(Por Adolfo Morales) Convertido en símbolo de la gambeta y del atrevimiento para encarar a marcadores cualquiera fuere la circunstancia, René Orlando Houseman es el campeón del mundo que vivió eternamente con alma de wing
A menos de 24 horas del aniversario número 70 de su nacimiento, ese santiagueño de La Banda que logró conquistar los corazones de hinchas de Huracán y Excursionistas, principalmente, continúa despertando elogios y no sólo por los ocasionales rivales que supo desparramar en los terrenos de juego.
Aquellos que lo conocieron en profundidad descubrieron que Quenó (apodo que lo distinguió en la niñez), Hueso o Loco mantuvo firmes sus convicciones hasta el día de su muerte (22 de marzo de 2018) y supo conservar valores que le permitieron ser querido y respetado en distintos ámbitos.
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Este verdadero artista de la pelota que -indistintamente- solía moverse por los dos sectores de la cancha con inusitada eficacia entregó sus primeros pasos como futbolista a los 10 años, en el club de Pampa y Miñones, a diez cuadras de la villa en la que habitaba con la familia.
En ese Excursionistas que conquistó su corazón desde pequeño estaba su hermano mayor Carlos Walter, quien a mediados de los 60 había sido promovido a Primera para disputar con el elenco verdiblanco el duro campeonato de la vieja Primera B.
Sin embargo, una discusión que mantuvo con un dirigente de aquellos años, cuando lo acusaron de un robo que no cometió, tal como contó Gabriel Pepe Noto (exdirectivo del club) al libro Corazón Villero (Federico Topet-Pablo Wildau, 2008), alejó provisoriamente a René.
Después de un efímero paso por Atlanta, el entonces volante derecho, acostumbrado a coquetear con los bordes, fichó a principios de 1970 para la sexta división de Defensores de Belgrano, el histórico adversario de barrio de Excursio.
El ascenso en el Dragón, de la mano de un DT español llamado José Chele Arce Gómez resultó meteórico. Y en 1971, a punto de cumplir 18, Quenó debutó en Primera ante Almirante Brown, en el escenario de avenida del Libertador y Comodoro Rivadavia.
Una discreta campaña de Defensores le permitió a Houseman concluir como titular (6 partidos, un gol ante Nueva Chicago). El equipo rojinegro no consiguió el objetivo y descendió a la Primera C.
Al año siguiente (1972), una lesión de meniscos de Vicente Vidal Ayala, como mueca del destino, le permitió a René apoderarse de la posición de puntero (wing) por el resto del campeonato. Y Houseman consolidó un nivel sorprendente para la tercera categoría del fútbol argentino, al anotar 15 tantos en la campaña.
Sus proezas futbolísticas en el ascenso llegaron a oídos de los dirigentes de Huracán que lo contrataron, a préstamo y por 5 millones de pesos moneda nacional, para el arranque de la temporada 1973, con César Menotti como entrenador de un equipo que pronto quedaría en la memoria colectiva del futbolero local.
Sus compañeros del Globo desconfiaban, pero -a medida que pasaron los encuentros- distinguieron con rapidez que ese flaco esmirriado con piernas finitas y medias bajas nos va a permitir ganar muchos partidos tal como aseguró -oportunamente- Carlos Babington, uno de los estrategas de ese Huracán de lujo.
El mote de Loco empezaba a ganarle al de Quenó, mientras Houseman confundía rivales, les amagaba, les miente que para y se les vuelve a ir, tal como describió Beto Asurey en esa preciosa canción Sobre la hora (Alma de wing), que inmortalizó las andanzas de un jugador que desequilibraba por las bandas, pero también se animaba a tirar diagonales para definir ante los guardavallas rivales.
Huracán fue campeón de ese Metropolitano 73, con un fútbol excelso, y la convocatoria al seleccionado argentino llegó casi por decantación. El entrenador Enrique Omar Sívori lo citó para vestir la celeste y blanca, pero la intempestiva medida de abandonar una concentración para visitar a su familia en la Villa del Bajo Belgrano, ese sitió de pertenencia que valoró durante toda su existencia, coronó su primera desafectación.
Un año más tarde, Houseman integró el seleccionado albiceleste que participó del Mundial Alemania 74, donde brilló y marcó tres goles, a pesar de una discreta actuación colectiva de un equipo por demás caótico y desorganizado.
Su romance con la Selección duró, con altibajos, hasta 1979, con la obtención del campeonato del Mundo 1978 como arista distintiva. Ese festejo Loco del quinto gol alcanzado ante Perú en el 6-0 en cancha de Rosario Central todavía permanece en el recuerdo.
A medida que fueron pasando los años, su carrera exhibió vaivenes. Algunos comportamientos que hoy serían vistos como poco profesionales para un deportista de elite le jugaron en contra. En lo único que René se mantuvo fiel es en el apego a sus seres queridos.
Pasó efímeramente por River Plate (1981, 15 partidos, un gol); Colo Colo de Chile (1982; 32, 6); Amazulú de Sudáfrica (1983; 12, 7) e Independiente (1984; 3, 1).
Y a comienzos de 1985, un dirigente le propuso alistarse en el club de sus amores, el Excursionistas que militaba en la Primera C y había armado un equipo como para ascender a una Primera B que se presentaba esquiva desde aquel 1972, cuando descendió en un duelo frente al All Boys, campeón de ese año.
El Loco aceptó la propuesta, acondicionó y mejoró ligeramente un pobre estado físico que arrastraba como consecuencia de una inactividad prolongada. Y en la cuarta fecha del torneo, ante Deportivo Armenio, sumó sus únicos 26 minutos en la entidad del Bajo Belgrano.
Una vez terminado ese partido, Houseman sintió vergüenza por el flojo rendimiento exhibido y solicitó rescindir su contrato argumentando que no puedo robar la plata en el club que me abrió las puertas desde chico.
Con información de Télam