Balas que pican cerca

19 de marzo, 2022 | 11.31

(Por Fernando Bianculli).- El repertorio de metáforas futboleras que Víctor Hugo Morales articula en su fascinante relato deportivo incluye una, "balas que pican cerca", que simboliza lo sucedido hace 40 años cuando fútbol fue nuevamente utilizado por la dictadura cívico militar como una herramienta de exaltación del patriotismo para maquillar el dolor y la muerte en la Guerra de Malvinas.

Nada nuevo bajo el tenebroso cielo argentino de aquellos tiempos: cuatro años atrás, con la misma lógica, la Junta Militar gobernante había comprobado la eficacia de esa pasión nacional para ocultar el horror y legitimar un plan de genocidio sobre la sociedad, que de moco cínico se autodenominó "Proceso de Reorganización Nacional".

Hacia 1982, el gobierno de facto no gozaba de ningún crédito en la población debido a la sistemática violación de los derechos humanos, al desprecio por las libertades políticas y civiles, exponencial crecimiento de la deuda pública y al vertiginoso contexto inflacionario de la economía.

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En un último intento por ampliar la base social, la Junta se abrazó a una idea afiebrada, una causa patriótica capaz de unir a los argentinos, como había sucedido en todo el país con la organización y la conquista del Mundial '78.

El teniente general Leopoldo Galtieri, dictador a cargo, ordenó así la recuperación de las Islas Malvinas mediante una estrategia bélica destinada al fracaso por la enorme diferencia de recursos militares en relación al Reino Unido.

El gobierno argentino reclutó a jóvenes que cumplían o habían cumplido recientemente el servicio militar obligatorio y conformó una fuerza de 14.000 hombres, que fue lanzada a la cruzada sin preparación y en pésimas condiciones para desempeñarse en la geografía hostil del archipiélago del Atlántico Sur.

Era necesario impulsar la guerra en un clima de normalidad en el país con actividades que sirvieran para distraer y reforzar el sentimiento argentino. En los jóvenes soldados se cultivó el folklore futbolero, como si el conflicto se tratara de una contienda deportiva.

"En el viaje a Malvinas íbamos cantando, 'los vamos a reventar', 'ingleses no vengan', era una cancha para nosotros", testimonió Julio Vázquez, exfutbolista de Centro Español, quien fue reincorporado a la conscripción para la gesta en el documental "Clase '62".

El 2 de abril, día del desembarco en las islas, la pelota rodó en el país como si nada estuviera sucediendo, la prensa de la época naturalizó los hechos deportivos sin ninguna mirada crítica por lo que se avecinaba a casi 2.000 kilómetros de la Capital Federal.

Esa noche se inició la novena fecha del Nacional de Primera División con el partido Central Norte (Salta)-Mariano Moreno (Junín), que pasó a la historia como el que dio continuidad al show.

Cerca de allí, en la ciudad de Formosa, el público argentino pudo alimentar su euforia con la victoria de Sergio Víctor Palma, campeón mundial de boxeo en la división supergallo, ante Américo Suárez.

Carlos Pérez, arquero de Mariano Moreno, recordó el mensaje recibido en la previa al partido en la cancha de Gimnasia y Tiro: "A nosotros nos dijeron en el vestuario, unos minutos antes, que se estaban recuperando las Malvinas y fue todo muy emocionante: desde el calentamiento hasta el pitazo inicial".

"Nos hicieron formar en fila, pusieron el Himno Nacional Argentino y fue pura emoción. Lo que se sintió ese día no me lo voy a olvidar en mi vida. Al himno lo cantó todo el estadio, fue algo impresionante", reconstruyó.

El mismo fin de semana jugaron Huracán y Boca en Parque de los Patricios, River se enfrentó a Nueva Chicago en el Monumental, donde un día antes San Lorenzo hizo de local ante Lanús por el torneo de Primera B. Independiente recibió a Estudiantes de Santiago del Estero y Racing viajó a Misiones para medirse con Guaraní Antonio Franco.

En todos los estadios se cantaba: "¡Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta, es un inglés!", con un fervor que lejos estaba de sentir la gran mayoría de los inexpertos soldados argentinos, víctimas del hambre, el frío y la falta de descanso en el territorio austral.

