(Por Walter Vargas) Un partido sin mayor valor en los puntos en juego, con unos cuantos suplentes y ante un adversario débil de toda debilidad tenía un carácter protocolar que, sin embargo, desmintió una multitud deseosa de prolongar un romance iniciado en la Copa América y afianzado con la desahogada clasificación a un Mundial al que se irá sin ínfulas pero también sin pedir clemencia.
Fue el compromiso del viernes en la Bombonera, pues, una plausible excusa para regar la flor de una comunión correspondida con una victoria contundente y un tramo final de profecía virtuosa: los goles del vindicado Ángel Di María y del (ahora) buque insignia Lionel Messi.
Los dos, con la continuidad que conllevó la titularidad del rosarino-catalán y la fecundidad que plasmó entrando un puñado de minutos el rosarino a secas, armonizaron con el ya proverbial y sustancial trabajo de hormiga de Rodrigo De Paul.
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He ahí los datos relevantes de una noche redonda en lo que la red tradujo de la superioridad sobre Venezuela y redonda asimismo en la rúbrica de un invicto con todo en su lugar: 30 ya son los partidos de sin derrotas de ciclo de Lionel Scaloni.
Acaso la jornada no haya dejado tela de confección en el indicador de los postulantes a quedar dentro de la lista de 26 que viajará al Mundial de Qatar, pero en todo caso la oportunidad consiente breves enumeraciones de nombres propios:
Lionel Messi: Hoy no es el jugador más influyente del planeta (o por lo menos lo que durante más de una década fue una verdad de apuño hoy está en entredicho), pero ningún jugador del planeta es capaz de hacer cosas que a él le salen con pasmosa naturalidad. Gambetas, pases, pausas, toques clarificadores.
Rodrigo De Paul: El motor de la Selección. Hace de todo un poco y todo bien o muy bien. Su espíritu de competidor de grandes ligas va de más a más.
Ángel Di María: La sabiduría del veterano, el atrevimiento del juvenil y el talento que viene en el ADN. Se ve que los mimos de la tribuna argentina lo ponen feliz y que cuanto más feliz está, mejor juega.
Nico González: A veces corre más rápido que la pelota, se pasa de revoluciones, elige mal, esas cosas, pero el pecado muta en virtud cuando se toma en cuenta su constante mostrarse y abrir canales con diagonales siempre molestas para los defensores rivales.
Joaquín Correa: Jamás fue 9 el Tucu y jamás lo será. Obligado a vivir dentro del área, o muy cerca, pierde frescura, variantes, gravitación. Eso no lo exime de tres fallidas resoluciones en otras tantas ocasiones de gol que no honraron las aterciopeladas cesiones de Messi.
Alexis Mac Allister: Sugerir que dejó pasar el último tren a Qatar sería precipitado, y por precipitado, injusto. Tampoco sería pertinente dar por aprobado su examen. Digamos que alternó buenas con malas y que adeuda un parcial.
Lucas Boyé: Debutó con dos minutos en la cancha. Por poco que parezca, que Scaloni haya pensado en el muchacho surgido en River y ya con cuatro temporadas en Europa habla bien de él y subraya el interrogante que supone quién sería el reemplazante natural de Lautaro Martínez.
Con información de Télam