Precio de las materias primas: por qué caen en el mundo pero crecen en Argentina

Según la FAO, en el último año el precio internacional de los cereales registró una baja del 25%. En cambio, en Argentina ocurrió todo lo contrario. El precio del trigo subió, aunque menos que la inflación, mientras que las harinas llegan a registrar alzas del 240%. 

03 de junio, 2023 | 00.05

El precio internacional de las principales materias primas, como el caso de los cereales, registraron en el último año un descenso del 25%. Es decir, hubo una corrección de las cotizaciones post estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania. Este dato se desprende del último informe sobre precios elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En Argentina, dicho descenso no se percibió. El precio del trigo local aumentó un 61% entre abril de este año y el mismo período de 2022, mientras que algunos derivados de este commodity, como la harina para consumo familiar, presentó un alza del 240% de acuerdo al análisis realizado por el Centro de Estudios Agrarios (CEA).  

“Los precios mundiales de las commodities alimenticias registraron en mayo una nueva caída, marcando el nivel más bajo en dos años. Los descensos se registraron en la mayoría de los cereales de referencia, en los aceites vegetales y los productos lácteos”, destacó la FAO.

El caso de los cereales es paradigmático, ya que fueron de los alimentos que más aumentaron tras el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania. En el último mes, registraron un descenso del 4,8% y en el último año acumulan una baja del 25%. En el caso puntual del trigo, hubo una caída del 3,5% en mayo.

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La FAO explicó que el reacomodo de estos precios internacionales obedecería a la vigencia del tratado sobre el Mar Negro que permite el transporte de granos en la zona bélica entre Rusia y Ucrania y la proyección de un incremento en la producción global.

Otro dato revelador del informe de la FAO tiene que ver con los aceites vegetales en sus variedades de soja, girasol, colza y palma, donde operó una merma del 8,7% mensual y del 48,2% en la comparación interanual. En Argentina, ocurrió lo inverso. El aceite de girasol fue otro de los productos que más aumentó en los últimos 12 meses.

La variación de la botella de litro y medio de la marca Cocinero (Molinos Río de La Plata) registró un alza del 145% entre abril de este año y el mismo período del 2022. El aceite también cuenta con su fideicomiso privado que debería evitar la disparada de su precio. Tampoco resultó.

¿Por qué el precio de algunos alimentos elaborados con estas materias primas aumentó más que la inflación promedio?

Detrás del bimonetarismo

En el caso de la Argentina, la producción granaria se redujo en un 50% como consecuencia de la sequía. Así y todo, tanto las toneladas cosechadas de trigo como de girasol resultan suficientes para el abastecimiento interno requerido por la industria de los farináceos y aceites. En el caso del trigo, el consumo local para todos los alimentos derivados – harinas, galletitas, fideos, panes, etc- ronda las 7 millones de toneladas.

Bajo la lógica del bimonetarismo tan mencionada por CFK, los formadores de precios se convirtieron en los verdaderos reguladores del mercado, frente a un Estado que resultó ser bastante concesivo con el poder económico, tal como definió al Frente de Todos el Centro de Investigaciones y Formación (CIFRA – CTA).

 

 

Con los datos sobre el incremento en la productividad y rentabilidades de las principales alimenticias del país a partir de la remarcación, sumado a los salarios que no llegan a cubrir una canasta básica o empardan  la inflación, bien podría parafrasearse a Javier González Fraga: el poder económico (Arcor, AGD, Molinos Río de la Plata, Cargill, Bunge, Vincentin, Viterra (ex Glencore), Los Grobo, entre otros) le hizo creer a un empleado medio - y a toda la sociedad-  que el precio de la comida debe ser definido por los mercados internacionales”.

Este planteo podría ser una excusa para retomar la discusión política y cultural sobre las “retenciones”.

Una batalla cultural

En el DNU que estableció el nuevo financiamiento para el Fideicomiso triguero, el Poder Ejecutivo explicó que “la administración de los derechos de exportación e importación constituye un instrumento esencial de la política económica nacional y, particularmente, contribuye a la estabilización de los precios internos”. En la práctica, hizo todo lo contrario.    

Las retenciones o los derechos de exportación parecen una mala palabra. En cambio, en 2008 se las había definido como un instrumento de política económica, clave para la distribución de la riqueza.

Tal es así que al año siguiente de la derrota parlamentaria con el voto no positivo de Cobos, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner estableció el Fondo Federal Solidario que se financiaba con un porcentaje de las retenciones a la soja. Los recursos eran distribuidos entre todos los municipios del país bajo la lógica de la coparticipación federal. Tenían un fin específico: invertirse en obra pública. Con este mecanismo, todas las localidades del país pudieron captar una parte de la rentabilidad agroexportadora. No por nada, una de las primeras decisiones de Mauricio Macri como Presidente fue la eliminación del FFS.

En la actualidad, la discusión sobre todo el proceso de la famosa resolución 125 parecería resumido en la frase de Cristina “casi me pongo el país de sombrero”, en referencia a su primer ministro de Economía, Martín Lousteau. Pero el debate era (y es) mucho más estructural. 

“Los derechos de exportación no solo podrían actuar como una forma de recaudación para mejorar el tema fiscal, sino que serían una forma de proteger a los pequeños productores del incesante avance de los pooles de siembra. Con la sequía, muchos pequeños productores dejaron los campos por no poder pagar los alquileres. Ahí aparecen los pooles, en una nueva fase de concentración de la tierra”, explicó Pedro Peretti, ex dirigente de la Federación Agraria y militante de la “chacra mixta”.

El tema de los alquileres es clave. Su valor es fijado en quintales de soja. El sistema financiero, detrás del negocio agroexportador, maneja sus valores. El dólar soja, que benefició a esos mismos pooles de siembra mencionados por Peretti, también impactó en los alquileres. a su vez, resulta central volver sobre la segmentación entre los grandes ganadores del modelo financiero agroexportador y los pequeños productores.

En 2008, cuando el Gobierno de CFK decidió enviar al Parlamento el debate por las retenciones móviles, también avanzó con la segmentación, en una negociación directa con la Federación Agraria. No solo esto, incluso se trabajó en una una nueva ley de arrendamiento, avalada por la FFA. La iniciativa llegó a tener un dictamen positivo de las comisiones pertinentes y estaba lista para tratarse junto al proyecto de los derechos de exportación. El desenlace  de este recorrido, el no positivo de Cobos.

Durante los dos mandatos de CFK, los derechos de exportación funcionaron tanto como un mecanismo para desacoplar los precios locales de los internacionales, y como una herramienta redistributiva. De ahí la creación del Fondo Federal Solidario, sumado a la tan mentada segmentación que pudo concretarse en 2014, con una resolución firmada por Axel Kicillof y avalada por CFK. 

Por entonces, las retenciones no eran mala palabra.