Por esas horas, la primera ministra británica Margaret Thatcher ordenó el envío de fuerzas militares, lo que sorprendió a muchos jóvenes combatientes del Ejército Argentino que, por ingenuidad o deseo, se aferraban a la idea de que los adversarios nunca pisarían las islas.

Ocho días después del desembarco argentino, Galtieri desafió de modo irresponsable al gobierno británico en un discurso desde el balcón de la Casa Rosada frente a una multitud que cubría la Plaza de Mayo: "Acá están reunidos obreros, empresarios e intelectuales, todos los órdenes de la vida nacional, en unión nacional, procura del bienestar del país y su dignidad (...) ¡Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla!".

La masa respondió a la arenga con cánticos desbordantes de nacionalismo: "¡Argentina! ¡Argentina! ¡El pueblo unido, jamás será vencido!"

El campeonato de fútbol siguió su curso ese fin de semana y también los actos en pos de la causa como "24 horas por Malvinas", un programa de TV que condujeron Pinky y Cacho Fontana, con el fin de recaudar fondos para "los muchachos argentinos" y que tuvo la visita en el piso de Diego Maradona, quien aportó 100 millones de pesos de la época.

La Selección Argentina, vigente campeona del mundo, ultimaba su preparación para España '82 y el 14 de abril se enfrentó a la Unión Soviética (1-1) en un Monumental repleto. "¡Malvinas argentinas! Gritemos todos juntos!" fue el mensaje escrito en el tablero electrónico del estadio cuando la banda militar entonaba el himno.

En el instante previo al comienzo del amistoso, la voz del estadio animó por los altoparlantes: "¡Viva la patria" y el público reaccionó con un sonoro: "¡Viva!". El partido, como otros del Campeonato Nacional, se transmitió a las islas por Radio Argentina para fortalecer el espíritu de los soldados.

A la semana siguiente, Boca y River empataron sin goles en la Bombonera y allí nació la delirante idea -finalmente no concretada- de disputar un superclásico en las Malvinas en plena guerra.

La revista Goles, en su edición 1.739, fomentó la iniciativa con una foto de tapa en la que el defensor "millonario" Eduardo Saporiti y el lateral "xeneize" Carlos Córdoba posaban abrazados. "Hermanados en la gran causa argentina, Superclásico en las Malvinas", tituló.

"Es un deber patriótico de parte de nosotros, los dirigentes, contribuir en la medida de nuestras posibilidades a todo aquello que sirva para alegrar a nuestros valientes soldados", apoyó el presidente de Boca, Martín Benito Noel, en declaraciones al magazine deportivo.

"Una forma de prestar servicios al país y a la comunidad consiste en apoyar totalmente la idea de llevarle a los jóvenes argentinos, que están ofreciendo sus vidas en defensa de nuestra soberanía, la realización de este siempre impactante partido. Todo cuanto esté a mi alcance para este fin, habré de realizarlo", se comprometió Jorge Kiper, titular de River.

Durante mayo, que comenzó con la dura noticia del hundimiento del ARA General Belgrano, el Campeonato Nacional avanzó hacia la definición protagonizada por el Ferro de Carlos Timoteo Griguol -campeón- y el Quilmes de Roberto Rogel.

La Selección Argentina llegó a Europa y sus jugadores, mediante la prensa extranjera, supieron que las informaciones optimistas que se propagaban en el país era diametralmente opuestas a la realidad.

Los campeones del mundo se juramentaron una victoria en el debut del Mundial '82 por el orgullo argentino, pero Bélgica tenía otros planes y festejó un 1-0 en el Camp Nou de Barcelona.

"Realmente nos pusimos muy mal porque, a pesar de no haber jugado bien y haber perdido, nosotros queríamos darle el triunfo a nuestro país, que está sufriendo tanto", lamentó Maradona.

Un día después del estreno, el 14 de junio, el general Luciano Benjamín Menéndez, que había sido designado por Galtieri como gobernador de Malvinas, firmó la rendición incondicional de las tropas argentinas frente al incontenible avance de la campaña británica.

El ejército argentino volvió con 649 bajas en combate. Entre los que regresaron con vida, algunos lo hicieron como prisioneros de guerra en buques enemigos, escuchando partidos del Mundial por radio, y otros en barcos propios, donde se entregaban papeles con los resultados del día anterior al momento de repartir la comida. El triunfalismo duró 72 días, el costo de aquella aberración quedó para toda la vida.

Con información de Télam