(Por Walter Vargas).- Cumplida más de una tercera parte de una extensa travesía, la Liga Profesional en curso asoma hostil a los cinco clubes grandes tradicionales y en cambio invita a soñar a más de un postulante fuera de catálogo, con el admirable Atlético Tucumán a la cabeza.
Lo del equipo que dirige Lucas Pusineri (46 años, apenas un lustro en condición de entrenador absoluto) entra con holgura en la tipificación de eso que los lugares comunes del glosario futbolero designan con el ilustrativo grata sorpresa.
Una sorpresa, sea enfatizado ya, que ha cruzado la vereda del maledicente rótulo de la rachita y ni qué decir de la no menos antipática coartada despectiva de la casualidad.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Causal, más bien, por lo menos hasta aquí, la siembra y la cosecha de un Atlético Tucumán que, sin alardes, en humilde posesión de un plantel de bajo presupuesto, ofrece toda la cara de un equipo convencido y convencedor, de esfuerzos repartidos, pericia para sostener la pulseada del medio campo y mañas suficientes para defender bien y atacar bien.
Un buen equipo, pues, o un equipo bueno que no es lo mismo pero es igual- que ha llegado a la fecha 11 en ejercicio de un liderazgo inmaculado: siete triunfos, cuatro empates, 12 goles a favor, 3 en contra y una luz de cuatro puntos por delante de otro equipo que sin hacer mucho ruido da señales de una regularidad virtuosa: Gimnasia y Esgrima La Plata.
Pero volvamos a Atlético Tucumán y desandemos su camino hasta aquí de once pasos: Colón (l: 1-1): River (v: 0-0); Lanús (l: 2-1); Huracán (v: 0-0); Godoy Cruz (l: 1-1); Vélez (V: 1-0); Gimnasia (l: 2-0); Aldosivi (v: 1-0); Sarmiento (l: 1-0); Independiente (v: 1-0); Newells (l: 2-0).
¿Qué tenemos a la vista?
Tenemos a la vista a un equipo incómodo, batallador, rocoso, de una potencia ofensiva igual de aceptable que de productiva y, sobre todo, de una defensa con todo en su lugar sostenida por un arquero, el boliviano Carlos Lampe, capaz de simplificar las difíciles sin complicar las fáciles.
No son poca cosa ocho vallas invictas y más de seis horas a salvo de rúbricas en su propia red.
Pusineri, en cuya cresta de la ola adentro de la cancha destacó como un interior derecho menos talentoso que entendedor y criterioso, parece haber sellado a fuego en sus jugadores la célebre premisa de que los buenos equipos se arman de atrás hacia adelante pero sin olvidarse que allá también hay un arco.
Del elenco estable hay una joyita de la casa, como el delantero Ramiro Ruiz Rodríguez de los que hacen de todo un poco y todo bien- y otro juvenil con rango de revulsivo que ya ha entrado a resolver problemas en el resultado mismo: Ignacio Maestro Puch.
Todo lo demás lo encontraremos en un plantel de neones y escaparates ausentes. De hecho, cuando Pusineri se hizo cargo Atlético Tucumán venía muy golpeado y hasta hoy mismo integra el pelotón de los diez más comprometidos en la tabla de los promedios.
Pero una victoria trae otra victoria y cuando la confianza da un salto de calidad apreciable, el uno por uno respalda la estructura colectiva, viceversa, y que hasta los más pintados se atengan a las consecuencias.
En ese contexto se vuelve ineludible la referencia a Bruno Bianchi (un áspero central sobreviviente de los tiempos del Ruso Zielinski); de su compadre Manuel Capasso y del lateral Martín Garay (surgidos de Acassuso y Estudiantes de Caseros); de otro lateral, el de la orilla zurda, Matías Orihuela (formado en Deportivo Morón) que alterna con un fruto de las Menores, Gabriel Risso Patrón.
En ese contexto se vuelve asimismo ineludible subrayar los nombres de las laboriosas hormigas de la zona media. En orden impreciso, Ciro Rius (un veterano que ya ha vestido siete camisetas con bautismo en Argentinos Juniors); Joaquín Pereyra (cedido por Rosario Central); el veterano Guillermo Acosta y el madurito Gastón Gil Romero (uno de la cantera de Lanús y el otro de la de Estudiantes de La Plata); Renzo Tesuri (surgido en Juventud Unida de Gualeguaychú) y, sobremanera, Rodrigo Carrera.
Lo del platense Carrera es un caso luminoso en sí mismo, habida cuenta de que después de casi una década en el fútbol profesional está alcanzando su excelencia. La excelencia de un movedizo interior con ínfulas de wing, nada negado con la pelota en pie y peligroso si los hay con la pelota en movimiento: si no, qué lo diga Newells, al que viene de convertir un gol aterciopelado.
El perfecto compadre de Ruiz Rodríguez (hábil en el pivotar, dos perfiles, atrevimiento y coraje en el uno contra uno) es Augusto Lotti, que en Tucumán parece haber encontrado su lugar en el mundo: brilló en los potreros de Olivos, hizo juveniles en Boca y Racing, debutó en Primera en el ignoto FC Wohlen de Suiza, pasó por Unión de Santa Fe y hoy su olfato goleador tiene un no sé qué a Guinness: antes del primer minuto anotó contra Gimnasia e Independiente.
Más o menos así es el supuesto débil que, de momento, es más fuerte que los fuertes, mientras Racing no termina de consolidarse, San Lorenzo recién despabila, Independiente pugna por salir del pozo, Boca pierde seis veces de once y River amaga con ganar diez partidos seguidos pero entretanto cae con Sarmiento en el Monumental.
Atlético Tucumán se atreve a soñar y por añadidura es espejo de varios más que ni habían merodeado la pole position: Gimnasia, Argentinos Juniors, Godoy Cruz, Unión y Platense, que murmuran ¿por qué no?.
Con información de Télam