(Por Walter Vargas) De la presentación del invicto Carlos Alanis en el Parque Independencia de Rosario pueden extraerse dos notorias conclusiones: dispone de muy buenas condiciones técnicas y todavía carece de herramientas primordiales para ganar terreno en el alto nivel del campo profesional.
Alanis, y en Rosario, suponía un plato apetecible y digno de ser contemplado, degustado y evaluado en detalle.
Se trata de la joyita de una dinastía poblada de unos cuantos exponentes que hicieron lo suyo a manos enguantadas y tal parece "Junior" está lanzado a meterse entre los mejores superplumas del país.
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Eso, para empezar, aunque ya se sabe de sobra que por lo hecho hasta aquí y por lo que sugiere su bagaje, no sería de extrañar que más temprano que tarde pise fuerte en el plano internacional.
De hecho, llevó a cabo una extraordinaria campaña como aficionado y en tanto rentado ostenta el campeonato mundial juvenil de la OMB, lo cual, sin dejar de tener tufillo a sello de escasa valía, tampoco será culpa de Alanis.
Un Alanis, sea subrayado, que el sábado le ganó por inobjetable decisión a Franco Cajal, ajeno a brillos y apremios, muy cercano a lo que se da en llamar "a media máquina".
Zurdo de magra ortodoxia y entusiasmo copioso, Cajal tuvo sin embargo un mérito que no habían alcanzado a desarrollar los otro ocho vencidos del rosarino: el de atacarlo de forma persistente en el centro del ring.
Y fue en ese escenario donde Alanis sacó a relucir todos sus recursos defensivos: cintura, visteos, palancas, en fin, una caja de herramientas sencilla de enumerar, pero nada fácil de consumar con soltura y hasta con un plus de estética.
¿Y cuál sería el problema, entonces?
Ninguno que hubiera impedido una cómoda victoria ante Cajal, pero sí un problema serio y tal vez decisivo cuando le toque vérselas con oponentes del primer nivel nacional y ni hablar de nivel de escalafones mundiales.
Dicho de otra manera: si el objetivo de los manejadores de Alanis y del muchacho se reducen a alcanzar el rango de cabeza de ratón, es muy posible que le alcancen con dosis homeopáticas de su holgada riqueza técnica y con una intensidad real de pelea de no más de un minuto por round, minuto y medio a lo más.
Pero si el objetivo es inscribir su nombre en las grandes ligas será indispensable que cobre un volumen de mayor continuidad.
Mayor continuidad entre pleito y pleito (ha hecho nada más que nueve en casi tres años como profesional) y mayor continuidad cada vez que suba al cuadrilátero.
Tiene juventud (24 años), talla (1.80), calidad de desplazamientos y espléndida factura de golpes: ¿Tendrá Alanis ojo del tigre, corazón de león y alma de guerrero?.
Con información de Télam