(Por Marina Butrón, enviada especial) El seleccionado argentino terminó su aventura en el Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda sin la victoria histórica con que se había ilusionado en conseguir, pero con muestras de crecimiento en su identidad de juego, de ser un equipo competitivo y marcar un camino para lo que vendrá.
Este Mundial fue el último de referentes como Estefanía Banini y Vanina Correa, dos de las muchas futbolistas que empezaron a jugar con varones, que sufrieron discriminación por el sólo hecho de ser mujeres, que lucharon por un fútbol femenino argentino más profesional y abrieron caminos.
Hoy las nenas pueden ver que este deporte también es para ellas, que hay una Selección que nos representa en un Mundial, que hay presente y futuro.
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Como dijo la defensora Aldana Cometti, una de las pocas argentinas que juega en el fútbol español: "Lo que me dejaron jugadoras como Vani o Estefi, es la lucha que hicieron de chiquitas. Nos allanaron el camino a nosotras y hoy muchas chicas juegan sin culpa al fútbol. Una nena de 8 ó 10 disfruta de ser libre y feliz jugando al fútbol y ese es el gran legado que nos dejaron ellas a nosotras y que queremos dejar a las que vienen"..
Esta Selección, que en el partido contra Sudáfrica batió récord de audiencia en la TV Pública con más de 12 puntos de rating y tuvo un gran apoyo de la gente en cada partido de la fase de grupos en Nueva Zelanda, viene de un pasado cercano con grandes dificultades. Por eso es necesario mirar el contexto, valorar lo conseguido más allá del resultado deportivo y seguir apostando por el fútbol femenino.
Hasta hace cinco años, muchas de estas jugadoras tuvieron que hacer huelga para ser escuchadas, en la pelea por una estructura básica para representar al país (entrenar en canchas de césped, dormir en un hotel y no en un micro cuando viajaban a jugar un amistoso, algún viático, ropa que les quedara y no fuera el descarte de la masculina).
Desde aquella foto del "Topo Gigo" en la Copa América 2018 hasta ahora, las jugadoras nunca bajaron los brazos, siguieron alzando la voz y peleando contra la subestimación.
La propia Banini estuvo alejada/apartada por tres años del seleccionado por reclamar públicamente por mejores condiciones e igualdad de derechos. "Mucha lucha, nos hemos enfrentado a discriminaciones, abuso de poder, esa lucha de la mujer argentina es el legado que tratamos de dejar", explicó la mendocina, entre lágrimas, después de su último partido con la celeste y blanca.
Sophia Braun, la mejor "aparición" entre las debutantes en este torneo, Paulina Gramaglia y Dalila Ippolito, entre otras, son las que tomarán ese legado que dejan Correa y Banini. "Se cierra un círculo, entran nuevas generaciones, se viene un lindo futuro, un futuro para trabajar mucho, un nuevo proceso a largo plazo, entonces hay que tener mucha paciencia y trabajar intensamente", aseguró Ippolito, la de Villa Lugano que fue la primera argentina de esta camada en irse al fútbol italiano y que -como a Banini- lo que más le divierte en una cancha es gambetear.
El fútbol femenino argentino se clasificó a su segundo Mundial consecutivo, sin pasar por el repechaje, algo que ya es un logro en sí mismo. Tiene un campeonato semiprofesional hace pocos años y recién ahora hay más jugadoras que se están yendo a ligas del exterior, donde el nivel es todavía muy superior al torneo nacional.
Con esas diferencias de recorrido más las distancias físicas que separan a las argentinas de las europeas o las africanas, el seleccionado fue competitivo en una Copa del Mundo de la FIFA, con una idea de juego.
Cometió errores y tiene mucho por mejorar, claro, pero se le plantó a sus tres rivales de grupo: estuvo cerca de sacarle un punto a Italia; remontó un 0-2 ante Sudáfrica en forma agónica y se llevó su tercer empate en la historia de los Mundiales Femeninos; y no fue superado categóricamente por Suecia, una potencia, número 3 del mundo.
Argentina no habrá logrado la victoria esperada, pero este equipo dirigido por Germán Portanova fue al frente y mostró identidad y pasión por la camiseta. Y mostró, sobre todo, que luchar siempre vale la pena.
Con información de Télam