(Por Walter Vargas).- El exfutbolista que marchó el jueves al otro lado de las cosas en una clínica del partido de La Plata, Eduardo Raúl Flores, el Bocha, fue una pieza clave en el Estudiantes múltiple campeón de la década de los 60s y además una versión adelantada de un tipo de mediocampista que escaseaba en su tiempo y que por estos días es especialmente ponderado.
Víctima de una enfermedad incurable, Flores partió a los 77 años después de permanecer más de seis décadas ligado al fútbol.
Nacido el 23 de abril de 1944 en La Plata, se incorporó a las divisiones menores de Estudiantes en 1958 y cuatro años después debutó en Primera División formando el ala izquierda con su socio futbolístico y amigo inseparable hasta el últimos de sus días, Juan Ramón La Bruja Verón: fue en diciembre del 62 en la Bombonera contra Boca Juniors.
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Con la llegada de Osvaldo Zubeldía en enero del 65, comenzó a crecer en protagonismo en diversos puestos (a veces como delantero centro, a veces como wing izquierdo), pero sus jornadas más luminosas se consumaron con el dorsal número 10 por sus dotes de organizador de gran panorama y un notable sentido de la oportunidad para pisar el área rival y llegar al gol.
Dueño de un cabezazo que destacó entre los mejores y de una excelsa pegada de pelota, el dúctil Bocha Flores anotó 75 veces en partidos oficiales y 39 en amistosos.
Resultó, al cabo, pieza clave del Estudiantes ganador de seis títulos en cuatro años (de 1967 a 1970) y, de hecho, se hizo presente en la red de forma providencial con Palmeiras en la final de la Copa Libertadores del 68 y con Nacional de Montevideo en la del 69 y con Toluca de México en la Interamericana de ese mismo año.
En 1973 fue transferido a Nancy de Francia, donde las lesiones impidieron su continuidad y por ende su lucimiento, pero sin embargo dejó una huella indeleble.
¿Cómo aprendí a patear los tiros libres? Mirando cómo le pegaba a la pelota el argentino Flores, evocó el excepcional Michel Platini, debutante en la primera de Nancy a los 17 años.
Ya de regreso en la Argentina, Flores jugó un puñado de cotejos en Los Andes y Defensores de Cambaceres, hasta que nuevas dolencias en la rodilla izquierda precipitaron su retiro.
Desde entonces jamás dejó de volcar sus atributos de agudo entendedor del juego: dirigió planteles de Primera, de las divisiones juveniles de Estudiantes y se convirtió en un calificado seleccionador de los adolescentes que afrontan pruebas para sumarse a las llamadas Inferiores.
Amén de futbolista relevante y sabio de la tribu, el Bocha Flores dejó el profundo vacío de quien fue un hombre noble y afable.
Con información de Télam