargo de bienes por montos millonarios, desde sobrefacturación de importación de máquinas de minar criptomonedas hasta parques eólicos, desde telas hasta máquinas para para Vaca Muerta, de barbijos y guantes de látex hasta kits de test de Covid. Creo que ese objetivo está cumplido. La sociedad y el ámbito político ya han tomado conciencia de la problemática que representa este festival de Importaciones para la escasez de divisas que afronta el país, producto fundamentalmente de la sequía.
El segundo punto fue todo lo que tiene que ver con el desmanejo por parte del área de Legales en el tratamiento de las cautelares. Cuando nos tocó asumir había un stock de cautelares para pagar de US$ 2.600 millones. Había cautelares para acceder a dólares al valor oficial para comprar Ferraris, hasta toallas, hilados o juguetes. Hoy no tenemos stock sustancial de cautelares vigentes, no quedan más de US$ 11 millones. Lo hicimos con un trabajo conjunto con la Justicia en lo Contencioso Administrativo federal, que yo siempre agradezco.
T: ¿Ese quiebre en la tendencia se debe a un cambio en la posición de la Justicia o a un mejor control de la Aduana?
GM: Siempre sostuve que hubo una estafa procesal por parte de los importadores, que mintieron en el expediente a la Justicia. Pero también se necesitaba un área de Legales de la Aduana que trabajase con responsabilidad y contracción al trabajo para presentarse en cada uno de los expedientes y manifestarlo. Eso no estaba ocurriendo. No por parte de los empleados, sino que había una falta de conducción estratégica que hoy, con gente del organismo de carrera, pudimos reconstruir. No es un tema menor, son la mitad de las importaciones de un mes, era burdo, se nos reían en la cara, con cautelares para importar Ferraris o toallas por US$ 20 millones.
T: ¿Esa falta de control se debe a una desidia de parte de las autoridades anteriores?
G.M.: Estos organismos son muy complejos y requieren de gente que conozca la materia. Se necesita gente que en algún momento haya estado acá, que tenga conocimiento técnico de lo que se trata, para saber cómo funciona la botonera, Con todo respeto, la Aduana no es un organismo cualquiera, requiere de una conducción profesional que es la que se da hoy con los mandos medios que tiene la organización.
T: ¿Cuáles son los objetivos pendientes para este año?
G.M.: Lo fundamental es reconstruir el sentido de pertenencia de todos los agentes de la Aduana. Hoy, desde La Quiaca a Ushuaia o desde Bernardo Irigoyen -la aduana más al este del país-, al paso Dorotea -en la cuenca del río Turbio-, todos los aduaneros se sienten parte de la gestión, así que eso es un logro muy importante.
Lo segundo que hicimos fue reconstruir no sólo el lugar, sino las herramientas de trabajo. Renovamos el parque automotor en un 50%, reconstituimos algo que se había abandonado, que era la Escuela de Canes de la Aduana, en Boulogne, la única de Iberoamérica reconocida por la OMA (Organización Mundial de Aduanas) como escuela a nivel regional.
Nos queda por delante reconstituir la tecnología de métodos no intrusivos de detección, que básicamente son los escáners. La última compra de escáneres que tuvo la Aduana fue en 2013, nunca más se compró uno. Es más, el gobierno anterior le sacó dos puntos del salario a cada uno de los empleados de la Aduana, la DGI y la AFIP para hacer un fondo en tecnología y nunca lo invirtieron, ni siquiera tenían computadoras. En agosto vamos a recibir cinco nuevos escáneres de camión, que los vamos a poner en funcionamiento en los puertos, y 25 de valija o body scan para poder trabajar en los aeropuertos.
Básicamente, hay que dotar de más tecnología al organismo, el paso final para volver a reconstituir la aduana como un organismo de los más sólidos del Estado. Muchas veces, por conveniencia, alguno ha sido acusado de trabajar de manera irregular. No digo que -como en toda organización- no pueda ocurrir, pero con generalizar y estigmatizar a los empleados y a las empleadas de aduana para beneficio propio ha quedado demostrado que no se llega a buen puerto.
Con información de Télam