(Por Walter Vargas).- El desenlace de los clásicos en general y del Superclásico en particular disparó polémicas y malentendidos acerca de uno de los temas más ricos para las tertulias de café y a la vez uno de los más complejos de abordar sin amplios márgenes de arbitrariedad.
Se podría poner la lupa en la frustración de Colón que convirtió en figura a Santiago Mele- o en la de Independiente que jugó un buen segundo tiempo y se quedó con las manos vacías frente a Racing- o en los acontecimiento del Estadio Monumental que han propiciado un copioso runrún.
Boca, como bien sabemos, de área a área no fue superior a River, pero sí supo ejercer la suprema influencia de Agustín Rossi y Sebastián Villa: uno para evitar los goles y otro para convertir el único del partido.
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¿Hay merecimientos ahí? ¡Por supuesto que sí!
¿Por qué Boca debería sentirse culpable, intruso o no se sabe qué, por los portentosos reflejos de su arquero y por la astucia y la habilidad del colombiano?
¿Por qué, si invertimos los protagonistas y hacemos volar la imaginación, en un desarrollo de partido similar River debería haberse sentido culpable, intruso o no se sabe qué, por los buenos reflejos de Franco Armani y la pericia de Julián Álvarez?
¿En esta perspectiva, proponemos o sugerimos la cancelación de la noción de merecimientos?.
Pues nada de eso: el fútbol es uno de los pocos deportes en los que se alude a los merecimientos y el único, pero el único, entre los deportes colectivos.
Y eso, entre otras cosas, porque anotar goles, tantos, puntos o como fuere es un hecho excepcional.
Por fuera de los goles que cuando son legítimos constituyen un merecimiento en sí mismo- pulsan y bullen 90 minutos de dinamismo, intensidad, alternancias, complejidades que comprenden lo pensado, lo impensado, lo explicable, lo inexplicable y, por qué no, el azar.
Los merecimientos, entendidos como el derecho a recibir un reconocimiento contante y sonante, sazonan los platos exhibidos en las mesas futboleras, pero a condición de tomarlos como una referencia subsidiaria, secundaria o, mejor, relativas.
Los merecimientos, ir llevando las cuentas del pozo acumulado en un partido de fútbol, hacen más llevadera y más sabrosa la travesía, nos permiten poner la lupa en la técnica, en la estrategia y en la táctica, en la jerarquía de cada jugador, de cada equipo o, en definitiva: hablar de fútbol.
Pero de ahí a convertir el análisis del juego, el trazo grueso y el trazo fino de las observaciones y de la siembra de cada equipo en sentencias irrefutables, poco menos que judiciales, sin derecho a apelaciones, hay una distancia mucho más extensa que la que separa un arco del otro.
Con información de Télam