(Por Walter Vargas).- Hace rato que es un hecho consumado y sin embargo los organismos rectores del fútbol mundial andan gozosos en el culto al hábito de Pilatos: la herramienta que había llegado para dar mayores márgenes de transparencia, el VAR (Video Assistant Referee), es la que, por cruel paradoja, hunde al deporte de la pelota número 5 en un negro abismo inusitado: la Superliga Turca supone acaso la mayor expresión de venalidad.
Desde luego que una vez desayunados de lo obvio -que por más moderno que fuere, un avance tecnológico no puede sino quedar al arbitrio de la influencia humana-, los adoradores del fútbol que habían elegido poner a rodar sus parcelas de esperanza y de candor ya oscilan entre el desencanto y la decepción.
Sucede en el fútbol argentino, sucede en otros países del área de Sudamérica y sucede incluso en las grandes ligas europeas, sobremanera en la de España, donde los equipos medianos y chicos son perjudicados de manera descarada.
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Pero es en la competencia que nos atañe, la Superliga Turca, donde el lastre está llegando a límites delictivos.
El fin de semana último, por caso, los dos colosos que luchan palmo a palmo por el título, primero Fenerbahce y después Galatasaray, resultaron favorecidos por sendas sanciones de penales "fantasmas".
Esto es: de penales fabulados por los árbitros y por los jueces del VAR. Fabulados: relatos ficticios.
El del lunes, que permitió a Galatasaray ponerse en ventaja frente a Antalyaspor, por lo menos dispuso de "la gracia" de que el bando dañado disponía de 78 minutos para torcer el camino que había señalado Abdulkadir Bitigen, árbitro del cotejo.
Y, en efecto, Antalyaspor llegó al empate por la vía de un gol legítimo, aunque a la postre perdería.
El sábado, en cambio, Fenerbahce ganó un partido que empataba 1-1 ante el modesto Kasimpasa cuando transcurría el sexto y último minuto de descuento, a favor de una inmoralidad pergeñada por el juez Cihan Aydin y certificada por el no menos indecente apoyo del VAR.
En 139 años de fútbol profesional pocas veces se había visto un atraco de esa índole.
Por saber, con permiso del presente histórico: con el último suspiro, un futbolista del Fenerbahce saca un centro desesperado y defectuoso que cruza el área desde la izquierda hacia la derecha y la pelota se pierde por la línea de fondo, sin que nadie alcance a tocarla.
Hay en la escena dos defensores del Kasimpasa que la ven pasar y no tienen la menor intención de intervenir. ¿Para qué? Los atacantes del Fenerbahce ya se habían pasado de la jugada.
Sin embargo, comienza un grotesco diálogo entre Aydin y los evaluadores del VAR. Entretanto, la señal televisiva de origen, turca, se suma al inminente despojo y congela la imagen de modo tal que la pelota se ve a la altura del brazo derecho de un defensor.
¡Pero la pelota ni siquiera había rozado al defensor!
¿Penal? Ni modo. ¿Dónde penal? Penal en la omnímoda decisión del señor Aydin, del VAR y de la intelligentzia de la Superliga Turca.
Con el gol del belga Michy Batshuayi se consumó un acto vergonzoso, mas no menos vergonzoso que el del día que Fenerbahce había perdido 3-2 con Trabzonsor, pero, claro, como las dos invenciones del árbitro Zorbay Kucuk y los penales convertidos por Dusan Tadic habían resultado insuficientes, el episodio se perdió en la noche de los tiempos.
(No será ocioso reponer el valor de los astronómicos presupuestos en planteles de los tres clubes grandes de Turquía: número más, número menos, Galatasaray 207 millones de euros, Fenerbahce 202 y Besiktas 144).
"Entre bueyes, no hay cornadas", decían nuestros mayores. El sábado, la cuenta oficial del Galatasaray ironizó por X (ex Twitter) y el lunes la que ironizó por la red social de marras fue la familia del Fenerbahce. Toda una puesta de escena de purismo.
Se ve que en la Superliga otomana, también gusta de patear penales el Señor Cinismo.
Con información de Télam