Las estimaciones sobre lo que sucederá con la evolución del Producto Bruto Interno en la región son poco alentadoras para este 2023. Según la CEPAL el PBI crecerá en torno al 1,2%, casi tres puntos por debajo de hace un año atrás. Entre los factores que explican esta situación se destaca una caída en los niveles de inversión, en los últimos diez años creció solo 0,7% en promedio, la alta informalidad que alcanzó el 48% en 2022, la suba general de los precios que están cuatro puntos por arriba de fines del 2019, sumado al alza de las tasas de interés a nivel mundial, las turbulencias financieras, y la pérdida de compra de la mayoría de la población.
En ese marco, América del Sur se ve más afectada ya que solo crecería un 0,6% en 2023, en tanto que Argentina y Chile serían los dos únicos países de la región con retracción en su actividad, de 2% y 0,3% respectivamente. “La década que termina en 2023 será la de menor crecimiento (0,8% en promedio) desde, al menos 1950”, señala el documento al que accedió este medio, elaborado en el marco del Foro de Países de América Latina y el Caribe por el Desarrollo Sostenible, que se realizó esta semana en Chile.
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Proyecciones 2023
La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) estima que la región tendrá este año un menor crecimiento en comparación con 2022, debido a un freno en la actividad económica local y una merma del comercio mundial. El organismo refiere que entre 2003 y 2011 la región creció en un promedio anual del 5%, sin embargo desde entonces se evidencia una desaceleración que se profundizó con la pandemia por Covid-19, que produjo “la peor contracción anual en los últimos 100 años (-6,8%), dejando secuelas profundas que revirtieron avances en objetivos sociales clave como los referentes al empleo, la pobreza y la desigualdad”.
A ese escenario se agregan en 2021 y 2022 “las fuertes presiones inflacionarias, los altos niveles de deuda soberana que dejó la crisis y el conflicto en Ucrania y sus efectos”, tal es así que según analiza la CEPAL, “después del fuerte rebote que presentó el crecimiento en 2021 (6,7%) y de una expansión estimada de un 3,8% en 2022, la región se encaminaría nuevamente a la senda de bajo dinamismo que se observaba antes de la pandemia, con un crecimiento que sería de solo un 1,2% en 2023”. Estas cifras implican que “la década que termina en 2023 será la de menor crecimiento (0,8% en promedio) desde al menos 1950”.
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Entre los principales factores que inciden actualmente se destacan la suba en las tasas de interés a nivel mundial, a lo que se suman las turbulencias financieras de comienzos de este año, sumado a las presiones inflacionarias, la generación de empleo informal y las barreras para una distribución de los ingresos más justa.
“La proyección de crecimiento de 2023 para la región está sujeta a riesgos a la baja ante la posibilidad de que resurjan y se acentúen las turbulencias del sistema bancario global -o del sistema financiero en su conjunto- lo que resultaría en un endurecimiento más persistente de las condiciones financieras mundiales, con los consecuentes impactos sobre el acceso y costo de financiamiento”, advierte el documento al que accedió este medio y agrega que además “persiste la incertidumbre respecto de los que pudiera conllevar la prolongación de la guerra en Ucrania y el aumento en la fragmentación geoeconómica sobre el crecimiento, los precios de las materias primas y el comercio mundial”.
América del Sur es la zona que más se verá afectada (crecería un 0,6% en 2023) marcada por “la baja en los precios de los productos básicos, las restricciones de la política doméstica para apuntalar la actividad y una alta inflación que ha impactado los ingresos reales y está teniendo efectos sobre el consumo privado y la inversión”.
Ejes en agenda
Los efectos de la política restrictiva sobre el consumo privado y la inversión se harán sentir con más fuerza este año y configuran un panorama preocupante para los países de América Latina y el Caribe y para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, de acuerdo al último informe de CEPAL, por diferentes motivos.
Uno de los puntos que se resalta tiene que ver con la evolución de la inversión ya que “también se ha transformado en una limitante estructural del desarrollo”. Al igual que el PIB la dinámica de la inversión en la región cambió tras la crisis de la deuda de la década de 1990. “Mientras que entre 1951 y 1979 la formación bruta de capital fijo en términos reales creció en promedio un 5,9% anual, entre 1990 y 2021 lo hizo un 2,9%. A partir de 2014 se observa una contracción de la inversión que se prolongó por tres años, con lo que su crecimiento promedio entre 2010 y 2021 fue de solo un 0,7%, el más bajo desde la crisis de los años ochenta”.
En materia laboral, más allá de poder acelerar el ritmo de creación de puestos de trabajos, “el verdadero reto es crear empleos de calidad” ya que “la región se caracteriza por elevados niveles de informalidad, en 2022 se estima en un 48,1%”. Entre 2010 y 2019 se registró el menor crecimiento de ocupados de las últimas siete décadas y si bien recién en 2022 la región logró recuperar los niveles de empleo pre pandemia, las proyecciones sobre el menor crecimiento conllevan una baja en el dinamismo del empleo este año. Lo anterior se vincula con que “el mediocre desempeño de los mercados laborales, en especial tras la pandemia, ha provocado un aumento de la pobreza y de la desigualdad en la región” por lo que sería necesario “elevar el nivel de ambición de las políticas laborales y productivas”, considerando además “el avance tecnológico y el riesgo de una mayor informalidad como resultado de la destrucción de puestos formales de trabajo en sectores de actividad tradicionales”.
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En cuanto a los precios, CEPAL destaca que “en junio de 2022 la inflación regional promedio en doce meses en las economías fue de un 8,4% y, si bien desde entonces ha descendido, a fines de ese año fue del 6,5%, es decir, 3,6 puntos porcentuales mayor que la registrada en diciembre de 2019”. Entre las causas se destaca el alza de los precios de los alimentos y del petróleo en los mercados internacionales tras el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania a inicios del 2022. Además se agrega que la implementación de políticas monetarias restrictivas frente a la inflación que quita poder de compra de los consumidores, acentúa la pobreza y la desigualdad, podría además “incrementar la desaceleración de la actividad económica, al desincentivar el consumo y la inversión”.
Por su parte, en materia fiscal se destaca que es necesario “fortalecer la capacidad fiscal del Estado, dándole los recursos necesarios para viabilizar un mayor gasto público. Se requiere un marco de sostenibilidad fiscal que priorice la movilización de recursos internos, en particular la recaudación tributaria”.
Finalmente, el aumento de la desigualdad en las sociedades se vincula con el deterioro de la participación del trabajo en la distribución del producto generado, sumado a crisis en las políticas sociales y una mayor concentración de la riqueza en pocas manos. “En América Latina y el Caribe, entre comienzos de la década de 2000 y mediados de la década de 2010, un número importante de hogares dejaron de vivir en la pobreza. Sin embargo, la precariedad de los ingresos, de las actividades productivas y del acceso a la protección social se traduce en vulnerabilidad ante diversos choques, que pueden significar un retorno a situaciones de pobreza, como lo mostró la crisis causada por la pandemia de COVID-19”, describe la CEPAL y evalúa que “es esencial el fortalecimiento de los procesos de movilidad ascendente y la cobertura de los sistemas de protección social”.