Los análisis del Gobierno y de economistas de la oposición coinciden, pese a las vueltas retóricas que utilice el presidente Javier Milei, en que el tipo de cambio real está perdiendo competitividad. También hay coincidencia en que una nueva devaluación, la medida de la que volverá a echar mano el ministro de Economía Luis Caputo –seguramente luego de las legislativas—, no es la solución, aunque en el actual contexto la alternativa que, asegura, abordará la administración será todavía más dolorosa. El foco oficial está puesto en generar competitividad vía un incremento de la productividad, el cual, en un escenario recesivo, con niveles de inversión en sus mínimos históricos y el uso de la capacidad de instalada a la mitad de su potencial, esa mejora solo puede ser alcanzada por un deterioro inédito de los salarios. Al menos, así lo es en la visión y en los pasos dados por este Gobierno hasta ahora para mejorar la rentabilidad empresaria y la competitividad de la economía.
Durante la presentación de un trabajo conjunto entre los centros de investigación Fundar y Suramericana Visión (comandado por el ex ministro de Economía Martín Guzmán), investigadores vinculados a esas usinas de pensamiento descartaron una recuperación de la moneda, como la que promete Caputo, por la vía del ajuste fiscal y financiero. “Para que se aprecie la moneda se tiene que mejorar la productividad. La recesión solo permite un traspaso de la devaluación a los precios”, es en lo que coinciden dentro de este espacio disciplinario que encabeza Guzmán. Esta semana también, durante su disertación en el Council de las Américas, Milei aseguró que no están “dispuestos a devaluar para arruinar a los argentinos”. “Vamos a trabajar en cambiarle los niveles de productividad para que no se tengan que empobrecer los argentinos por culpa de los desaguisados de los economistas de mala calidad y por gobiernos de pésima calidad”, sostuvo el mandatario anarco capitalista.
Los dos factores directos detrás del crecimiento de la productividad: la cantidad de mano de obra empleada y el monto invertido en maquinaria y tecnología. Ambos medidos como la retribución de estos al crecimiento de la productividad después del capital invertido y la mano de obra contratada (salarios pagados). El economista británico Michael Roberts debate las tendencias al estancamiento de la productividad que vienen caracterizando a la economía capitalista, y presenta los determinantes que la explican. “En términos generales, el crecimiento de la productividad laboral (mundial) alcanzó su punto máximo en la década de 1950 y retrocedió en las décadas siguientes para alcanzar los mínimos que vemos en los últimos 20 años”, publica Roberts en su artículo.
La productividad debería conllevar una mayor cantidad de bienes y servicios producidos a un menor costo en cantidad de horas trabajadas, aunque desde el oficialismo se estudie el incremento de la jornada laboral como la que propone el economista radical Martín Tetaz.
Las cifras de actividad económica plantean los futuros condicionantes que exhibirá su desempeño en los próximos meses. En el primer trimestre la actividad económica, según publicó el INDEC, registró una caída del 5,1 por ciento interanual, principalmente arrastrada por el desplome auto-infringido del consumo interno y la inversión. En el caso de la formación bruta de capital (inversión), clave para anticipar el sendero que adoptará la actividad económica, se registró una contracción del 12,6 por ciento respecto al último trimestre de 2023 y de un 23,4 por ciento en términos interanuales. El escenario termina de configurarse con una utilización de la capacidad instalada –es decir, inversión ya puesta en funcionamiento—de 54,5 por ciento, donde la industria metalmecánica hace uso de apenas el 42 por ciento de su potencial.
A esto se suman las restricciones cambiarias (cepo) que desincentiva la inversión. “El programa económico de Milei-Caputo apuesta a sostener el esquema actual por medio del ajuste y la recesión. Así parece estar planteada la hoja de ruta hasta fin de año”, destaca el informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO). WA diferencia de otros períodos históricos en donde hubo apreciación cambiaria, el actual no se tradujo en un incremento de los ingresos reales o de la actividad, sino que convive con un proceso de ajuste, recesión y caída de los ingresos”, agrega el documento.
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Con más de la mitad de las maquinarias de la industria apagada, ante la caída de la demanda –al igual que la producción—las decisiones de inversión no están cerca de cristalizarse y, por ende, la mejora en la actividad continuará en el mediano plazo arrojando números negativos. En este escenario, los salarios serán el factor clave de ajuste del Gobierno para mejorar la productividad, bajando lo que los empresarios consideran el costo laboral y así aumentar la participación del capital en el Producto. Las medidas aplicadas en materia laboral por el equipo económico que conduce el ministro Caputo van en esa línea.
El proceso de licuación de salarios para ampliar la renta empresaria se da, mediante un quiebre en la tendencia con el gobierno de Mauricio Macri. “El costo salarial cayó 18,6 por ciento entre 2016 y 2022 en el marco de un descenso menor de la productividad (-5,5 por ciento). Este hecho se profundiza durante el gobierno del Frente de Todos, cuando el costo salarial se reduce 4,5 por ciento y la productividad crece 0,8 por ciento”, destaca el último informe de Cifra-CTA.
Como el salario es directamente proporcional al aumento de la participación de los asalariados en el ingreso y la productividad es inversamente proporcional, ambos factores (por distintas circunstancias en cada etapa) determinaron la reducción en el peso relativo de los asalariados en el valor agregado, más aún en una fase de expansión económica como la del bienio 2021-2022. Con el arribo del gobierno de La Libertad Avanza, el deterioro de los ingresos laborales se aceleró en apenas un semestre.
La reducción del costo laboral en la que avanza el gobierno libertario se enfoca en menores cargas patronales, quita de derechos a los trabajadores, aumento de la jornada y blanqueo de la informalidad laboral.
Se suma a esta hoja de ruta la promesa de Caputo, según señaló en su disertación este viernes en la Bolsa de Comercio de Córdoba, de bajar impuestos para mejorarle la competitividad a las empresas. La competitividad a lo Milei se basa entonces en mejorar la rentabilidad empresarios a costa de la situación de trabajadores y trabajadoras. “Este Gobierno le va a sacar el pie de la cabeza al sector privado. Las empresas van a ganar mayor competitividad, van a poder crecer, generar mayor empleo y otorgar mejores salarios”, las prometió Caputo a los empresarios. Otra idea económica y política de mala o pésima calidad; y, además, repetida.